Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 9 de julio de 2010

SOBRE SINDICATEROS RESPONDONES.

En entrada del 1 de julio -sobre sindicatos y huelgas- transcribía el pasquín que, de forma nada casual, sino más bien por mi mano, había aparecido en los tablones de anuncios de mi trabajo. Venía a decir que por qué CCOO y UGT apoyaban a los metreros y no habían dicho ni mú con respecto al pesonal laboral de la Administración, que también está sujeto, como los de Metro- a Convenio Colectivo.
Anteayer, día 7 de julio -pero escrito el 6-, apareció garrapateada una llamémosle respuesta -y marco las fechas porque demuestran que en una semana el sindicatero respondón no había aparecido por el tajo, o no venía en condiciones de leer-, donde decía, aproximadamente: "Eres mas tonto que Abundio. ¿Dónde estabas el 8-J?"
O sea: para empezar, insultos, que es lo habitual a falta de razonamientos.
Hago aquí un paréntesis: también -los habituales bien lo saben- manejo un regular bagaje de insultos, amén de tacos de calibre variado, herencia todo ello de mis años universitarios y de buenas lecturas; pero mis insultos son con intención de vocativo y cualidad adjetiva, y los empleo nada más que para suavizar el razonamiento, para dar un respiro, entretener al lector con un descanso de la lógica a través de la calificación de los entes bibianos en el sector psico-socio-zoológico que les corresponde.
Vamos: que lo mío es divertimento, -animus jocandi, que decía el añorado Fernando Vizcaíno Casas- y síntesis. Porque llamarle a uno hijoputa dice más de su condición que tres páginas de silogismos, pese a que ahora, para hacerlo, haya que recurrir al recuerdo de don José Bono y sus comentarios sobre los del propio partido, no sea que se encabriten y te empapelen, porque los no sociatas no tenemos derecho a denominar cabrón a un rojo -oguarra a una roja-, aunque ellos puedan decir lo que se les antoje -poco, a decir verdad, porque su incultura general no llega para más-, dado que se creen descendientes directos del testículo izquierdo de Marx. Y fin del paréntesis, que me voy de caña.
Volviendo al comentario del ugetero o comisionista, obsérvese que, salvo la referencia al ínclito Abundio -posible progenitor A, ó B, o a pachas entre varias letras que requerirían pruebas genéticas, del respondón- lo único que se le ocurre es si les seguí la corriente a los liberados sindicales, que hicieron huelga porque no les iban a descontar nada del sueldo y les apetecía quedarse durmiendo hasta las diez de la mañana. En su casa, quiero decir; en el trabajo ya lo hacen todos los días.
Le iba a replicar y explicar los motivos por los que jamás seguiré una huelga convocada por los sindicatos rojos; más aún, por qué no seguiré nunca una huelga que no se convoque para, al menos, 15 días. Pero tenía poco sitio, y bien sabido es que los cerdos no aprecian debidamente las margaritas.
Así es que me limité a decirle al sindicatero lo que sigue:
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Vale; yo soy tonto. Pero tu, que cuando el Gobierno te baja el sueldo haces una huelga que no se convoca contra el Gobierno (Público, 9-6-2010), y que callas, con mansedumbre bovina, según quien incumpla los Convenios, ¿qué eres?
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Sin respuesta hasta el momento, acaso porque aún no ha venido el sindicatero, o por que está en pleno ejercicio de introspección para averiguar qué es él.
Seguiremos informando, por si a alguien le sirve de base dialéctica o de entretenimiento. Por experiencia se que estos rojos de guardarropía son muy divertidos, y con algo de suerte este me dura un tiempo.

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