Dice la prensa que a un fulano llamado Eduardo Mendoza le han dado el premio Princesa de Asturias de las Letras 2025.
Como suele ocurrirme, no he tenido el disgusto de leer nada de este individuo, más allá de una entrevista a raíz de ganar el premio Planeta en 2010, y la mierda de panfleto -que algunos cabrones llamaron novela- por el cual se lo dieron: una cosa titulada Riña de gatos. Madrid 1936.
La cosa catalogada como novela si la leí, y la borré inmediatamente porque temía que la bilis, la envidia y la hideputez del presunto escritor se le contagiara a otras obras. (Evidentemente, modo ironía "on", no vaya a caer por aquí algún progresista a la moda diciendo que eso no es posible, porque a él se lo ha dicho Perico el de los Palotes o cualquier otro ababol).
La entrevista fue en Público, y el enlace ya no funciona, tal vez porque los rojillos no tengan clientela suficiente para permitirse un puto disco duro donde guardar sus porquerías, bien porque prefieran borrar sus huellas.
En cambio, lo que escribí a cuento de la entrevista al cuatezón de marras, multipremiado como corresponde en este basurero irracional antes llamado España, si lo tienen ustedes disponible aquí mismo, porque a continuación lo voy a transcribir, y también en el mismo sitio donde se publicó originalmente, porque yo no soy rojo, y por lo tanto no tengo nada que ocultar.
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SOBRE UN EDUARDO MENDOZA.
lunes 18 de octubre de 2010
Que dicen que es escritor, y hasta que ha ganado el premio Planeta con una cosa titulada Riña de gatos. Madrid 1936.
Nada extraño, si tenemos en cuenta el lamentable declive de esa editorial que fue un referente de señorío y ecuanimidad, convertida ahora en lo que a la vista queda, con su presidente en los tribunales acusado de facilitar un plagio de Camilo José Cela.
Este tal Eduardo Mendoza -que lo mismo podría ser un Juan Lanas o, más castizamente, un don nadie-, se permite decir -en entrevista que le hacen en Público- de José Antonio Primo de Rivera que era "alguien con un interés intelectual y humano tan escaso..."
Obviamente, el señor Mendoza es tonto. Es -más que tonto-, necio con máster, soplagaitas sumo, tontolaba engreído, cretino cum laude, necio máximo.
José Antonio fue el único intelectual que le dio a la Segunda República una legitimidad de origen de la que legalmente hubiera carecido sin él: la de que todo hecho revolucionario -en tanto que subversivo del orden constituido- genera su propia legitimidad. Fue -según Jordi Pujol, nada sospechoso según creo- el único político español que había entendido a Cataluña. Fue -dicho por sus oponentes en los tribunales- un brillante abogado. Fue un hombre que -sobre todo uno que se llame escritor tiene que saberlo- dejó páginas hermosísimas desde un punto de vista meramente literario.
Lo que ocurre, es que José Antonio fue un intelectual al que se le entendía; que tenía tal capacidad y tal cultura, que se hacía comprender por cualquiera, lo mismo los intelectuales encumbrados que los campesinos y obreros tan queridos por él. Acaso este señor tonto Mendoza piensa -es un decir, vaya- que un intelectual es el que hace el programa político del PSOE o del PP, esos montones de palabrería de los que nadie saca nada en claro. Y entonces -entonces sí- José Antonio le resultaría de poco interés, porque quien tiene un cerebro viciado de estereotipos es incapaz de valorar la claridad, el rigor intelectual, el pensamiento recto y firme.
En cuanto a lo humano, José Antonio fue -según sus enemigos- un hombre ecuánime y valiente. Defendió la memoria de su padre -cosa que suelen hacer los hijos cuando lo conocen-, de pensamiento, en las Cortes; y, cuando resultó necesario, de obra, abofeteando a un General en plena calle, o saltando sobre tres filas de escaños en el Congreso, para enzarzarse con el maledicente. Pero ello no fue obstáculo para que, cuando era de justicia, le ofreciera su mano al enemigo.
Evidentemente, José Antonio no tuvo el interés humano de una vida trufada de escándalos, porque mantuvo en la mas estricta privacidad lo que no concernía a la actividad pública. Si este cretino Mendoza considera el interés humano por el número de concubinas conocidas, o de escándalos de cuernos, o de trifulcas públicas, José Antonio no le puede llamar la atención.
Añade después el capón Mendoza: "Es un personaje que me parece interesantísimo, aunque todos los historiadores coinciden en apuntar que era un memo."
Pero, ¿tu sabes leer, necio Mendoza? Aquí, el único memo eres tu, ababol. Cualquier historiador será más o menos favorable, pero a ninguno en absoluto le ha parecido un memo. Al contrario: por muy enemigos ideológicos que sean, todos coinciden en resaltar lo fascinante del personaje. Incluso tú mismo lo confiesas, mamarracho: un personaje que me parece interesantísimo. Te contradices porque ni siquiera en tu condición de caracol -rastrero, baboso, hermafrodita y cornudo- puedes sustraerte a la realidad.
Y por último, lo que te define: "Lo único que hizo con acierto estratégico fue morirse a los 33 años."
Eso es, botarate Mendoza: se murió. ¿De gripe? ¿De infarto? ¿De tuberculosis, aún no erradicada por la Sanidad del Régimen de Franco?
Se murió. Y se queda tan ancho el hideputa, a ver si cuela y la gente se olvida de que fue fusilado -asesinado tras una farsa de juicio, mucho más ajeno a la legalidad que los que dicen que eran ilegales en el franquismo-, condenado sin prueba alguna por delitos que no pudo cometer porque llevaba preso -preso político- desde varios meses antes.
Ahí te retratas, mentecato. Se te nota la piel de zorra que, fracasada en el intento de alcanzar las uvas, se quiere convencer de que están verdes. Y aquí, lo único verde que hay eres tu.
Verde de envidia verde.