Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 18 de febrero de 2016

SOBRE DAR Y TOMAR.


Que en este caso no se refiere a aquel dicho sobre la ley de Mahoma -y disculpe, señor fiscal, pero las reclamaciones a la paremiología popular- sino a otro dicho; el de que donde las dan las toman. Que no se si va por el mismo camino, pero en finolis.

El asunto es que -lo cuenta El País- el concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, José Javier Barbero, y el director de la Policía Municipal, Andrés Serrano, han tenido que salir por pies y ocultarse dentro de un bar, ante el acoso de -según el citado periódico- numerosos agentes de la Policía Municipal, que protestaban por la disolución de las Unidades Centrales de Seguridad, consideradas como antidisturbios municipales.

Se comprende que el señor Barbero les tenga ojeriza a estas unidades, pues desde su vocación de acosador, tan profusamente ejercida hasta llegar al arrejuntamiento podemita-sociata, quizá se las haya encontrado enfrente. Claro está que si los acosos los ejerce un señor Barbero, o una despelotada cualquiera -la señorita Rita, que se despelota en las capillitas-, son clamores de libertad y democracia, y si quien los recibe es ese mismo señor Barbero, entonces es fascismo puro y duro.

Curiosamente, los policías municipales que acosaron ayer al señor Barbero, lo hicieron al grito de fascista, lo cual demuestra hasta qué punto estos señores policías municipales son ignorantes, necios y -lean esto en cuanto se despojen del uniforme, que no quiero faltarle a la autoridad- gilipollas. Lo mismo que el citado señor Barbero, que también acusó de fascistas a los policías municipales.

Aquí, por lo que se ve, todos somos fascistas. Fascista es el comunista-podemita Barbero, y fascistas son los que le llaman fascista. Me repito, lo se; pero no es por mi culpa, sino porque estos rojos, y estos memócratas, y estos topiqueros, y estos imbéciles, son realmente monótonos. Siguen anclados en la III Internacional, vieja de un siglo, y todavía son tan idiotas de llamarse progres. 

Que si que lo son, claro; porque ser progre es ser memo; ser progre es tener mal hilvanados cuatro tópicos y tres estereotipos; ser progre es ser niñato de papá acostumbrado a que otros paguen por él; ser progre, en definitiva, es ser la hez de una sociedad llena de mierda, que se come con deleite sus propios detritus. Ser progre es quedarse en las ramas, tomar por las hojas el rábano del progreso, que ellos, en su cretinez, confunden con hacer lo que les salga de sus escasos órganos reproductores, y parlotear, chillones como rameras, cuando alguien les lleva la contraria. No son, en el fondo, mas que niñatos malcriados y ególatras, a los que nadie les dio un sopapo a tiempo, ni les dijo que, si se dedicaban a tocar narices ajenas, llegaría el momento de que alguien le tocara las suyas.

Y los que estamos fuera de ese circo -que somos cada vez más aunque, por desgracia, todavía mal avenidos- nos descojonamos de risa.

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