Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 17 de marzo de 2011

SOBRE LA SEGURIDAD NUCLEAR.

Uno de mis más recurrentes motivos de pesadillas es la Física de 6º de Bachiller. También el dibujo artístico -asunto para el que estoy tan dotado como un pedrusco-, la música de 2º de Profesorado de E.G.B., y la Lengua de 1º de lo mismo.
Pero lo que ahora me interesa resaltar es lo de la Física, y también aclarar -para que no se me tome por más tonto de lo que soy, que también uno tiene su corazoncito- que aquél Bachiller no se parecía en nada al de ahora, y el nivel que se nos exigía a los estudiantes de 15 ó 16 años puede ser equivalente al de los primeros cursos de las Facultades de hoy.
Digo lo de la Física de 6º de Bachiller para que resulte evidente que soy absolutamente lego en Física Nuclear -como en tantísimas otras cosas-, de la misma forma que lo son la inmensa mayoría de los periodistas y tertulianos -y, ni que decir tiene, políticos- que están perorando sobre el tema a causa de la tragedia de Japón.
Por supuesto, la gran masa de ciudadanía responsable y soberana es aún mas desconocedora de la materia que yo mismo, pero está claro que las tergiversaciones de la tele, la prensa, la radio y los partidos está haciendo su labor.
Porque si hay algo que -desde mi modesto punto de vista- está quedando claro, es que la energía nuclear es segurísima. Y me explico.
Las centrales nucleares de Japón han soportado, estoicamente, un terremoto que rozaba el límite superior conocido. No sufrieron ningún daño, y comenzaron a apagar los reactores de la manera prevista. Esto es: que se comportaron de acuerdo a lo que se esperaba de la seguridad instalada en ellas, y cumplieron las especificaciones establecidas en unas circunstancias absolutamente desacostumbradas. Incluso se comportaron mejor de lo previsto, que era un terremoto de 8 grados, cuando el acaecido fue de 9.
Luego llegó el maremoto, sin apenas tiempo de tomar medidas, que ha sido el causante de la destrucción de los generadores que debían surtir de energía eléctrica -las centrales se habían parado como exigía el protocolo en caso de terremoto- a los sistemas de refrigeración, los cuales, hasta ser destruídos por la ola gigante, habían funcionado a la perfección.
Esto, me parece, es un evidente indicio de que las centrales nucleares son perfectamente seguras en, por ejemplo, España. Porque España no es una zona sísmica especialmente sensible, y no cabe esperar un terremoto de esa magnitud, ni cabe esperar un maremoto correspondiente.
Y porque si en España sufrimos un terremoto de grado 9, o un maremoto que llegue hasta Burgos, Cáceres, o Guadalajara, lo que pase después con las centrales nucleares nos traería ya a todos al fresco.
La única duda -nada pequeña- es si en España somos actualmente capaces de tener todos los sistemas en condiciones, o si en vez de hormigón algún constructor y algún jerifalte avispados no pondrían arena, o si los generadores auxiliares no fallarían por falta de combustible y cosas similares.

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