Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 28 de abril de 2011

SOBRE LO QUE DIJE AYER.

Porque ya avisé de que acaso me tendría que comer mis palabras, y es el momento llegado.

El Barcelona salió a intentar jugar -no mucho, pero menos da una piedra-; a calentar el partido y a hacer su teatro. Lo hizo bien, y ganó.

Sigue el Real Madrid acomplejado, acongojado y acojonado ante el Barcelona. Salió a perder, y lo hizo perfectamente.

No hay ninguna culpa que echar al árbitro ni al teatro barcelonista, que lo hubo y mucho, pero eso también forma parte del juego. El equipo que sale al campo sin intención de atacar, de ganar, de arrollar, ya tiene el partido perdido y con todo merecimiento.

Lamento no coincidir con mi camarada Álvaro -véanse los comentarios a la entrada de ayer- en lo que respecta al señor Mouriño. Mouriño es al futbol lo que Garzón a la judicatura y Zapatero a la política: una estrellita que pone el equipo al servicio de su ego, lo mismo que el otro pone la Ley y el de allá el Estado. Ni el Real Madrid, ni la Justicia, ni España merecen individuos así.

Espero, eso sí -como Álvaro y Soldado Vikingo- que a pesar de las payasadas de Mouriño, el Real Madrid recobre su espíritu y sepa plantar cara al adversario como siempre ha hecho. Ganando o perdiendo, pero con dignidad y señorío.

Y después de dicho esto, creo que lo que corresponde hoy -precisamente hoy- es decir ¡Hala Madrid!

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