Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 4 de marzo de 2015

SOBRE LA PISADA EN EL BARRO DE UN SEÑOR SÁNCHEZ.


"¿Que coño tiene que pasar en este país para que Rajoy pise el barro?", dicen las crónicas -por ejemplo, 20 Minutos, página 6- que preguntó ayer el señor Sánchez, mandamenos del PSOE, mientras miraba las aguas desbordadas del Ebro desde una cómoda carretera.

En estepaís no se, señor Sánchez; en España, que pretende ser un Estado serio aunque sus supuestos representantes y gobernantes no lo sean ni por el forro, el sitio de un Presidente del Gobierno no está asomándose a las inundaciones desde un metro de distancia, sino disponiendo desde su despacho lo que sea menester. Otra cosa es que no lo haga.

Esto, señor Sánchez, es como decir que qué hace un general que no se mete en las trincheras de la primera línea. Que también los hay -los hubo- y, por ejemplo, el general Asensio ponía sus puestos de mando tan junto al tango, que de él comentaba un subordinado: El día menos pensado va a meter su puesto de mando en el de Lister, como si fuese a jugar al ajedrez, certifica Rafael García Serrano en su Diccionario para un macuto.

También Franco -ya Generalísimo- visitaba frecuentemente los frentes, y más de un soldadito se vio sorprendido por su presencia en la primera línea. Por ejemplo, en la fase más dura de aquella, de por sí, durísima batalla del Ebro; o en la batalla de Brunete, donde Términus -nombre clave del cuartel general avanzado- llegó a estar copado por el enemigo.

Pero el puesto de un general no es la primera línea, se ponga el señor Sánchez como se ponga, y si la presencia de un general en la avanzada puede motivar a las tropas -y la de Franco lo hacía, ¡vaya si lo hacía!- el sitio del general es aquél que le permita ver, no el combate, sino la batalla. 

Y además, seamos sinceros, la presencia de Rajoy a pié de agua no va a animar ni a las ranas, señor Sánchez. La suya, evidentemente, tampoco y si ha ido a ver las inundaciones es para hacer creer a la gente que tiene memoria de pez -ya que de agua hablamos-, que ustedes, los socialistas hubieran resuelto la situación mejor. O quizá, señor Sánchez, para que nadie le recuerde que son ustedes, los socialistas, los que derogaron el Plan Hidrológico Nacional del último gobierno Aznar nada más llegar Zapatero -en tren de cercanías, ya usted sabe- a La Moncloa.

Y repito -como dije en la anterior entrada- que ignoro si aquél plan era bueno, malo o regular: lo que se es que ustedes lo derogaron sin establecer nada útil en contrapartida, y nada hicieron al respecto durante los casi ocho años que gobernaron.

O sea, señor Sánchez: que -sin que esto suponga la menor loa a don Mariano- usted estaría mas mono calladito y sin meterse en charcos. Y la prensa, tirando de hemeroteca.

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