Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 17 de febrero de 2009

SOBRE LA DESMEMORIA HISTERICA.


Porque memoria -según verá quien lea- no puede ser, e histórica aún menos.
Dice 20 Minutos -y tambien Público, entre otros panfletos- que el alcalde de Barcelona, un tal señor Hereu al que es de esperar que conozca su virtuosa madre y su no menos santa esposa, afirma que la demolición del monumento dedicado a José Antonio Primo de Rivera en la dicha ciudad, es aplicación de la ley zapatera, la cual establece la retirada de escudos, insignias, placas y otros elementos conmemoativos de la sublevación militar franquista y de la posterior represión.
Evidentemente, ni a los del cuartillo de hora ni a los del peripatético les llama la atención ninguno de los siguientes hechos:
Primero: que José Antonio no se sublevó, ni se unió al Alzamiento, ni tomó parte alguna en él. Por una razón sencilla y comprobable: ustedes, los rojos -Bermejo y Zapatero dixit- lo tenían encarcelado desde unos meses antes.
Segundo: aunque hubiera existido la represión que ustedes dicen, José Antonio no pudo tener parte en ella por una obvia razón: que ustedes, los rojos, le habían asesinado unos años antes.
Dicho esto, y a riesgo de desorientar a los posibles lectores, debo declarar que me alegro de la desaparición de ese monumento.
Porque esta Barcelona separatista y cateta, hortera y snob de hoy, no merece tener en sus calles el nombre de José Antonio.

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