Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 23 de agosto de 2010

SOBRE LA HOMOSEXUALIZACION OBLIGATORIA.

Mi amable comunicante catalana -Maite C- me hace llegar un artículo interesantísimo y bien documentado, que lleva por título "Leyes pro gay: quién las impulsa políticamente y de dónde viene el dinero", y cuya lectura recomiendo.
Viene a demostrar, con datos, que el proselitismo de la homosexualidad es una cuestión de Estado, de los organismos internacionales y de las empresas más poderosas, todos ellos empeñados en difundir las aberraciones y en primar lo antinatural. También muy buena información ha publicado en diversas ocasiones mi camarada Ismael Medina, pero no lo tengo ahora a mano. No obstante, puede quien lo desee buscarla en Vistazoalaprensa.
Lo que no dice el artículo que da motivo a este comentario -aunque sí lo suele insinuar o declarar Ismael- es lo que ganan los políticos y las Multinacionales con el proselitismo homosexualizante.
Desde mi punto de vista, el objetivo de esta sacralización de la homosexualidad como primer mandato de la nueva religión de la tolerancia, no es otro que el embrutecimiento del ser humano. Y sólo es una mitad de la subversión moral genérica.
Es evidente que la persona dominada por sus instintos es cada vez más incapaz de sacrificarse. En la escala de valores del ser embrutecido, siempre prima la satisfacción de sus placeres inmediatos, como en la escala de impulsos del animal siempre va por delante la satisfacción del hambre y de la sed, seguidas inmediatamente por la procreación.
En los más o menos humanos, los impulsos primitivos -instintivos- son los mismos. Comer, beber y joder, y dispensen ustedes la manera de decirlo, pero es la mas corta y clara.
En los países relativamente desarrollados, una infinidad de subvenciones, subsidios, pensiones, ayudas, sopas bobas en general, mantienen razonablemente cubiertas las dos primeras necesidades. El vago no tiene demasiadas dificultades para sobrevivir, para vivir del cuento. A cambio, el trabajador -el que quiere ganarse el pan con el sudor de su frente-, cada vez tiene más dificultades que acaban desmoralizándole y haciéndole presa fácil del desencanto.
Si al tercer impulso básico, el sexual, le quitan el componente de la procreación, banalizándolo, convirtiéndolo en una distracción más, en una mera diversión que no conlleve ni responsabilidades ni sentimientos, ya tenemos cubiertas las necesidades animales básicas.
Esta animalización, este embrutecimiento -o, como define mi camarada Arturo Robsy, emputecimiento- consigue que el animal humano no tenga que luchar por nada. El macho no tiene que luchar por la hembra, puesto que tiene hembras dispuestas a cada momento, y la hembra no tiene que ocuparse de la prole, puesto que para convertirla en un objeto de consumo siempre disponible, le han quitado el ansia de la maternidad y le facilitan los medios de asesinar a su descendencia sin dificultad.
Es, ni más ni menos, la quintaesencia del pan y circo, llevado a la casi perfección porque ni siquiera supone un gran gasto para el Estado. Las ovejas triscan gozosas, con su animalidad satisfecha, y el entramado social se deshace en individualidades egocéntricas.
El proselitismo de la homosexualidad es solamente una pieza más en el entramado de la corrupción antinatural. Una de las más sencillas de utilizar es la homosexualidad, por el componente exhibicionista con que se solazan algunos homosexuales, que no hacen de su preferencia cuestión íntima -como la inmensa mayoría de la humanidad-, sino que la usan en beneficio propio para medrar en carrera política o en subvenciones. También, por resultar una de las más llamativas y corruptoras de la normalidad moral.
Actualmente se piensa que en el cerebro humano coexisten tres partes distintas, herencia de nuestro pasado evolutivo. El cerebro reptiliano -bulbo raquídeo- que controla los instintos, los reflejos y las funciones vitales; el sistema límbico -hipocampo y amígdala, resíduo del mamífero prehumano- que cobija las emociones -el deseo sexual, por ejemplo- y el neocórtex o corteza cerebral, que posibilita el razonamiento, la reflexión y la capacidad de imaginar y que -por mantener el ejemplo- transformaría el impulso sexual en amor.
La desconexión física -por defecto genético o accidente- o provocada por el amaestramiento de la ingeniería social, produce seres en los que el neocórtex no influye sobre el sistema límbico y, en consecuencia, sus elecciones emocionales son un fracaso contínuo. Son personas disminuídas, instintivas -esto es, básicas y reptilianas- en lo emocional. Incapaces de elevarse a la categoría de ser humano racional y completo, y dominados por el animal interno.
Mantienen la inteligencia en el aspecto utilitario -laboral, intelectual- pero están atados a lo básico y animal en lo demás. Por lo tanto, son muy fácilmente manipulables, pues basta con lograr que tengan cubiertas sus necesidades puramente animales para que no usen su inteligencia mas que en lo productivo para el sistema: trabajo y consumo.
Son -Diógenes lo definió y así lo prefieren y lo necesitan el sistema capitalista y el sistema marxista- bípedos sin plumas.

SOBRE LA "MARCHA ESPONTANEA".

Porque así -marcha espontánea- define El Imparcial la algarada de "radicales" -o sea, ultraizquierdistas- del sábado en Barcelona, cuando se pasaron por el arco de los mossos la prohibición judicial de homenajear a la etarra Laura Riera.
Entiendo que el verano es muy malo para el trabajo, y que el panfletillo ansoniano deberá recurrir a becarios de segunda para mantenerse. Pero, hombre, pongan por lo menos a uno que sepa buscar en el diccionario y aplicar lo leído.
Llamar radicales o independentistas, o jóvenes, a los micos de siempre, es una gilipollez. Costumbre habitual de los plumíferos, pero gilipollez. Pero llamar espontánea a una manifestación que lleva semanas anunciada y días prohibida es, como poco, de una incultura y una necedad que deberían ser incompatibles con trabajar en un periódico.

SOBRE EL ENCOGIMIENTO LUNAR.

Cuenta El Imparcial que, según investigadores de la NASA, la Luna ha reducido su diámetro en cien metros durante los ultimos mil millones de años.
Eso explica perfectamente cómo tenemos tanto lunático entre nosotros, y por qué -en función de sus ideas arcaicas- eligen preferentemente como actividad principal la política afín al sistema retrógrado que padecemos.

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