Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 3 de octubre de 2009

SOBRE LA CONFESION DE PARTE (23-F).

Dice un adagio -no se si jurídico o simplemente lógico- que a confesión de parte, remisión de prueba.
Los que teníamos uso de razón -y lo utilizábamos- en aquel lejano y aún presente 23 de febrero de 1981, siempre supimos que, por mucho que la llamada Justicia no lo dijera -y tal vez por eso mismo- en el golpe de Estado del 23-F había más, mucho más, de lo que se contaba.
Mucho más de lo que se contaba en las instancias judiciales, y para qué hablar de las políticas, y de las periodísticas.
Todos sabíamos que la trama civil -que, según los socialistas y los comunistas aún no se ha aclarado, qué cosas- no era la que se daba a entender. Todos sabíamos que ni Falange Española, ni Fuerza Nueva, ni ningún otro grupo nacional, tuvo noticia de ello antes que el común de los españoles. Todos sabíamos que el único civil encausado, Juan García Carrés, fue también la única víctima civil de aquel suceso. Y todos sabíamos, por último, que hubo víctimas -muchas- militares, comenzando por el Teniente General Don Jaime Miláns del Bosch y siguiendo por el Teniente Coronel Don Antonio Tejero Molina, hasta el último oficial procesado.
Todos sabíamos que el 23-F salió tal y como estaba preparado. Y todos sospechábamos quien lo había preparado y con qué complicidades. Y ahora, al cabo de los años, un protagonista nos viene a dar la razón.
Un protagonista -no una de las víctimas militares, que han guardado un ejemplar silencio- al que todos los políticos en activo o en la reserva -incluído S.M. el rey- han alabado, luego se le debe suponer la credibilidad: Jordi Pujol.
Lo cuenta hoy El Imparcial, Público y 20 Minutos entre otros: Múgica -importante mandamás socialista a la sazón- le propuso en 1980 sustituir a Suárez por un militar; y algún tiempo después, también Martín Villa le sondeó sobre conseguir la retirada de Suárez.
Recuerda que habló con el capitán general de Cataluña, Pascual Galmés, quien le confirmó: "algunos militares me dicen que para superar la situación podría salir la propuesta de formar un Gobierno de unidad presido por un militar de tendencia democrática". "Recordé mi conversación con Múgica", apunta.
Bien, señores: quien no sepa aún quien ideó, preparó y cometió el 23-F, engañando a distinguidos militares para ello, es que es tonto.
O cómplice.

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