Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 7 de junio de 2010

SOBRE LA FIABILIDAD DE "PUBLICO".

Lo tenía un poco abandonado ultimamente, porque cada vez que miro Público -ejercicio que me impongo como deber casi diario, como con toda la prensa significativa de un cierto sector- me entra la risa floja, me descuajaringo, me desternillo, me parto, y así es muy difícil escribir.
Lleva este público -con minúscula, que es adjetivo- una temporada de lo más humorístico, contando truculentas historias en las que cambia a los protagonistas, vuelve por pasiva la verdad, y adjudica a los malísimos nacionales las tropelías que en realidad cometieron los suyos, los rojos.
Pero en un artículo que titula "El legado de una familia franquista", y que tiene fecha del 5 de junio, demuestra lo que es este papelito.
Se trata de que -subtitula- Cultura compra los archivos personales de Severiano y Rafael Martínez Anido. Lo cual le sirve al necio que firma (PEIO H. RIAÑO), para hacer un recorrido -a su aire, claro; esto es, contaminado hasta la podredumbre- de la trayectoria profesional del general Martínez Anido, del que dice que era "militar de méritos en Filipinas y Marruecos", pero "se ganó las glorias en 1917 aplicando mano dura como gobernador militar en Barcelona durante las primeras manifestaciones obreras"; y que "fundó el sindicato libre, que junto con los servicios de la policía, trituraron a la CNT".
También, aunque el general estaba en Francia, exiliado, le moteja de golpista porque mantuvo correspondencia con un diplomático -Pepe Quiñones de León- también golpista, claro. Otro dato a favor de considerar como un tremendo ogro al general Martínez Anido -para Público- es el de haber enviado una carta de pésame a Alfonso XIII, por la muerte del infante Alfonso.
Y, por supuesto, la tremenda prueba acusatoria de haber recibido cartas de disculpa de Unamuno y de Lerroux en las que -siempre según Público- "el pánico se cuela entre las líneas".
Mucho me extrañaría que el Unamuno -que se las tuvo tiesas con Millán Astray, en mi opinión equivocadamente, con cierto aire de catedrático tiquismiquis; pero tiesas- le tuviera pánico a un general ya anciano y a dos pasos de la muerte.
Una pena que el propio articulista escriba, textualmente, lo que sigue: La palabra se hace de nuevo amenaza con los aterrorizados escritos del cordobés Lerroux, quien, a salvo en Portugal, pretendía garantizarse un retorno a España sin consecuencias, después de haber sido presidente de la República.
Pues así es toda la presunta información del periodiquito peripatético, como esta presidencia de la República que Lerroux jamás ejerció. Esas son las informaciones, los descubrimientos, las fuentes contrastadas, las verdades que cuentan los rojos de mierda.
Y lo peor es que, tras los últimos 30 años largos de mala educación, de educación para el sectarismo, de educación corta de ideas y larga de antipatías, de educación inculta, cuando vayamos cascando los pocos conocedores de la verdad que aún quedamos, estas cosas colarán como buenas.
Ya lo hicieron otra vez, con cierto éxito. Léase 1984, de Orwell. Nada nuevo bajo el sol.

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