Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 31 de marzo de 2015

SOBRE LA ANTICIPACIÓN DE UN SEÑOR ANSON.


El señor Anson es el único monárquico de España. Lo fue cuando serlo era la forma de destacarse, en vista de que su vulgaridad le incapacitaba para destacar, que no es lo mismo. Entonces -cuando Luisito se destacaba- había en España, desgraciadamente, dos monárquicos: él -lo cual nos importaba a todos tres leches- y Franco.

Ahora, el señor Anson escribe esto en su columna de El Mundo de hoy:

EL DÍA 18 de octubre de 1992, Don Juan III recibe en la Clínica Universitaria de Pamplona a dos redactores del Diario de Navarra, Javier Errea y Santy Mendive, y les dice: «Veo a España mal, algo desgarrada y con su unidad amenazada». Se anticipaba así en más de 20 años al órdago secesionista de Arturo Mas y Oriol Junqueras.

¡Menuda anticipación, Luisito! ¡20 años!. Realmente pasmosa la anticipación del difunto Juan tres palos, habida cuenta de que habíamos sido cientos de miles los españoles que -desde el nivel de la calle, y sin un mal palacete que llevarnos a las entrevistas con los consejeros- lo habíamos venteado hace exactamente 40 años. Algunos hubo que lo vieron venir antes, y lo escribieron, y algunos lo dijimos de palabra ya en 1976, y empezamos a decirlo, por escrito, en 1977. Concretamente en la revista Fuerza Nueva, y después en la sección del Escaño Nacional de El Alcázar, y luego en EJE, y a continuación en La Nación y ahora en este blog. 

Hablo de mi trayectoria personal porque no quiero meter a nadie en líos pero, evidentemente, no he sido el único. Ni mucho menos. Así es que podríamos decir -puedo decir- que en lo que a anticipación se refiere, le hemos dado sopas con honda al difunto no rey. A Luisito Anson, por supuesto, también.

Y eso que el pobre Luisito, tan monárquico, intenta colarnos aquél patético manifiesto de 1945 como prueba de larga lucidez política. En aquél año, el Conde de Barcelona -el mismo que en 1936 se había presentado ante el General don Emilio Mola Vidal vestido con camisa azul y boina roja pidiendo incorporarse a los, en palabras de Anson, "secuestradores de la soberanía nacional"- clamaba por la aprobación inmediata, por votación popular, de una Constitución política; reconocimiento de todos los derechos inherentes a la persona humana y garantía de las libertades políticas correspondientes; establecimiento de una Asamblea legislativa elegida por la Nación; reconocimiento de la diversidad regional; amplia amnistía política; una más justa distribución de la riqueza y la supresión de injustos contrastes sociales.

Pero -añade Luisito- gobernaba España el dictador Francisco Franco, que encarnaba un régimen profundamente totalitario. Vencedor en 1939 de la guerra incivil, el caudillo, amigo del fürher Hitler y del duce Mussolini, era el amo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire y de todos los resortes del Estado, sin excepción. Don Juan fue perseguido hasta la náusea.

Pero el dictador Franco presentó a los españoles, para su ratificación mediante el voto, la Constitución que tomó el nombre de Leyes Fundamentales. Varias Leyes, entre otras cosas porque es absurdo meter en el mismo saco la exigencia de que el heredero al trono sea preferentemente varón -cuestión de poca importancia para el Estado y para los españoles- y la unidad nacional.

El dictador Franco llevó a las Cortes -la asamblea legislativa elegida por la nación a que aludía el no rey Juan- el Fuero de los Españoles, que reconocía "los derechos inherentes a la persona humana" -incluyendo el derecho a un salario mínimo suficiente para el desarrollo de la vida familiar, consignado casi veinte años antes en el Fuero del Trabajo- y las "libertades políticas correspondientes" a los ciudadanos que no se ven sometidos a las castas parasitarias de los políticos profesionales.

El dictador Franco favoreció la conservación de las diversidades culturales regionales, recomendando a la Sección Femenina la recuperación de un folclore que casi desaparecía; y -pasados los primeros momentos en que los catalanes hartos de separatistas acuñaron aquello de la lengua del imperio- se celebraron certámenes literarios en catalán o gallego. En lo que ahora llaman euskera no, porque no existía. El actual euskera no es sino el batúa, refrito de diversos dialectos vascongados realizado por una comisión de lingüistas en plena época de Franco. Véalo el señor Anson, si no me cree, en la hemeroteca de su antiguo periódico; la de ese ABC del que le echaron por causas que no conozco, pero imagino.

Para Luisito Anson, Franco era amigo de Hitler y de Mussolini. Se comprende que, dada su provecta senectud, el monárquico juanista no se acuerde de que Hitler prefería un dolor de muelas a entrevistarse con Franco -tanta era la amistad que se tenían, Luisito- y de que Mussolini -menos alejado que Hitler del carácter hispano- podía resultar más simpático como Jefe del Gobierno de la monarquía italiana.

Y claro: como Franco no llamó al Conde de Barcelona para regalarle la corona que su señor padre, Alfonso XIII el huidizo, había arrojado por el camino de Cartagena, el triste Juan sin tierra fue perseguido hasta la náusea.

Mira, Luisito: a ese Juan III que nunca existió en España sólo lo recordaban tres aficionados a la Historia, dos desocupados de algún casino de pueblo, cuatro monigotes como tu y, desgraciadamente, el Excelentísimo señor D. Francisco Franco. Eso es lo que le debía doler al Conde de Barcelona: el que nadie le hiciera el menor caso, el que España se hubiera olvidado de su efigie y de su nombre, al mismo tiempo que olvidaba la miseria, la marrullería política, el clasismo infundado de la monarquía alfonsina; los robos, desmanes y asesinatos de la república que nos dejó su señor padre.

Marrullería política, clasismo; robos, desmanes y asesinatos que ese Juan sin tierra al que Luis María Anson le concede un ordinal que nunca tuvo, estaba empeñado en devolvernos. Porque lo que él quería era reinar. Reinar a costa de lo que fuera, incluso de volver a España de la mano de los socialistas que habían asesinado a tantos monárquicos, de los republicanos que habían echado a su padre. Reinar aún a costa de la secesión nacional, porque en su camarilla nunca hizo ascos a los separatistas.

Franco lo sabía; se lo vio venir -era mucho D. Francisco para tan poco Juanito- y Juan de Borbón no pasó de ser el eterno pretendiente de una Corona fenecida. Por mucho que su hijo -en uso de las prerrogativas de Jefe de Estado que le otorgó el pueblo español a propuesta del Generalísimo- le mandara enterrar en El Escorial con la inscripción «Ioannes III, Comes Barcinonae», Juan III, Conde de Barcelona.

Pues te jodes, Ansón que insulta muertos y difama héroes, que no pudo poner Ioannes III, Hispoaniarum Rex.

Porque nunca lo fue.

martes, 24 de marzo de 2015

SOBRE LAS CONSTRUCCIONES NAZIS EN ARGENTINA.

Según nos cuenta La Gaceta, un equipo del Centro de Arqueología Urbana (CAU) informó haber hallado tres edificios levantados por los nazis en medio del parque Teyú Cuaré de la provincia argentina Misiones.

Y añade: la aeronáutica nazi generó un proyecto secreto de construcción de refugios para que los más altos jerarcas nazis pudieran esconderse allí tras una derrota", comunicó a 'Clarín' el director e investigador del CAU, Daniel Schávelzon. Los investigadores llegaron a tal conclusión tras haber hallado varios objetos como porcelana y monedas alemanas de los años 1938 y 1944, lo que indica que la construcción pudiera pertenecer a los nazis.

¡Menos mal!. Los investigadores aportan pruebas incontrovertibles, incontestables, nítidas: hay porcelana, y monedas alemanas fechadas entre 1938 y 1944.

Ahora, me gustaría qué pueden decir sobre mí los arqueólogos urbanos argentinos, teniendo en cuenta -no hace falta que vengan a mi casa, ya se lo cuento yo- que tomo mi café en una taza que dice que está hecha en Ucrania, que tengo monedas de la monarquía alfonsina, algún billetejo de la Segunda República -de aquellos que eran como estampitas y valían exactamente eso-; y también monedas argentinas, entre algunas cosas más.

¿Soy acaso un ucraniano partidario de la república de Alfonso XIII en Argentina?. ¿Soy un argentino que quiere establecer la monarquía alfonsina en Ucrania?.

Se lo pongo más fácil: tengo también -cuidadas con el máximo esmero- un par de monedas de la feroz dictadura franquista; de aquellas de 500 pesetas de plata, así es que mi casa debe ser un búnker fascista.

Abierto, por supuesto, a camaradas, y cerrado a investigadores idiotas.

sábado, 21 de marzo de 2015

SOBRE LAS CUESTIONES MORALES DE DOÑA CRISTINA CIFUENTES.

Señora Delegada del Gobierno en Madrid y candidata a presidir esta Comunidad Autónoma por el PP que, en declaraciones en la COPE ha dicho -más o menos- que el aborto es una cuestión moral de cada uno.

Partiendo del hecho científico -nada de moral ni de religión, sino pura ciencia- de que el feto tiene características genéticas únicas e irrepetibles desde el momento de la concepción, doña Cristina está afirmando que lo del asesinato es una cuestión de la moral de cada uno.

De forma que -como los tontos se repiten interminablemente- me veo en la obligación de responder lo que acostumbro: que aprueben una Ley declarando que es un derecho de cualquier ciudadano el de pegarle dos bofetadas a los Presidentes del Gobierno, y dejen a mi moral particular la elección de ejercitarme con don Mariano.

SOBRE UN BOTARATE SOCIATA EN ZAMORA.

Botarate que resulta ser alcalde de Puebla de Sanabria (Zamora) y senador del PSOE, y dicen que se llama José Fernández Blanco.

Este mamarracho no ha tenido mejor ocurrencia que decir lo siguiente, según La Gaceta: "Tenemos muy claro para qué estamos aquí, para que ustedes no nos pongan en el paredón, no nos peguen dos tiros y no nos echen de la provincia", refiriéndose a la presencia de su partido en las elecciones municipales que se nos están cayendo encima.

Este mamarracho sociata es uno de esos tontos que, en un concurso de tontos, quedaría segundo. Por tonto. Tan tonto, como para hablar de paredones y de tiros poniéndose de víctima, cuando todo el mundo -incluso él- sabe que fueron los suyos quienes pusieron en paredones y pegaron dos tiros -a los que tuvieron suerte; a los que no, los torturaron de todas las formas imaginables- a la gente de derechas que pudieron pillar.

A los falangistas y requetés también, por supuesto; pero menos, porque estos no se dejaban coger así como así, y ya procuraban llevarse puestos a unos cuantos asesinos socialistas.

O quizá este memo alcalde de Puebla de Sanabria y senador del PSOE sea uno de esos capullos -no se me altere, señor fiscal, lo digo por el emblema del partido- que, por no tener idea de Historia ni de nada, se creyó las memeces del psicópata Zapatero.

sábado, 14 de marzo de 2015

SOBRE LA ÚLTIMA DE EL PAÍS.

La última mamarrachada que saca El País en torno a Franco, que hoy versa sobre Franco y Hitler: un odio interesado.

Mamarrachada, no porque a mí me caiga mal el gilipollas que escribe, sino porque desde la primera línea se retrata: El Eje fue un salón de desconfianza a tres bandas. Hitler, Mussolini y Franco.

Y se queda tan ancho, el tonto, cuando cualquiera que haya terminado el Bachiller –al menos el Bachiller de cuando en España se estudiaba- sabe de sobra que el Eje lo formaban Alemania, Italia y Japón.

Nada extraño, teniendo en cuenta que el escritorzuelo no hace sino apiñar tópicos -en ocasiones contradictorios- sin saber de qué habla.

Por ejemplo, cuando dice que la novia a cortejar en los años treinta era Alemania. Bueno, paisanillo, sería a partir de 1933, porque hasta ese año Alemania estaba sometida a la rapiña de los vencedores de la GMI, y hundida en la miseria.

Hitler y Mussolini despreciaban a Franco -dice; pero luego añade: "Para Hitler, aunque algunos de sus colaboradores le quitaran importancia, fue fundamental tener bajo su yugo a España y Portugal con dos regímenes de su cuerda sin necesidad de invadir nada".

Falsedad e ignorancia. Falsedad, porque Alemania nunca tuvo bajo su yugo a España, y la prueba está en que, a pesar de su insistencia, Hitler no consiguió que España entrara en la Guerra Mundial. Lo de Portugal es ignorancia pura, pues cualquiera sabe que nuestro vecino tenía especial aprecio por Inglaterra desde el siglo anterior.

Pero no para la ignorancia ahí. ...Hitler soltó al conocer la desaparición de otro de los generales golpistas: “La verdadera tragedia para España fue la muerte de Mola, ahí estaba el auténtico cerebro, el verdadero líder. Franco llegó a la cima como Poncio Pilatos al Credo”... "Ya escocía entre los nazis la negativa que se produjo en Hendaya en 1940."

Cojonudo. A los nazis les escocía la negativa de Hendaya -1940- y por eso Hitler decía que Mola -muerto en junio de 1937- era el verdadero líder, tras haber sido el propio D. Emilio Mola uno de los más firmes defensores del nombramiento de Franco como Generalísimo el 1 de Octubre de 1936.

Después de esto casi no merecería la pena decir nada más. Pero vaya un último comentario: “Las intenciones de Hitler al involucrarse en la guerra española respondían a todo, menos al cariño personal”, comenta Preston.

Evidente, paisanillo. Los estadistas no se guían por las preferencias personales, ni por los gustos particulares, sino por los intereses de Estado. 

Algo que en esta memocracia nunca podréis entender los idiotas.

SOBRE LA TERCERA IDIOTEZ DE LA SERIE PAISANA.

Tercera idiotez del periodiquito antifranquista El País, que la verdad es que casi no merece comentario, porque el cenutrio que lo escribe se pasa todo el tiempo hablando de aquél divertidísimo payaso, José María Llanos, cura comunista que acabaría fotografiándose con los asesinos de sus propios hermanos, y eso ya describe al personaje.

“Él no quería, pero Franco se empeñó. Cada año hacía sus ejercicios con un jesuita y ese invierno se empeñó en hacerlos con Llanos”, dice Lamet -apunta el amarillento paisano. Y se queda tan ancho, aunque párrafos antes ha afirmado que el curita se dedicó a tirarle de los faldones de la guerrera a los ayudantes de Franco: “Mi distinguido amigo: Ruégole encarecidamente se tome la molestia de ponerme unas letras comunicándome si ha tenido alguna noticia sobre el proyecto de Ejercicios Espirituales, de que le hablé hace un mes para S. Excelencia el Jefe del Estado. Al mismo tiempo, aprovecho gustoso la ocasión para ofrecerme a vd. por si desea realice alguna nueva diligencia…”.

O sea: periodista gilipollas, que ni lee lo que lleva escrito. Normal, no hay quien se lo trague. Pero lo que ya es de traca, es que el cura Llanos le dijera a ese tal Lamet, su biógrafo -porque hay gente pa tó, que decía El Guerra- que Franco “... era un creyente milagrero, que no dejaba de narrar batallitas y que estaba convencido de que había sido la Virgen de África quien había ayudado a los legionarios a cruzar el Estrecho en lanchas salvándoles de caer ante la vigilancia, además de que se le había aparecido Santa Teresa para acompañarle en su cruzada”.

A saber cual de los tres -el periodista de El País, ese tal Lamet, o el cura comunista- se había rellenado de orujo. Porque los legionarios no cruzaron el Estrecho en lanchas, sino en los transportes que el cañonero Dato protegió de toda la escuadra roja de Cartagena, haciéndola volver popas con más miedo que vergüenza. Y Franco lo sabía, no sólo porque lo preparó, lo ordenó y lo vio, sino porque un ferrolano de estirpe militar y marinera sabe muy bien lo que es una lancha. Es más, Franco conocía de sobra las lanchas que entonces se usaban, porque fue el primero en saltar de ellas en el desembarco de Alhucemas, cuando las mismas eran incapaces de acercarse a la orilla y todo el despliegue estaba a punto de malograrse.

Tampoco nadie, salvo un cura borracho -de matarratas o de soberbia- ha dicho jamás que Franco pensara o dijera que se le había aparecido Santa Teresa. Lo que si es cierto, es que durante mucho tiempo llevó junto a sí una reliquia de la Santa, pero de lo uno a lo otro hay la misma diferencia que entre un periodista amarillo y asombrosamente estúpido y un escritor serio y riguroso.

Todo se explica en esta vida. Antes o después, pero se explica. Después de los ejercicios espirituales que al final el curita lameculos logró dar ante Franco, “entró a formar parte de la lista de intocables. Cuando las revueltas del Pozo, en el Consejo de Ministros varios de sus miembros se quejaban de él. Se lo advirtió Alberto Martín-Artajo, amigo suyo y encargado de Asuntos Exteriores. Pero Franco se mostró muy claro: A Llanos, ni tocarlo”. 

Así es que, lleno de fervor comunista, el curajo “se presentaba en la Dirección General de Seguridad y decía: ‘Vengo a que me detengan’. Pero los guardias no podían hacer nada. Figuraba en la lista”.

Un dechado de valor, vaya. Y un aguijonazo a su soberbia, porque en el fondo era consciente de que nadie se lo tomaba en serio.

viernes, 13 de marzo de 2015

SOBRE UNA NECEDAD QUE ROZA LA ESTUPIDEZ.


Porque estupidez, señor fiscal, es la torpeza notable en comprender las cosas. Se me ocurren otras muchas palabras para calificar la cortedad de falsario del plumífero de El País que, acaso por no tener capacidad para más, persiste en la repetición de tópicos, estereotipos, medias verdades, mentiras completas y gilipolleces sin cuento, aunque con cuenta. Corriente.

Ayer, el capullo paisano que sigue viviendo cojonudamente contra Franco, titulaba su vómito así: El desprecio de Franco a José Antonio. Y subtitulaba: Una carta de María Santos Kant, novia desconocida del líder falangista, y la respuesta del dictador español refleja el desprecio de este por su rival político.

Apenas habían pasado cuatro días del fusilamiento. José Antonio Primo de Rivera empezaba a ser El ausente. Entonces, el 24 de noviembre de 1936, María Santos Kant, desconcertada, se armó de cuajo para dirigirse en una carta ni más ni menos que a Francisco Franco.

Ahí es nada: a cuatro días de ser asesinado, José Antonio empezaba a ser El Ausente. Ni puta idea de nada, ni siquiera de lo que critica, pero el plumífero amarillo larga, por si algo queda. Por supuesto, como buen cenutrio, no entiende que si José Antonio era El Ausente, es porque no estaba entre sus falangistas, pero nadie creía que hubiera muerto. Asesinado. Cuando la certeza se impuso, dejó de ser El Ausente y fue ¡Presente!. Pero pedir al bellotero de El País que entienda -o se acerque mínimamente- a la mística falangista es como pedir naranjas al alcornoque.

Pero, además, esa señorita María Santos Kant, sólo cuatro días después del asesinato, ya pregunta por José Antonio a Franco. Portentosa celeridad si se tratase -como el plumilla insinúa- de que la noticia era de dominio público y Franco la quiso ocultar. Pudiera bien haber ocurrido que esta mujer, harta de oír los infinitos rumores que corrieron sobre el paradero de José Antonio, quisiera cerciorarse con información oficial y coincidiese con la fecha. 

Y la información oficial llega a vuelta de correo, el 1 de diciembre: El Sr GENERAL FRANCO me encarga manifieste a usted que recibió su carta del 24 actual referente al Sr. Primo de Rivera. El Sr. General no sabe directamente nada relativo a la suerte de dicho señor, porque las emisoras rojas aseguran haberlo fusilado y no es creíble lo digan sin que sea ello verdad, pues el mentir en este asunto no tendría para ellos utilidad. Sintiendo no poderle dar mejores noticias, usted disponga de su affmo….

Respuesta que el estúpido de El País comenta como escueta y ambigua, en la línea del más puro Franco siempre provisto de claroscuros y una baraja de ases en la manga. Respuesta, más bien, oficial, plumilla amarillento; como requiere el asunto. No se trata de correspondencia amistosa o familiar, sino de una petición a la máxima autoridad del Estado, contestada en el típico lenguaje administrativo. Franco manda contestar -a alguno de sus colaboradores- que no sabe nada directamente. Las radios rojas dicen que lo han fusilado, y a 11 días del hecho no hay confirmación, porque las radios rojas también habían dicho -desde julio a finales de septiembre, y cada dos o tres días-, que habían tomado el Alcázar, o que habían recuperado Talavera. 

¿Tendría Franco que haber escrito una carta afectuosa y de su puño y letra, señor plumífero? A una persona desconocida, de la que usted mismo dice que María Santos Kant podía ser una de tantas enfebrecidas fans del soltero de oro, abogado de éxito y diputado con porvenir. “Alguien que en mitad de la confusión se autocondecorara como la novia de José Antonio”, comenta Gibson.

Y si el plumífero paisano no ha sido capaz de encontrar rastro de la existencia real de esa persona, me contará cómo la iban a investigar -para juzgar si merecía una respuesta mas concreta, caso de haberla- en una semana y en medio de una guerra. Cierto que el plumífero, como buen tontolaba, afirma que no ha encontrado información ni en Google, ni en los índices onomásticos. Y claro: lo que no está en Google no existe, ya se sabe. Así es un periodista de El País: capaz de buscar en Internet para afirmar que no hay noticia de la existencia de alguien nacido a primeros del siglo XX. Con un par.

Pero esta respuesta es la prueba del desprecio de Franco hacia José Antonio. Esto, y el fracaso de los intentos de canje y las negociaciones emprendidas para salvarle, en las que discreta pero vagamente, se mezcló Franco. Sin duda -para el gilipollas amarillo- Franco tenía que haber ido a Alicante en persona ¿no?. 

Y, por supuesto, si no lo hizo fue porque a Franco le vino al pelo la muerte de José Antonio. Lo dicen historiadores tan imparciales como Stanley G. Payne, así es que no hay mas vueltas que darle, ¿verdad, paisanillo?. Nada nuevo bajo el sol. Lo mismo han dicho todos esos falangistas hiperauténticos, megapuros e incontaminados. Todos esos siempre dispuestos a tirar de navaja trapera contra sus iguales, y convenientemente camuflados ante el enemigo, al que dan la razón para que no se moleste. Hablemos mal de Franco para que los rojos nos dejen vivir para pelearnos entre nosotros, es su lema, al cual los rojos hacen eco, faltaría más.

Mal conocen a José Antonio esos falangistas. Por supuesto, los periodistas amarillos y los historiadores que siguen viviendo cojonudamente contra Franco no tienen ni idea, y se les da una higa mientras les paguen sus panfletos. Ya se sabe, y lo escribió Ángel Palomino: ellos siempre han estado seguros de que la URSS se acabaría comiendo a Europa, y entre la dacha y el gulag, no hay color. Ni siquiera un cuarto de siglo después de desmoronarse -sola- la entelequia del socialismo real.

Pero José Antonio -entre otras muchas enseñanzas no asequibles a gilipollas- nos marcó nítidamente el camino del servicio y del sacrificio. Mal le conoce quien piense que, con España en guerra o acosada por el extranjero, se iba a rebelar contra la autoridad del Generalísimo. Hubiera, probablemente, disentido en algunas decisiones, y hubiese tratado de guiarlas según su criterio. Hubiese tratado de influir -no con el peso de sus escuadras, sino con el de sus razones- en la regeneración española. Y hubiera servido a España sin reticencias, sin condiciones y sin cortapisas. Y sin anteponer la politiquería partidista al interés nacional.

Total, que el escritorzuelo paisanillo no saca a relucir mas que refritos de todos los resabiados precedentes, aunque a su panfleto amarillo se las haya conseguido vender como novedad basada en documentos recién encontrados. Es lo que tiene ser editor o director de periódico sin saber leer: que cualquier mindundi se la cuela.

Otro detalle demuestra qué clase de sujeto es el plumífero: llama a José Antonio Primo. No Primo de Rivera. Esto también suele ocurrir en ciertos casos. Cuando no se tiene educación. Cuando no se tiene puñetera idea de la Historia de España. O cuando se tiene tal desconocimiento de la genealogía propia, que se desconoce la existencia de apellidos compuestos.

O cuando concurren las tres cosas a la vez.

jueves, 12 de marzo de 2015

SOBRE LA NECEDAD PAISANA.


Se que lo repito con frecuencia y que mis habituales no lo necesitan; pero nunca se sabe cuando puede caer por aquí un fiscal progre, un juez garzoniano o un plumífero gilipollas, así es que recordaré que necio es el que no sabe lo que debería saber.

Lo de paisano quizá tampoco necesite mucha explicación, pero vaya, por si acaso, que se refiere al panfleto amarillo que se autotitula El País. Igual podría llamarse la zahúrda, y acertaría, acaso porque a estepaís lo han convertido en una vulgar cochiquera, donde toda miseria tiene asiento y todo villano reluce.

Pero a lo que voy, que es una infamia -una más de ese periodiquillo, acaso porque para salir de sus millonarias pérdidas sigue necesitando vivir contra Franco- publicada ayer y que prometía continuar.

Con la historieta de ayer, el plumífero "se centra en la relación con el dinero del dictador". Dejando a un lado la construcción gramatical -que sugiere lo contrario de lo que luego dice, y demuestra qué clase de iletrado escribe-, el caso es que todo lo que cuenta no sólo no indica que Franco tuviese particular interés en el dinero, sino que afirma lo contrario.

Empieza hablando del sueldo del General Franco como Jefe del Estado Mayor. Un sueldo de 2.429.98 pesetas de 1935, equivalente -dice- a 14,6 euros y -actualizado a día de hoy- a 5.261,80 euros. Poco -dice el propio plumilla- que afirma que el actual detentador de cargo similar cobra 118.701,86 -se supone que anuales, lo que daría 8.478,7 al mes, menos descuentos.

Quizá el plumífero -o mejor, dicho, bípedo implume- sea de los afortunados que pueden fijar su sueldo a voluntad, o goza del mamoneo correspondiente en su empresa. Franco -como cualquier militar de entonces y de ahora- tuvo el sueldo que le fijó el Gobierno de la República, en el cargo para el cual le había nombrado. Pero el necio escribidor sigue a lo suyo: aquél sueldo era mucho con arreglo a las pagas que en aquel momento previo al golpe percibían las tropas. ¿Para qué repetir quien fijaba los sueldos de los militares, quien incorporaba a los Presupuestos las partidas correspondientes, quien las aprobaba?

En un Estado de Derecho, es el Gobierno el que elabora los Presupuestos, y las Cortes quienes lo aprueban. Y en ellos se incluyen todos esos detalles de los sueldos del personal. Hay otro tipo de Estados y de administraciones, donde cualquier Chávez -y Chaves, o Griñan-, Maduro, Tomás Gómez, un hemmano de Arfonso, un Pujol, hace y deshace y se embolsa. El plumífero sabrá si su intención es decir que aquella republiquita era de ese tipo.

Otra cosa que dice el paisanete, es que Franco -desde ese puesto para el cual le había nombrado el Gobierno mas o menos legítimo de la más o menos legítima República- firmó acuerdos con fabricantes de armas alemanes como parte de un planeado rearme. Otra falacia con la que el plumilla demuestra no tener ni idea de nada, porque un General, por mucho que sea Jefe del Estado Mayor, no es quien para firmar acuerdos para la compra de armas. Eso compete al Ministerio, tras la aprobación del Consejo de Ministros si el gasto es considerable. El General, lo más que puede hacer, es recomendar tal o cual opción entre las que le ofrecen.

Pero si nos fijamos en otro detallito, quedará todo claro: Franco se forjó en La Legión. O sea, que -según este gilipollas-, la carrera militar de Franco no existía antes de La Legión, y sólo en ella tuvo lugar. No mandó tropas indígenas en Marruecos, no fue herido de gravedad, no estuvo destinado en Oviedo, y no fue llamado por Millan Astray para que fuera su lugarteniente en la creación de La Legión.

Total, que para este paisanillo necio, Franco salió de la Academia ya de Teniente Coronel. 

martes, 10 de marzo de 2015

SOBRE LA MEGALOMANÍA DE DOÑA ESPERANZA.


La que dice que no tiene, en vista de lo cual no piensa pisar la sede de Cibeles, en la que su enemigo Gallardón se gastó entre 126 y 140 milloncejos de nada, según qué fuente indique la cifra.

Doña Esperanza dice -lo cuenta 20 Minutos de hoy, página 4- que el mantenimiento, conservación, seguridad, calefacción y aire acondicionado del palacio de Cibeles cuesta demasiado, así es que si logra la alcaldía se volverá a la Casa de la Villa. Pero, eso si, no piensa gastarse mucho en el traslado, porque sólo se llevara su despacho. Se supone -digo yo- que también se llevará los despachos de sus colaboradores más próximos, porque si no el despiporre de viajes entre Cibeles y la Casa de la Villa iba a ser de aúpa.

Pero demos por bueno ese minitraslado y vayamos a otras cosas. Por ejemplo, a qué va a hacer doña Esperanza con el Palacio de Cibeles. Porque si sólo se traslada ella y unos cuantos colaboradores y funcionarios, el resto deberá quedarse allí. Y entonces habrá que seguir gastando lo mismo en calefacción y en aire acondicionado. ¿O es que doña Esperanza tiene derecho a estar calentita o fresquita -según la época, no me sean malpensados- y el resto del personal que se joda?

Y habrá que seguir gastando lo mismo en mantenimiento. ¿O es que doña Esperanza tiene derecho a lavabos con agua corriente y techos sin goteras, y ascensores que suban y bajen, y el resto del personal que se apañe con un cubo para recoger el agua de lluvia cuando jarree, y la use en los cuartos de baño; y que suba y baje por las escaleras aunque lleve encima mucho más peso que el bolso de marca?

Y habrá que seguir teniendo seguridad. ¿O doña Esperanza merece tener guardias a las puertas, pero al resto del personal no importa si le roban o pinchan, o apalean, en su puesto de trabajo?

¿Qué hará, entonces, doña Esperanza con el Palacio de Cibeles? ¿Lo dejará como está, sólo que gastándose más en colocar sus posaderas en otro edificio? ¿Lo dejará vacío? 

Y si lo deja vacío y no se gasta en mantenimiento ni conservación ni seguridad, ¿qué tendremos en Cibeles dentro de unos años? ¿Otro Palacio vacío, lleno de telarañas, de polvo y de mugre, que necesitará de una inversión millonaria para ser puesto de nuevo en uso; otro palacio fantasmal? 

¿O tendremos -con o sin traslado, y gane quien gane- un edificio lleno de fantasmas?

lunes, 9 de marzo de 2015

SOBRE LOS PUESTOS DE TRABAJO DE RAJOY.

Decía ayer La Gaceta que el señor Rajoy afirmaba ayer que 'en Andalucía se pueden crear 575.000 empleos'.

El deseo es muy loable, máxime viniendo de quien -dado su cargo- puede tomar medidas para ello. Es tan loable, que uno se pregunta por qué no lo ha hecho antes el señor Rajoy; y antes que Rajoy, Zapatero, y Aznar, y González y Calvo-Sotelo y Suárez. 

Cito los presidentes de la memocracia por la sencilla razón de que ahí se corta la línea de la dejadez, y antes de ellos si se hacían cosas para dar trabajo -no sopa boba, sino trabajo- a los españoles en general y a los andaluces entre ellos. No es que lo diga yo -fascista y todo eso- sino que lo dijo en su día el secretario general del Sindicato Obrero del Campo (SOC), Diego Cañamero: «Franco dio mil veces más tierras a los jornaleros andaluces que el Gobierno socialista en 25 años»

Si, ese mismo Diego Cañamero que luego se ha dedicado a asaltar supermercados de la mano del fantoche Sánchez Gordillo.

Pero a lo que íbamos, que es a la creación de puestos de trabajo que promete Rajoy, y que hoy se explica muy bien en otro titular de prensa, esta vez 20 Minutos: Los contratos de 7 días o menos suben un 43% durante la crisis y ya suponen uno de cada cuatro.

O sea: que cada contrato de siete días o menos es un puesto de trabajo creado ¿no?. Y los de media hora, un sólo día -que los he visto, palabra, en tiempos de Zapatero-, ¿también?

Joder, don Mariano, qué cara tienen ustedes.

miércoles, 4 de marzo de 2015

SOBRE LA PISADA EN EL BARRO DE UN SEÑOR SÁNCHEZ.


"¿Que coño tiene que pasar en este país para que Rajoy pise el barro?", dicen las crónicas -por ejemplo, 20 Minutos, página 6- que preguntó ayer el señor Sánchez, mandamenos del PSOE, mientras miraba las aguas desbordadas del Ebro desde una cómoda carretera.

En estepaís no se, señor Sánchez; en España, que pretende ser un Estado serio aunque sus supuestos representantes y gobernantes no lo sean ni por el forro, el sitio de un Presidente del Gobierno no está asomándose a las inundaciones desde un metro de distancia, sino disponiendo desde su despacho lo que sea menester. Otra cosa es que no lo haga.

Esto, señor Sánchez, es como decir que qué hace un general que no se mete en las trincheras de la primera línea. Que también los hay -los hubo- y, por ejemplo, el general Asensio ponía sus puestos de mando tan junto al tango, que de él comentaba un subordinado: El día menos pensado va a meter su puesto de mando en el de Lister, como si fuese a jugar al ajedrez, certifica Rafael García Serrano en su Diccionario para un macuto.

También Franco -ya Generalísimo- visitaba frecuentemente los frentes, y más de un soldadito se vio sorprendido por su presencia en la primera línea. Por ejemplo, en la fase más dura de aquella, de por sí, durísima batalla del Ebro; o en la batalla de Brunete, donde Términus -nombre clave del cuartel general avanzado- llegó a estar copado por el enemigo.

Pero el puesto de un general no es la primera línea, se ponga el señor Sánchez como se ponga, y si la presencia de un general en la avanzada puede motivar a las tropas -y la de Franco lo hacía, ¡vaya si lo hacía!- el sitio del general es aquél que le permita ver, no el combate, sino la batalla. 

Y además, seamos sinceros, la presencia de Rajoy a pié de agua no va a animar ni a las ranas, señor Sánchez. La suya, evidentemente, tampoco y si ha ido a ver las inundaciones es para hacer creer a la gente que tiene memoria de pez -ya que de agua hablamos-, que ustedes, los socialistas hubieran resuelto la situación mejor. O quizá, señor Sánchez, para que nadie le recuerde que son ustedes, los socialistas, los que derogaron el Plan Hidrológico Nacional del último gobierno Aznar nada más llegar Zapatero -en tren de cercanías, ya usted sabe- a La Moncloa.

Y repito -como dije en la anterior entrada- que ignoro si aquél plan era bueno, malo o regular: lo que se es que ustedes lo derogaron sin establecer nada útil en contrapartida, y nada hicieron al respecto durante los casi ocho años que gobernaron.

O sea, señor Sánchez: que -sin que esto suponga la menor loa a don Mariano- usted estaría mas mono calladito y sin meterse en charcos. Y la prensa, tirando de hemeroteca.

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