El recibido por el escritor Miguél Delibes en su defunción.
He leído a Miguél Delibes. Lo he leído por obligación -cuando en el Bachiller y el COU se leía- y no lo he vuelto a leer por devoción. Porque a mí -contra lo políticamente correcto- las obras de Miguél Delibes que leí -El camino y cinco horas con Mario- no me gustaron nada. Así es que, como el tiempo es limitado y la tarea mucha, decidí inclinarme por lo que me resultaba interesante.
No se si Miguél Delibes escribía tan bien como dicen los panegiristas, y es mi gusto el que anda descarriado. Tampoco voy a decir que lo hiciera mal, ni mucho menos. Simplemente, que ahora, cuando todo el mundo se hace lenguas, voy -como suelo- a la contra e, independientemente de los muchos méritos, que no discuto, ha habido otros muchos escritores que -con igual o mayor merecimiento- no han recibido igual homenaje.
Rafael García Serrano -maestro al que venero como al mejor escritor en lengua española de todos los tiempos- falleció hace ya muchos años, en el lejano 1988, y su muerte no mereció mas allá de cuatro necrológicas agridulces, en las que -a la vez que se alababa su genialidad- se le ponía el contrapunto de su ideología: había sido falangista hasta su muerte, y eso no se podía perdonar.
Así es que, sin negar los merecimientos de don Miguél Delibes, no puedo dejar de indignarme -con un punto de lástima y otro de ira- ante los sinvergüenzas que niegan el pan y la sal a los muertos en función de sus antipatías ideológicas.
He leído a Miguél Delibes. Lo he leído por obligación -cuando en el Bachiller y el COU se leía- y no lo he vuelto a leer por devoción. Porque a mí -contra lo políticamente correcto- las obras de Miguél Delibes que leí -El camino y cinco horas con Mario- no me gustaron nada. Así es que, como el tiempo es limitado y la tarea mucha, decidí inclinarme por lo que me resultaba interesante.
No se si Miguél Delibes escribía tan bien como dicen los panegiristas, y es mi gusto el que anda descarriado. Tampoco voy a decir que lo hiciera mal, ni mucho menos. Simplemente, que ahora, cuando todo el mundo se hace lenguas, voy -como suelo- a la contra e, independientemente de los muchos méritos, que no discuto, ha habido otros muchos escritores que -con igual o mayor merecimiento- no han recibido igual homenaje.
Rafael García Serrano -maestro al que venero como al mejor escritor en lengua española de todos los tiempos- falleció hace ya muchos años, en el lejano 1988, y su muerte no mereció mas allá de cuatro necrológicas agridulces, en las que -a la vez que se alababa su genialidad- se le ponía el contrapunto de su ideología: había sido falangista hasta su muerte, y eso no se podía perdonar.
Así es que, sin negar los merecimientos de don Miguél Delibes, no puedo dejar de indignarme -con un punto de lástima y otro de ira- ante los sinvergüenzas que niegan el pan y la sal a los muertos en función de sus antipatías ideológicas.