Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 13 de octubre de 2015

SOBRE UN GUILLERMITO CAGÓN.

O sea -para que me entiendan, porque cagones hay muchos- el fulano que tres o cuatro culturetas cagurrines llaman Willy Toledo. Fulano que dice ser actor, aunque creo que lleva años sin trabajar -nada nuevo en los de su clase- o al menos he tenido la suerte de no verlo.

Nada extraño, porque la última película española digna de ser vista que recuerdo fue Alatriste, y creo que ha llovido desde entonces. 

Pero a lo que voy: este cabrón sin pintas -las pintas confieren una cierta categoría; son como un grado dentro de la cabronez, y este canalla ni a eso alcanza- ha expelido los exabruptos que ahí tienen al lado, en el recuadro. Por supuesto, no los voy a copiar ni como simple cita del hideputa.

Me llega esta noticia a través de una amiga catalana -evidentemente una catalana normal, o sea, española-, que me comunica una campaña de recogida de firmas en Change.org, donde se ha abierto con este epígrafe:

Pincha aquí y firma esta petición: exige al actor Willy Toledo que se disculpe públicamente. Y adviértele que, si no rectifica, podríamos emprender acciones legales para poner freno a estas vejaciones. A ella pueden acceder pulsando sobre la zona subrayada, como ya saben.

Con la mía, ascienden a 7.253 las firmas de la referida petición. La cagada del Willy iba por 3.188 gilipollas de apoyo cuando se tomó la captura, lo cual -siendo un presunto referente cultural- es más bien poco, pero sirve de indicio de hasta donde asciende la hijoputez.

A mi, pedirle a este homúncul0 que se disculpe me parece poca cosa. Me gustaría más una petición para exigir al Ministerio de Cultura que nunca más, bajo ningún concepto, regale sopa boba subvencional a ese mamarracho, y que se busque los garbanzos como cualquier persona honrada. Quizá, con los gestos, llegue a hacerse un hombrecito.

Pero el caso es que el Guillermito parece tener una considerable preferencia por las defecaciones múltiples. Lo que, la verdad, tampoco llama la atención. Siempre hemos sabido, Guillermín, que eres un mierda.

SOBRE EL VALOR DE LOS NAPARTARRAS.

Que es como en Navarra se ha llamado siempre -cuando Navarra ha sido Navarra, se entiende- a los cipayos que querían entregar el antiguo reino a la elucubración sabiniana de ese Euzkadi que nunca existió.

Gilipollas ha habido siempre. Entre los mamelucos que argumentan con razones de raza -como los sementales bovinos y los eunucos humanos-, más aún. Por lo tanto, no es extraño que los gilipollas de Sortu no tengan ni puta idea de nada, pero, eso si, rebuznen alto.

Rebuznan como los zopencos que son, cuando afirman -lo cuenta La Gaceta- que el toro de Osborne es "un símbolo de la ocupación española del paisaje de Euskal Herria, y su caída, un reflejo de la caída de la imposición". 

Y rebuznan, porque en su oceánica ignorancia desconocen -amén del nombre del padre, que eso va de suyo en esta gentuza-, que ya en los tiempos del mítico Orison fueron los toros de la Ribera, los rojos carriquiris navarros, los que capitanearon la derrota del cartaginés invasor. Lo cita mi camarada Luys Santa Marina, y sobre la cita escribió un relato maravilloso mi otro camarada, Rafael García Serrano, en Los Toros de Iberia.

El toro es consustancial a Navarra, como lo es a España, y sólo unos catetos ignorantes pueden definir su perfil como "símbolo de la ocupación española del paisaje de Euskal Herria". Ni siquiera teniendo en cuenta que Navarra ni es, ni ha sido nunca, "Euskal Herria," aunque anden ahora sus instituciones copadas -más que ocupadas- por los separatistas serviles, los traidores a su Historia. Los tontos.

Los tontos que se creen alguien porque, con nocturnidad y sin alevosía -porque la alevosía implica premeditación, y estos energúmenos no tienen inteligencia para meditar nada- tiran al suelo un armatoste de cartón piedra. 

Si este es el valor de los napartarras de Sortu y demás cretinos de la misma ralea, no hay de qué preocuparse. Como conejos van a correr.

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