Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 23 de febrero de 2011

SOBRE MI 23-F.

Aquél día está grabado en la memoria de cuantos lo vivimos con edad suficiente para recordar, y dado que todos los periódicos, las radios, las televisiones y los payasos sin graduación se han puesto a gallear -a tres décadas vista- de lo demócratas que fueron; de lo heróico que fue su compromiso con las libertades -particularmente las suyas, claro está-; de lo mucho que hicieron por el fracaso del golpe, también diré lo que hice yo.
Sobre las seis y media de la tarde de aquél lunes, salía de ver el que ahora es mi domicilio. En la calle noté una turbamulta de coches policiales y sirenas, pero no supe nada hasta que al llegar a casa puse la radio. Tenía la costumbre de escuchar radio Intercontinental porque tenía boletines cada media hora y daba la noticia a palo seco, casi como salía de los teletipos, sin comentarios.
En cuanto supe lo que ocurría llamé a mi Jefe de Distrito de Fuerza Nueva. Él estaba trabajando, pero trataba de conectar con alguien que le dijera algo. Pero nadie dijo nada, lo que demuestra que la famosa trama civil -que la hubo, por supuesto- no correspondía a las entonces llamadas Fuerzas Nacionales.
La trama civil fue la de la propia UCD, el PSOE y el PCE, pues de los tres partidos había ministros en la lista de Armada. Difícilmente iba a existir una trama civil nacional, cuando el único diputado de Unión Nacional -coalición de Fuerza Nueva y Falange Española de las JONS-, Blas Piñar, fue retenido de igual forma que los demás, y no se le tuvo en cuenta para nada; y cuando a los militantes de ambas organizaciones no nos llegaron ni órdenes de nuestros mandos, ni solicitud de colaboración alguna.
Por mi parte, como no hubo ninguna consigna y tenía en casa tres personas mayores -y bastante asustadas, porque habían vivido la guerra-, me quedé allí, a la espera de unas órdenes que no llegaron.
Esto, por lo que hace a aquél día. Según se fueron conociendo cosas, fuimos muchos los que vimos que el golpe había sido un montaje en el que los Generales, Jefes y Oficiales que tomaron parte habían pagado el pato; que habían sido engañados y utilizados para otros fines.
Pronto dí en pensar que el golpe no sólo no había fracasado, sino que había sido un éxito. Éxito, obviamente, para quien lo diseñó y organizó. Éxito para quienes lograron que el terrorismo etarra se achantara durante un año; éxito para quienes pocos meses después llegaron a La Moncloa; éxito para quienes emprendieron la depuración del Ejército, convirtiéndolo en manso corderito -el que quiso Azaña, según doña Carmen Chacón-; éxito para quien pudo presentarse como adalid de la democracia.
Hace unos años leí a un idiota que afirmaba que la entrada de Tejero había sido una chapuza. Como a propósito de aquella estupidez escribí un artículo en La Nación, que refleja muy bien lo que sigo pensando, aquí lo transcribo, con la habitual precisión de que pueden verlo a tamaño completo pulsando sobre la imagen.

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LA NACION. NUMERO 134. DEL 18 AL 24 DE MAYO DE 1994
«Chapuza»

Como tal cosa —«chapuza»— calificó el locutor de no se qué emisora de radio, señor Herrero, en un programa sobre el «23-F» emitido por Tele-5, la actuación del Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina.
Es un comentario que se oye con cierta frecuencia últimamente aunque —eso sí— nunca formulado por un militar. La actuación del Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina siempre es juzgada por profanos, particularmente periodistas, lo que me mueve a considerarme tan capacitado como ellos para emitir opiniones.
Y mi opinión al respecto —sin tener, al igual que los famosos periodistas que expelen comentarios como churros, ninguna formación militar, ni en técnica ni en táctica— es que las maniobras ordenadas aquel día por don Antonio Tejero Molina, estuvieron muy próximas a la perfección.
Me explico. Nadie —sea periodista liberal o sea semianalfabeto— que haya tenido el gusto de leer un libro de Historia, puede poner en duda que lo que se suele denominar movilización y aproximación al objetivo, fueron perfectas, como lo demuestra el hecho de que nadie lo observó ni pudo oponer el menor impedimento.
Por lo que se refiere a la conquista y ocupación del objetivo, tampoco puede hacerse —seriamente— ningún comentario negativo. La conquista fue rápida; la ocupación, completa; la reducción e inmovilización del adversario, absoluta; los preparativos para la posterior defensa, perfectos; y la disciplina de las tropas, incontestable. Incluso los célebres disparos al techo, fueron una simple demostración de fuerza que hizo innecesaria una ulterior y —probablemente— más dramática violencia. El asalto al Congreso fue —desde el punto de vista técnico— un golpe de mano perfecto, en planteamiento y en ejecución.
Tal es mi opinión —absolutamente profana, como la de todos aquellos que hablan de «chapuzas»— sobre la habilidad táctica del Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina. No entro a opinar sobre la catalogación jurídica de los hechos, ni sobre su intencionalidad «antidemocrática». Sobre eso ya se pronunció el Tribunal correspondiente, y don Antonio Tejero Molina ha hecho, y sigue haciendo frente como un caballero, a las consecuencias de sus actos. A nadie se le puede pedir más.
Supongo que quienes hablan tan a la ligera de «chapuzas», consideran el asalto del Congreso como algo aislado, en vez de —como fue en realidad— una parte del todo. La parte principal del conjunto —la más llamativa, al menos— golpe de mano detonante de otras acciones, que no llegaron a ocurrir o se frustraron por el motivo que fuese. Acaso porque quienes lo planearan lo dejasen demasiado al azar, o tuviesen un exceso de confianza, o...
O acaso porque el golpe fuese preparado para resultar así. Así, precisamente, y no de otra forma. Se comenta que en aquellos momentos había en preparación no sé cuantos golpes en estado más o menos nebuloso de organización. Y mi modesta opinión es que alguien —alguien en un lugar suficientemente elevado, claro está— tuvo la brillante idea de aprovechar el malestar general, y la fidelidad a ciertas personas o Instituciones cuyo nombre se dejaría caer oportuna y gratuitamente en los oídos adecuados, para comprometer a los Generales, Jefes y Oficiales más prestigiosos y —por su rectitud— más temidos. Comprometerlos en una trama aparentemente bien tejida, pero —por falsa— condenada al fracaso, que serviría de «vacuna» y abortaría otros posibles intentos.
Puede que fuera así, o puede que no. Pero así lo pienso, y tengo el mismo derecho a decirlo que el Herrero a calificar de «chapuza» la perfecta maniobra del Teniente Coronel de la Guardia Civil don Antonio Tejero Molina.

***
Algo más quisiera decir, y es que no deja de parecer chocante tan abundante y procelosa celebración de lo que, por otro lado, califican de rotundo fracaso, como adjetivación menos descalificadora. ¿No tienen ustedes la impresión de que se esté conmemorando un gran fasto, un felicísimo suceso, una rotunda victoria? Yo si; y la victoria felicísima y fastuosa no puede ser otra que la definitiva entronización de este sistema partitocrático y trincón.
Y esto lo celebran todos. No sólo los medios de extrema izquierda, sino los de extrema derecha -para que nos entendamos, los liberal capitalistas tipo La Gaceta, la COPE, Libertad Digital...-, que se permiten alegrías adjetivadoras que producen vergüenza ajena y profundo asco por la falta de dignidad de los plumillas y charlatanes.
No he conocido personalmente a ninguno de los encausados por el 23-F. Sin embargo, mantuve una breve correspondencia con el Teniente General don Jaime Milans del Bosch, con motivo de ofrecerle EJE y de su caballerosa respuesta, y con el Comandante don Ricardo Pardo Zancada, con razón en el intercambio de publicidad de la revista Iglesia Mundo -que él dirigía a la sazón-, y de la citada EJE.
Ya ha quedado reflejada en las línea transcritas anteriormente mi opinión acerca del Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina, en cuanto a su portentosa capacidad militar y táctica. Sobre su categoría personal, basta leer la carta que él mismo dirigió al ABC y que quien guste tiene en este enlace.
Me queda por decir que el Excelentísimo señor don Jaime Milans del Bosch fue un caballero en toda la extensión de la palabra, siempre al servicio de España desde el glorioso episodio de El Alcázar toledano, donde estuvo como cadete, hasta el día de su muerte.
Y me queda declarar que en aquella jornada hubo, además, dos auténticos héroes: dos hombres que por compañerismo, por vergüenza torera, por dignidad, por patriotismo, por honor, fueron al Congreso a mostrar su apoyo a Tejero: el Comandante don Ricardo Pardo Zancada, y el Capitán de Navío don Camilo Menéndez Vives.

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