Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 24 de agosto de 2010

SOBRE LA PASTA DESCONOCIDA.

Pasta que, según los medios de comunicación, ha costado la liberación de los llamados cooperantes secuestrados hace bastantes meses por los terroristas islámicos, y que se eleva a entre cinco y diez millones de euros. Según -repito- la prensa, que recoge la información de medios islámicos. El Gobierno no dice palabra, o sea, que es verdad o la cifra se queda corta.
Cinco millones de euros -tiremos por bajo- a los que habría que añadir otro puñado en viajes, dietas, sobornos -si, sobornos- y bagatelas varias, que no me atrevo a cuantificar pero que supondrán otra pastita.
Dejémoslo en cinco millones, y admitamos que la fémina también secuestrada pero liberada al poco tiempo no supusiera un coste añadido porque, al ser mujer, los tolerantes islámicos sintieran vergüenza de pedir rescate por una pieza menor, y se conformasen con los réditos propagandísticos. Aunque no descartaría en absoluto que se hubieran occidentalizado lo suficiente para incurrir en el machismo de nuestra sociedad, que desde el Renacimiento ha sacralizado una devoción a la mujer -recuérdese el clásico las mujeres primero (niños ya casi no hay) a la hora de salvarse de cualquier peligro- que sólo en las últimas décadas ha decaído y, en consecuencia, también hubieran utilizado a la cooperante como mercancía rentable.
Pero atengámonos a los cinco millones, porque lo que me interesa saber es de dónde han salido. Espero que el señor Moratinos -habida cuenta de que no pasa nada con Marruecos- nos explique de qué partida presupuestaria han salido los cinco millones. Porque -supongo- habrán salido de los fondos destinados a cooperación internacional. Sin duda, mejor destino el de rescatar españoles secuestrados por los mismos a los que han ido a ayudar, que dedicarlos a los pies zambos del Congo o a la promoción del aborto. No pongo en la lista los agasajos a las lesbianas de Zimbabwe -o como se escriba- porque no recuerdo si ese asunto fue perpetrado por Moratinos o por Aído y no tengo la documentación a mano.
Porque a mi me parece muy elogiable el ansia cooperadora, el altruísmo, la generosidad desplegada por tantas oenegés. No llega a la altura donde han dejado el listón tantos misioneros -y misioneras, doña Bibiana-, pero para particulares sin graduación no está mal, siempre y cuando no me hagan pagar a mi las consecuencias de su altruísmo, porque si paga otro cualquiera es generoso.
Y -disculpen si opinan lo contrario- habiendo ya tantos organismos dedicados a la ayuda humanitaria, lo de montarse una ONG entre cuatro amiguetes me parece una cierta egolatría. Y marcharse a un lugar peligroso de excursión, para fardar, una estupidez. Máxime si, cuando los secuestran, me toca pagar a mi el rescate, además de lo que ya me obligan -vía impuestos- a pagarles en subvenciones a todos los que se montan un chiringuito cooperante, que acaso por ahí venga la floración epidémica de oenegés.
Pero, señores de oenegés varias que tanto se despepitan por ayudar a gentes que, en efecto, necesitan ayuda; pero que no la van a recibir porque antes de llegar les van a despenar a ustedes los contrarios a esos pobrecitos -que a su vez también necesitan ayuda-, o van a dinamitar las casitas o los pozos que les hagan en cuanto ustedes se vuelvan a casita: aquí mismo, a su lado, tienen muchas y buenas oportunidades de ser solidarios, humanitarios, cooperantes, ayudantes y lo que gusten.
No sean ustedes tan selectivos a la hora de ayudar; empiecen por lo más próximo. Empleen ustedes los fondos que les damos para crear cooperativas que permitan ganarse la vida a los negritos -subsaharianos, vale; pero negritos- topmanteros. Utilicen nuestras donaciones obligatorias para retirar del robo a turistas y a autóctones a las gitanitas rumanas -comunitarias, vale; pero gitanitas y rumanas- para mandarlas a la escuela y darles una posibilidad de futuro. Usen nuestra generosidad por decreto para dar cobijo a tantos emigrantes sin trabajo como hay por las calles o hacinados en habitaciones minúsculas; para dar de comer a tantos parados -extranjeros y españoles- que ya se ven reducidos a la caridad.
Fíjense, señores de oenegés varias, qué hermoso albergue se puede construir con cinco millones de euros, cuantas comidas se pueden dar con cinco millones de euros, y dejen de tocar los cojones haciéndonos pagar por su soberbia un rescate de cinco millones de euros.

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