Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 9 de agosto de 2012

SOBRE LA "EXPROPIACIÓN" DE SANCHEZ GORDILLO.

Que es como el mentado individuo definió -véase La Gaceta- el robo perpetrado por sus compinches mientras él les animaba y ejercía de payaso -primera acepción- para distraer al personal, según confesión propia que refleja también Público.

De vez en cuando, la involución de las especies nos obsequia con una joya como este tipo: un ejemplar vivito de australopiteco, de hombre del saco o de hombre de las nieves, cruzados a través de algún cromosoma perdido o triplicado, vaya usted a saber.

Don Juan Manuel Sánchez Gordillo -diputado autonómico de IU y alcalde de Marinaleda- debe estar tan cerca como parece de los primeros homínidos cavernarios. No sólo en su aspecto, sino en ese refrito de tópicos chinchineros y decimonónicos que él debe creer que son ideas.

(Entre paréntesis: no hablo de que sea más o menos agraciado físicamente, que de eso cada cual tenemos lo que nos ha tocado, sino de su evidente dejadez desdentada pese a tener dinero suficiente para irse -lo recordaba ayer Religión en Libertad, recuperando la información de La Gaceta- a Venezuela en clase business: 6.000 eurillos del ala).

Don Juan Manuel Sánchez Gordillo da la imagen del indigente borrachuzo y algo amenazante -ojo, señor fiscal, que digo la imagen-, o acaso lo que él cree que debe ser el aspecto de un rojazo de campanillas, con barba castrista y desgarbada y pelambre del sablista Marx.

Don Juan Manuel Sánchez Gordillo, que no parece tan viejo como para haber visto en acción a aquél Seisdedos a quien don Manuel Azaña -musa actual de aznares, zapateros y rajoys por igual- decidió obsequiar con tiros a la barriga, se mueve en la línea del anarquista comemundos y el rojillo de guardarropía.

En el fondo, don Juan Manuel Sánchez Gordillo, diputado comunista, alcalde comunista, presunto ladrón de supermercados comunista, no tiene más que esa imagen de cavernícola que ofrecer, porque sus ideas son como el eco del pato, inaudibles para el ser humano.

Sus ideas -por llamarlas de alguna forma- no llegan más allá de los tópicos de mitin socialista -ni siquiera había comunistas entonces- de los años veinte del pasado siglo, cuando el colmo del revolucionarismo era asaltar la finca de algún labrador acomodado, o la tienda de comestibles de un capitalista que trabajaba catorce horas diarias mientras los rojazos se emborrachaban en la taberna. Porque no tenían para garbanzos, pero sí para aguardiente.

Así, don Juan Manuel Sánchez Gordillo se ha decidido a colaborar con ladrones de supermercados -lo dice él, señor fiscal- porque las empresas que dan trabajo a unos miles de personas, en condiciones que los trabajadores alaban, son el capitalismo explotador y hay que requisarles los artículos.

No es nada nuevo. Ya en la anteguerra y sobre todo en los primeros días de la guerra -si, esa guerra que los socialistas de Zapatero se empeñaron en poner de actualidad- los bravos milicianos socialistas, comunistas y anarquistas se dedicaron a requisar lo que pillaban. Igual requisaban palacetes que perfumes; coches que sombreros; jabón de tocador, lencería femenina o prostíbulos. El caso era robar a manos llenas y sin que nadie les dijera una palabra, porque si se la decía le descerrajaban dos tiros. Rafael García Serrano lo cuenta maravillosamente en su Diccionario para un macuto, pero la papeleta es larga y me dispensarán que no la copie.

Y este cenutrio Sánchez Gordillo, como aquellos rojazos comeburgueses de los años veinte, se escandaliza porque se ordene su detención, a pesar de haberse declarado públicamente cómplice de robo. Dice, nada más y nada menos, que el ministro del Interior es un franquista de tomo y lomo por pretender llevarle a donde suelen acabar los delincuentes, que en los Estados de Derecho es la cárcel.

Sin embargo -y sin desearlo, evidentemente- este pobre rojazo pone las cosas en su sitio al preguntar por qué no se detiene a Botín y a otros banqueros que roban miles de millones, o muchos gerifaltes de los partidos que han robado a manos llenas, frases que combinadas con este otro exabrupto -es un franquista de tomo y lomo, y aunque diga que es un demócrata de toda la vida, por su actitud y por lo que hace es un franquista y un fascista-nos dan la medida de la auténtica realidad.

Porque en opinión del cómplice -presunto- de robo Sánchez Gordillo, un sistema en el que se meta en la cárcel a los banqueros y políticos delincuentes, y que entrulle igualmente a los ladrones de supermercados -no por hambre, sino por simbolismo-, tiene que ser un régimen franquista.

¿Queda claro?

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