Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 27 de octubre de 2011

SOBRE UN ANO-NIMO.

Primero copio, y después hablamos:

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jajaja, veo que los falangistas de hoy en día seguís siendo tan mariconas como José Antonio. Arriba España, y que os den por detrás, locazas


¡Pobre anónimo!. La has "cagao". Pero... ¿cómo te metes en estos jardines?.

Pueden pasar dos cosas. Que el General te ignore -no sería de extrañar, pues eres un mierda cobarde- o que te haga una dedicatoria. En tal caso puedes darte con un canto en los dientes, o con una estaca en el culo, porque pasarías al elenco de galardonados con una entrada en "Mi libre opinión" junto a Pepiño, Zerolo y demás ralea.

* * * * *

En efecto, como indica mi camarada Rafa España, no iba a prestarle atención al saco de pus anónimo que ha aprendido a usar las pezuñas para insultar. Pero, fiel a mi tradición de no censurar nada, ni a nadie -porque para eso soy falangista, y no un rojo de mierda, ni un demócrata liberal de guano-, voy a sacar un ratito para intentar convencer al gilipollas que no sabe ni cómo se llama, ni el apodo que le daban en el lupanar donde creció. Además, uno se debe a la afición.

Evidentemente, con estos desechos infrahumanos no vale razonar. Es inútil explicar que, aunque su incapacidad manifiesta para entender lo que es hombría, virilidad, señorío, le impida darse cuenta, José Antonio fue un señor, un caballero, un hombre al que sus enemigos respetaron; y eso que sus enemigos eran tan poco capaces de distinguir la hombría de bien como el gusano anónimo que ha regurgitado ese comentario.

A mi, falangista, no me molesta que un cabrón me llame maricona, porque se que no lo soy y que, en todo caso, no haces más que reflejar tus complejos de amanerado intelectual, si es que tienes de eso. A ti, anónimo, no te debe molestar que te defina como hijo de puta, porque sabes que lo eres. Hijo de puta, digo, que es condición personal; no hijo de una puta, que sería ofender a tu desconocida madre.

A mi, falangista, no me molesta siquiera que bales inmundicia sobre uno de los hombres más grandes que ha dado España. No puedes aspirar ni a intentar seguir su pensamiento y su conducta, y eso debe ser duro porque te certifica la estupidez que ya sospechas en tí. Eres como la zorra de la fábula, que denuncia las uvas por verdes, en vista de que no vas a alcanzarlas de ni coña.

A mi, falangista, ni siquiera se me ocurre decirte que le puedo demostrar a tu mujer -concubina, meretriz fija o esporádica, zorrilla para desahogo, pelandusca finisemanal...- si soy o no soy homosexual, porque ni loco se me ocurriría la menor aproximación a quien se roce con un macaco como tú. Y porque, para no salir corriendo nada más verte y oírte, ya debe andar la pobre desesperada y urgida, consecuencia lógica de ser un callo, o una zorra, cosas ambas que no me seducen, ni me tientan, ni me motivan.

A mi, falangista, ni siquiera se me ocurre denunciarte a tus leires, tus bibianas y tus zerolos, por homófobo, al usar como descalificación una condición sexual que te imaginas, dadas tus querencias. Es lo que tiene ser rojo, gilipollas y tonto del esfínter.

Y a mi, falangista, me da igual que tu seas puto o bardaje, maricona o locuela. Me da lo mismo que seas un saco de mierda, un gusano, un caracol -cornudo, rastrero, baboso y hermafrodita-, un cuatezón o un idiota; que seas un besugo o un pervertido; un tarugo ágrafo o un desgraciado ente bibiano.

Lo evidente, es que tienes la cualidad intelectual de un bolardo, cosa que -para que me entiendas-, equivale por mojón.

De lo cual me alegro mucho, porque contribuye a despejarme las dudas -pocas- que tenía de cara a un futuro cada vez más próximo. Teta me lo voy a pasar.

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