Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 3 de mayo de 2011

SOBRE UNA EXPLICACION.

Después de leer el comentario de Carlos Fernández Ocón en mi entrada sobre la defunción de Bin Laden, y de un correo que me llega de mi camarada "von Thies", me queda la duda de si no me he explicado mal al respecto. Ando algo espesito ultimamente, y bien pudiera haber dado a entender lo que no es.

Así pues, quede claro que no me parece mal que a don Osama le hayan dado pasaporte de esta forma -o de cualquier otra que hubiera sido igualmente efectiva-, y que mi crítica se dirigía por un lado a las formas, desvergonzadas, y por otro a la hipocresía de un mundo que según quien mata se alegra o se irrita.

Bien muerto está el terrorista, y buen ejemplo el de Estados Unidos. Lo que quiero expresar es que, con este precedente de apoyos internacionales, decir lo contrario cuando el Estado que apiole terroristas sea otro sería una hipocresía.

Y la referencia a los GAL -la misma actuación- era hacia la ineptitud de quienes lo hicieron con el objetivo verdadero de trincar fondos reservados, chapuceros hasta en eso.

Conste, por tanto, que no estoy contra la actuación de USA, sino de la hipocresía de los que ahora apluden y se congracian con ellos, y hace unos meses -por ejemplo- callaban como meretrices y aceptaban que no se qué juececillo condenara a cuatro guardias civiles, por torturas a unos etarras a los que habían tenido que reducir por la fuerza.

Para que quede más claro: lo que siento hacia Estados Unidos hoy, es envidia del Gobierno que tienen.

SOBRE EL ASESINATO SELECTIVO.

Pues no; esta vez no es Israel, tan malo, tan odioso, el que ha cometido un asesinato selectivo o, por hablar claro, un crímen de Estado.

Esta vez es nada menos que la madre de todas las democracias, el amigo americano, los todopoderosos Estados Unidos de América, los que se han permitido asesinar a Bin Laden. Y digo asesinarlo porque -dice El País, citando a la agencia Reuters- el equipo de asalto tenía órdenes de matarlo, no de capturarlo.

Lo más curioso son las reacciones ante la desfachatez del terrorismo de Estado, no sólo ejercido, sino publicitado con orgullo. Y no sólo las -según la prensa y la tele- manifestaciones de júbilo en EE.UU., sino las declaraciones de personalidades tenidas por significativas.

Así -dice El País- David Cameron, el primer ministro británico, ha asegurado que se trata de "un gran alivio para el mundo"; el primer ministro israelí, Benjamin Netahyahu, ha declarado que la muerte de Bin Laden es "un triunfo atronador para las naciones democráticas que combaten el terrorismo". Según El Plural, la secretaria de Política Internacional y Cooperación del PSOE, Elena Valenciano, ha aplaudido el final del "líder simbólico del terrorismo internacional"; el expresidente Bill Clinton, quien dijo que es un momento "profundamente importante" para las personas de todo el mundo que buscan un "futuro común de paz y libertad", y además, felicitó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al equipo de Seguridad Nacional y a los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses que "han llevado a Osama bin Laden ante la justicia después de más una década de ataques asesinos de Al Qaeda".

Es decir, y resumiendo: que matar a un terrorista es un alivio para el mundo, un triunfo de las naciones democráticas, un hecho digno de apluso y felicitación.

Por cierto, que el concepto de justicia del señor Clinton es algo particular, y supone que llevar ante la justicia a alguien es lo mismo que pegarle un tiro en la cabeza.

Pero lo más llamativo es la declaración del señor Obama -que esta vez tomo de La Gaceta, por diversificar-: "Esta noche se ha hecho justicia."

Hasta ahora se suponía que hacer justicia implicaba detener a un acusado, llevarlo a un Tribunal, presentar pruebas inculpatorias, que los jueces naturales que correspondiesen dictaran la sentencia aplicable, y que las instituciones establecidad la ejecutaran. A partir de ahora, habrá que considerar como hacer justicia la decisión del poder ejecutivo de matar -o encarcelar- a alguien, sin juicio previo, sin posibilidad de defenderse -legalmente hablando-, sin defensor, sin abogados, sin jueces, sin recursos y sin apelaciones: aquí te pillo y aquí te mato, nunca mejor dicho.

¿Estoy afirmando, pués, que me parece mal lo que ha hecho USA con Bin Laden?

Pues no. Lo que estoy diciendo es -primero-, que estas cosas no se hacen con publicidad, con ruedas de prensa, con comunicados y con aplausos. Y segundo, que dejemos de una puñetera vez de ser tan hipócritas, y entendamos que los Estados tienen, a veces, que hacer cosas como esta.

¿Qué diferencia hay entre el asesinato de Bin Laden y los crímenes del GAL? En el fondo, ninguna. En la forma, lo que va de una operación realizada por profesionales -y no me refiero a la ejecución, sino a la preparación-, a una chapuza hecha por políticastros advenedizos.

Lo que estoy diciendo es que todos los Estados tienen -han tenido siempre- trapos sucios que lavar, y que hoy por ti y mañana por mí, porque a ver quien tiene ahora la cara dura de criticar a Israel por los asesinatos selectivos contra terroristas palestinos, o quien la tendría para criticar al Gobierno español si hiciera lo mismo -exactamente lo mismo- con los etarras.

Pues eso: menos hipocresía.

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