Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 16 de enero de 2012

SOBRE EL "PEOR QUE CARRILLO".

No es el estilo Nacionalsindicalista el de alegrarse de las desgracias ajenas.

En aquél, -tan próximo, tan vivo, tan nítido, tan actual- 1975, dicen las lenguas de doble filo que hubo mucho rojo, mucho memócrata, mucho liberal, mucho hideputa, que brindó con champán por la muerte del anciano General, que se murió por sí mismo y en una cama de hospital de la Seguridad Social que bajo su mandato crease José Antonio Girón de Velasco. Es lo que tiene la izquierda y la progresía, que sin champán no son nada.

No se si don Manuel Fraga brindaría o no; si se alegraría o no, de la defunción de Franco, en cuyo régimen había encontrado buen acomodo, pero que ya se aprestaba -no es momento de símiles con barcos y ratas- a abandonar. Con buena vista y buen olfato, o al menos eso creyó él.

El caso es que de don Manuel Fraga, fallecido hoy mismo, se pueden decir muchas y variadas cosas. En la prensa del día pueden encontrar las loas, en las que no tengo motivo para incidir. También en los blogs amigos pueden encontrar las verdades, porque las cosas fueron como fueron y no hay quien lo mueva, y mi camarada Álvaro lo cuenta en su Ballena Alegre.

Así es que, por mi parte, sólo me queda afirmar un par de cosas. Una, que -Dios me perdone, si hay de qué- me importa tres leches el óbito.

Otra, que Manuel Fraga nunca ha sido más que un buen segundo. Ahora le llamarán estadista, pero Fraga nunca ha sido más que el subalterno bien capacitado para hacer lo que le mandaban. Como Ministro de Franco fue eficaz -Ministro eficacia, le llamaron-, y efectivo. Como número uno no fue nadie. Su AP, luego refundada en PP, no logró avances significativos hasta que él se retiró del primer plano.

Otra cosa me queda por decir -ya la cuenta Álvaro Romero también- y es la frase que le dedicó un muy ilustre Teniente Coronel de la Guardia Civil: ese es peor que Carrillo.

Y ordeno que media columna en blanco cante sus logros políticos. Es lo mejor que puedo hacer para con quien no supo demostrar mejor su patriotismo que usando la bandera nacional para sujetarse los pantalones.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Y basta, que no hay que desperdiciar más sitio.

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