Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 15 de octubre de 2018

SOBRE LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS.

Que son, por definición, los de izquierda. Si son de ultraizquierda, tanto mejor, evidentemente.

A estas alturas, nadie puede dudar de que el Gobierno del señor Sánchez es ultraprogresista, como lo demuestra el hecho de que, de la manita de don Pablo Iglesias, se proponga elevar los impuestos a las rentas más altas. El problema viene cuando -véase El Mundo- de las cifras que muestra el Ministerio de Hacienda se deduce que van a pagar más impuestos los consumidores de combustible diésel que las referidas rentas elevadas. 

Esto significa para la señora ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que no hay subida fiscal "para la clase trabajadora".

Lógico, progresista y ecológico. Todos sabemos que los consejeros delegados de bancos y grandes empresas suelen usar utilitarios diésel; que los señoritos vividores de la política y el sindicalismo utilizan vehículos diésel; que los futbolistas con sueldos de escándalo tienen cochecitos diésel. En cambio, también sabemos todos que los fontaneros, los taxistas, los albañiles, los electricistas; todos los profesionales, en fin, que necesitan un vehículo para trabajar, usan potentes coches de gasolina, o modelitos eléctricos de módico precio.

Esto, sin contar con los que estamos lejos de ambos extremos, y usamos nuestro coche para ir a trabajar, o para desplazarnos a donde nos hace falta ir, y que en su día hicimos caso del Gobierno de turno -que nos aconsejaba, fiado  de los estudios mas que sesudos de los expertos- que compráramos coches diésel porque contaminaban menos, y eran más convenientes aunque fuesen más caros. 

Y todo ello es lo normal en un Gobierno progresista: que se vayan jorobando los tontos que trabajan y están bien trincados por el ministerio de Hacienda. No es cosa de subirle los impuestos a los que tienen chalets de -declarados- seiscientos mil euretes, o los que se inventan sociedades para alquilarse sus propios pisos, ¿verdad?


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