Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 25 de septiembre de 2011

SOBRE LA SEÑORIAL POLÉMICA.

La que desde hace unos días se sucede, a cuenta de que don Alfredo Pérez Rubalcaba reclamase a un periodista que le llamase "señor Rubalcaba" en una rueda de prensa.

Entre otros muchos sitios, la noticia se recogía en El Mundo del pasado día 23, que lo relata así:

"Hola, buenos días, se está hablando mucho estos días del caso Faisán; Rubalcaba, me gustaría preguntarle...", ha iniciado el periodista hasta que el candidato le ha interrumpido. "Señor Rubalcaba, dice usted".

Y no hay periódico, radio -sobre todo la afectada directamente, COPE-, ni televisión más o menos derechista que no haga mofa de ello, buscando en el incidente un tinte de soberbia del candidato socialista.

Pero por esta vez -y creo que durante la campaña electoral no será la única, pues ayer mismo decía don Alfredo, según Público, que convendría centralizar las competencias policiales-, estoy de acuerdo con el señor Pérez.

En un artículo, en un editorial, en una charla radiofónica, en una tertulia televisiva en la que se cite a una persona, es admisible nombrarla sin tratamiento alguno. Pero dirigirse a alguien directamente, sin anteponer el don al nombre o el señor al apellido, es una falta de educación. Aquí y en Sebastopol.

Así es que, lo que a mi me gustaría, es que la prensa, la radio y la televisión estuvieran dando cuenta de qué sanción se le ha impuesto al periodista inculto, al que representa a su empresa de manera tan descortés, y al que hace gala de semejante chabacanería.

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