Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 5 de abril de 2010

SOBRE EL CENTENARIO.

El de la llamada Gran Vía, en Madrid, con el que tanto nos están dando la lata, acaso a falta de casos de corrupción, de prevaricación, de colaboración con banda armada, de manirroto derroche, de paro ascendente sin pausa y con prisa.
Esta Gran Vía ha conocido varios nombres y sobrenombres. Tuvo su gracia el apelativo de Avenida de los Obuses, con que los madrileños la butizaron durante la guerra porque el edificio de Telefónica -el más alto de Madrid entonces-, centraba la puntería de la artillería nacional, y la calle era el guá donde todos los pepinazos confluían.
Fue despues Avenida de José Antonio y con ese nombre la conocí siempre hasta la colonización sovietizante del difunto profesor Tierno, que le devolvió el nombre monárquico y el ambiente sucio y espeso.
Por eso, me quedo con el nombre que más de una vez le impuso el gran maestro Rafael García Serrano, y aquí está la placa simbólica:


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