Porque ya avisé de que acaso me tendría que comer mis palabras, y es el momento llegado.
El Barcelona salió a intentar jugar -no mucho, pero menos da una piedra-; a calentar el partido y a hacer su teatro. Lo hizo bien, y ganó.
Sigue el Real Madrid acomplejado, acongojado y acojonado ante el Barcelona. Salió a perder, y lo hizo perfectamente.
No hay ninguna culpa que echar al árbitro ni al teatro barcelonista, que lo hubo y mucho, pero eso también forma parte del juego. El equipo que sale al campo sin intención de atacar, de ganar, de arrollar, ya tiene el partido perdido y con todo merecimiento.
Lamento no coincidir con mi camarada Álvaro -véanse los comentarios a la entrada de ayer- en lo que respecta al señor Mouriño. Mouriño es al futbol lo que Garzón a la judicatura y Zapatero a la política: una estrellita que pone el equipo al servicio de su ego, lo mismo que el otro pone la Ley y el de allá el Estado. Ni el Real Madrid, ni la Justicia, ni España merecen individuos así.
Espero, eso sí -como Álvaro y Soldado Vikingo- que a pesar de las payasadas de Mouriño, el Real Madrid recobre su espíritu y sepa plantar cara al adversario como siempre ha hecho. Ganando o perdiendo, pero con dignidad y señorío.
Y después de dicho esto, creo que lo que corresponde hoy -precisamente hoy- es decir ¡Hala Madrid!