Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 10 de mayo de 2010

SOBRE LO QUE NO SE VA A HACER.

Mi camarada Ismael Medina, en artículo -tan excepcional como siempre- publicado en Vistazoalaprensa el 6 mayo 2010, ("O se cambia radicalmente de rumbo o nos vamos al cementerio de la Historia"), termina con la exposición de las medidas a tomar si queremos salvarnos de la crisis. No sólo la económica, sino la moral, social e histórica, acaso menos evidentes tras las llamaradas de la economía, pero mas letales a largo plazo. Y responsables, en buena medida, de aquella.
Como sería necio querer decirlo mejor, copio literalmente el último apartado de Ismael Medina:

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LO QUE CONVENDRÍA HACER Y NO SE HARÁ


¿Y qué acciones serían indispensables para remontar la crisis con solidez, aunque no de inmediato? Enumero algunas de ellas:
Recuperación de los valores morales, acordes con nuestra historia y nuestra cultura, sin los cuales la sociedad se convierte en masa insolidaria y será refractaria a asumir los sacrificios exigibles para salir del pozo.
Revisión a fondo de las estructuras de la enseñaza, desde la primaria a la universitaria, en todos cuyos estamentos prime la igualdad de oportunidades basada en la calidad y en la competitividad. Y con criterios homogéneos para toda la nación.
Reforzamiento de la familia como unidad básica de la organicidad social y su indispensable contribución a un espontáneo crecimiento demográfico, una de sus funciones fundamentales, sin el cual se avanza hacia el suicidio.
Plena independencia de la Justicia, ajena a interferencias y dependencias de partido y también ayuna de asociacionismos ideológicos.
Unidad fiscal para toda España, mediante la recuperación para el Estado de la plenitud de competencias e incluso la supresión de fueros como el de Navarra o los privilegios vascongados.
Reducción del Estado de las Autonomías a una funcional descentralización administrativa y supresión del tinglado político.
Disolución de todas las agencias, observatorios, empresas y demás entes clientelistas creados por los gobiernos taifales, diputaciones y ayuntamientos, y cancelación de contratos con todos sus dirigentes y plantillas de enchufados.
Un sistema de paro de carácter general similar al sueco, por ejemplo, que implique la pérdida del seguro de desempleo o similares si se rechaza por segunda vez el puesto de trabajo ofrecido.
Reducción de los cargos políticos ministeriales al ministro, subsecretario y jefe de prensa, y atribución a funcionarios de carrera del nivel adecuado de direcciones generales y demás, así como los delegados del gobierno en provincias, antes gobernadores civiles, según el sistema establecido en otros países y gracias al cual las administraciones públicas siguen funcionando aunque se produzcan crisis prolongadas de gobierno. Mecanismo que conlleva la eliminación de asesores y cualesquiera otros cargos de libre designación.
Supresión y concentración de ministerios con criterios de funcionalidad, amén de un tope a la retribución de sus altos mandos que no supere más de dos veces el salario de un funcionario del máximo nivel.
Eliminación de los cuerpos policiales autonómicos y su integración en el Cuerpo Nacional de Policía y en la Guardia Civil, en igualdad de condiciones.
Reforzamiento moral, operativo, estructural y dotación de las Fuerzas Armadas en consonancia con su misión de defensa de España y los riesgos exteriores latentes a su integridad. Exigencia asimismo de una reserva acorde y periódicamente entrenada, indispensable una vez suprimido el servicio militar obligatorio.
Eliminación del Senado por inservible e inútil caja de resonancia del Congreso de los Diputados.
Supresión de toda suerte de privilegios, sean cuales sean, a los diputados y emolumentos similares a los de un funcionario de alto nivel.
Supresión de las aportaciones del Estado a los partidos políticos. Un sistema, en todo caso, similar al de la casilla para la Iglesia en la declaración del IRPF.
Supresión asimismo de las aportaciones del Estado y otras públicas a las centrales sindicales.
Reforma a fondo del sistema financiero que, además, conlleve el bloqueo de remuneraciones escandalosas.
Reforma del sistema electoral que apareje la responsabilidad directa de los elegidos con las circunscripción por la que se presentaron.
Reforma del Código Penal en concordancia con las formas delictivas actuales y con la severidad indispensable en la índole de las penas y en su riguroso cumplimiento, incluida la cadena perpetua, revisable o no.
Revisión de los créditos a gobiernos extranjeros y de las subvenciones a asociaciones, ONGs, fundaciones, etc. que estén directa o indirectamente vinculadas a partidos políticos, aparatos sindicales u organizaciones internacionales, al menos mientras dure la recesión.
Retorno al sistema de capitalización del sistema de pensiones y recuperación por los pensionistas de los derechos consolidados que les fueron sustraídos.
Libertad para elegir la edad de jubilación, siempre con revisiones que aseguren su capacidad para el quehacer que desempeñan.
Una política migratoria que sólo admita a inmigrantes con contrato de trabajo legalizado y el compromiso de integración en nuestra sociedad.
Participación de los trabajadores en los resultados de las empresas, tanto positivos como negativos, como factor de estímulo a la productividad.
Y sobre todo, la ejemplaridad de los gobernantes. Si como alecciona un adagio francés, al que me he referido en más de una ocasión, el pescado se pudre por la cabeza, para terminar con la corrupción de la que la cabeza ha contagiado a las instituciones y a la sociedad, ha de comenzarse por sanear la cabeza mediante la eliminación de sus partes podridas.
No se me oculta que decisiones de esta naturaleza, indispensables para no caer en el abismo y para que España no se fragmente, requerirán una nueva Constitución. Ni tan siquiera su reforma parcial. No se trata de elecciones anticipadas que se reclaman ahora y en poco o nada cambiaran las cosas, sean cuales sean sus resultados. Hay métodos para afrontar el reto con voluntad y espíritu de salvación. O se coge a este resabiado morlaco por los cuernos o el morlaco nos festoneará el cuerpo con sus pitones y nos llevará al hule de la enfermería para salir de ella hacia el cementerio de la Historia en la carroza fúnebre del Nuevo Orden Mundial.

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