Antes que nada, agradecer a todos sus comentarios. Sobre los de Apañó y Álvaro, nada que decir, puesto que el acuerdo es perfecto.
Si quiero puntualizar las palabras de
Brigante, porque si bien es cierto lo que dice, queda un resquicio respecto a las convocatorias al norte de España. Y es que -que sepa en el momento de escribir- la condena de esos cinco detenidos -camaradas detenidos- sólo la ha realizado FE-JONS, alegando, además, un perjuicio por la usurpación de su nombre.
No deseo entrar en polémicas con FE-JONS y sus
marcas registradas, ni con sus condenas o sus silencios, o su -lo siento, tengo que decirlo- ridícula persecución a Franco. Pero tengo mis razones y mis sucesos -demostrables con testigos, ya que no con pruebas documentales-, para no escuchar unas voces que, con demasiada frecuencia, no distinguen desde donde hablan. Prefiero no contar viejas historias, pero mejor que no me tiren de la lengua. O, en este caso, del cable del teclado.
En suma, que hay otros grupos falangistas -que si no tienen el nombre completo sí tienen el completo espíritu- que tienen otra madera y otras maneras. No es justo englobar a todos por igual.
Y con respecto al comentario de
Soldado vikingo, alguna precisión también, porque acaso se me quedó corta la parrafada del otro día.
Ni me gusta la violencia, ni jamás le pegaría a nadie un tiro por la espalda, ni se lo pegaría a alguien desarmado y en frio. Nunca pondría una bomba y menos aún mandaría hacerlo. No le haría ascos a disparar en combate, o en defensa de los míos; o en mi propia defensa, porque tampoco es cosa de dar facilidades al enemigo.
Nunca se me ocurriría que la defensa de mis ideales debiera pasar por el incendio de cajeros bancarios, de autobuses, de contenedores de basura o de estaciones de tren. No es mi ideal de lucha quemarle el chiringuito a algún cabrón, pero si la justicia no le echa mano al cabrón, de alguna forma habrá que hacerle ver la luz. Vamos: que si unos guarros
le queman el negocio a un hombre de bien y la justicia no actúa, acaso haya de actuar otra mano.
Lo único que veo de malo en las represalias -cuando ha lugar- es que mientras a los cerdos rojos, los separatistas rojos, los terroristas rojos, los hideputas rojos, no les pasa nada, a nosotros nos entrullan por una milésima parte. Es devolverla o dejarse pisar, y si bien como católicos deberíamos poner la otra mejilla, no creo que el mandato evangélico se refiera a los pueblos.
Eso, amigo, no es actuar como ellos, sino defenderse. Defenderse por propia mano, cuando la justicia -con minúscula- está vendida a lo políticamente correcto, y la Justicia -con mayúscula- está ausente y desterrada.
Esa -hacer creer que somos todos iguales- es la maniobra del sistema desde hace más de 30 años. Empezando -no se si hubo algún caso anterior, pero valga como ejemplo- por el famoso asunto de los
abogados laboralistas de Atocha, que tan bien les vino a los politicuchos para acabar legalizando al PC, y en cuya preparación intervinieron los Servicios de Presidencia del Gobierno, que era el CESID o el CNI de la época Suarezca.
Siempre habrá alguien demasiado desesperado o exasperado para empujarle en la dirección que a ellos les conviene; siempre habrá alguien ingenuo de más o precavido de menos para usarle de cabeza de turco y dar una coartada al sistema. Volvió a ocurrir exactamente lo mismo con el 23-F, por no citar más casos que ya se me hacen nebulosos.
Y de estos manejos puedo dar testimonio directo, porque a una veintena de camaradas se nos quiso embarcar en una aventura grotesca en la que, gracias a Dios y al saber manera de nuestro jefe, no caímos.
En resumen: que el sistema quiere presentar como equivalente a los batasunos y etarras y a esos cinco camaradas detenidos por unas pintadas, por mandar una bala en un sobre -cosa que no hace mucho daño-, y por desperfectos no descritos en algunos edificios o mobiliario urbano. Y, se pongan como se pongan, no es lo mismo.
¿Apruebo, pues, los métodos de esos cinco detenidos?. Yo no lo haría, probablemente por falta de valor; pero lo que no voy a hacer de ninguna de las maneras es condenarlos.
Llegar al poder sin derramamiento de sangre era el deseo de José Antonio, que -no sé si en el proceso de Alicante o en su testamento, y no tengo la documentación a mano- afirmaba haber deseado un proceso de maduración serena que hiciera posible el entendimiento para evitar la guerra.
Pero para que haya entendimiento tiene que haber voluntad por las dos partes. Dos no se pelean si uno no quiere, cierto. Pero -Rafael García Serrano lo escribió- el que no quiere se lleva todas las bofetadas.