Y digo el y no un, porque desde hace un par de días no hay más grupo terrorista -toma castaña- que el llamado Falange y Tradición, del que la Guardia Civil ha detenido a cinco miembros.
Miembros que la prensa no duda en identificar con nombre y apellidos, domicilio y edad; datos que obviamente no voy a reproducir aquí. Datos que -también obviamente- ha tenido que facilitar el organillo correspondiente del Ministerio del Interior, tan diligente a la hora de callar como... vaya ustedes ya imaginan, cuando los detenidos son terroristas de verdad.
Y calificación de terroristas que no se les cae de las linotipias, o del teclado, o del chirimbolo ese donde leen los presentadores de televisión.
A continuación, surgen de inmediato los desmarques de tales o cuales grupos que mejor es no citar. Incluso alguno que, de las palabras de su fundador, debía recordar aquello sobre la dialéctica admisible cuando se ofende a la Justicia o a la Patria. Pero, como el grupo detenido aunaba en su nombre los de Falange y Tradición, es evidente -deducen- que no es de los suyos.
Desde mi Nacionalsindicalismo confeso, me niego a llamarme falangista precisamente por estas cosas. Porque soy Nacionalsindicalista en lo ideológico, sí; pero soy franquista emocionalmente, siquiera sea por querer suponerme bien nacido. Y no puedo -ni me da la gana- olvidar el enorme esfuerzo, el heróico sacrificio, la imbatible bravura, de los Tercios de Requetés. En nuestra guerra, y durante un siglo antes.
Como franquista y como admirador de los requetés no tengo sitio en según qué grupos llamados falangistas, y a ello me atengo. El pensamiento Nacionalsindicalista no me lo pueden negar, porque es mío, libremente elegido, estudiado y comprendido.
Pero a lo que iba: resulta que -tras leer la desinformación de Público y otros muchos panfletos- a los detenidos se les achacan unas pintadas, unas amenazas y desperfectos en algún edificio o monumento guerracivilista. Todos ellos, como se ve, delitos de enorme importancia, verdaderamente terroríficos. Y está claro que no hay más, porque de haberlo ya lo airearían.
Crímenes a los que ruego me apunten. Porque -aunque hace muchos años que no lo hago, ya se sabe que los delitos contra la humanidad no prescriben, y esto de las pintadas debe tener esa consideración- de joven bien que le dí al rotulador. Al spray no, porque soy un manazas.
También me confieso incurso en el abominable delito de amenazar a algún tonto, algún inepto, algún hideputa. En este diario hay ejemplos, y búsquelos el fiscal si le place. Darle los enlaces sería demasiado, coño, que se gane el sueldo.
De la misma forma -sin detalles por evidentes motivos- podrían encontrar razones para entrullarme por ciertos desperfectos de ciertos tugurios. ¡Hala, busca, busca...!
Así es que ya sabe el señor RuGALcaba: a su disposición para lo que guste.
Miembros que la prensa no duda en identificar con nombre y apellidos, domicilio y edad; datos que obviamente no voy a reproducir aquí. Datos que -también obviamente- ha tenido que facilitar el organillo correspondiente del Ministerio del Interior, tan diligente a la hora de callar como... vaya ustedes ya imaginan, cuando los detenidos son terroristas de verdad.
Y calificación de terroristas que no se les cae de las linotipias, o del teclado, o del chirimbolo ese donde leen los presentadores de televisión.
A continuación, surgen de inmediato los desmarques de tales o cuales grupos que mejor es no citar. Incluso alguno que, de las palabras de su fundador, debía recordar aquello sobre la dialéctica admisible cuando se ofende a la Justicia o a la Patria. Pero, como el grupo detenido aunaba en su nombre los de Falange y Tradición, es evidente -deducen- que no es de los suyos.
Desde mi Nacionalsindicalismo confeso, me niego a llamarme falangista precisamente por estas cosas. Porque soy Nacionalsindicalista en lo ideológico, sí; pero soy franquista emocionalmente, siquiera sea por querer suponerme bien nacido. Y no puedo -ni me da la gana- olvidar el enorme esfuerzo, el heróico sacrificio, la imbatible bravura, de los Tercios de Requetés. En nuestra guerra, y durante un siglo antes.
Como franquista y como admirador de los requetés no tengo sitio en según qué grupos llamados falangistas, y a ello me atengo. El pensamiento Nacionalsindicalista no me lo pueden negar, porque es mío, libremente elegido, estudiado y comprendido.
Pero a lo que iba: resulta que -tras leer la desinformación de Público y otros muchos panfletos- a los detenidos se les achacan unas pintadas, unas amenazas y desperfectos en algún edificio o monumento guerracivilista. Todos ellos, como se ve, delitos de enorme importancia, verdaderamente terroríficos. Y está claro que no hay más, porque de haberlo ya lo airearían.
Crímenes a los que ruego me apunten. Porque -aunque hace muchos años que no lo hago, ya se sabe que los delitos contra la humanidad no prescriben, y esto de las pintadas debe tener esa consideración- de joven bien que le dí al rotulador. Al spray no, porque soy un manazas.
También me confieso incurso en el abominable delito de amenazar a algún tonto, algún inepto, algún hideputa. En este diario hay ejemplos, y búsquelos el fiscal si le place. Darle los enlaces sería demasiado, coño, que se gane el sueldo.
De la misma forma -sin detalles por evidentes motivos- podrían encontrar razones para entrullarme por ciertos desperfectos de ciertos tugurios. ¡Hala, busca, busca...!
Así es que ya sabe el señor RuGALcaba: a su disposición para lo que guste.