Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 14 de marzo de 2009

SOBRE LAS PLUMAS BLANCAS.

El envío de plumas blancas al militar considerado incurso en cobardía frente al enemigo es tradicional en la milicia.
Baste recordar - a poco que no se sea lector de la prensa amarilla- la emplumada que recibieron las tropas españolas en su retirada de Irak, por parte de los aliados estadounidenses e ingleses, si bien con manifiesto error en el destinatario, que debió haber sido el señor Ministro de Defensa, Bono, para que las hiciera llegar -vía Consejo de Ministros- al señor Presidente, Rodríguez.
Esta tradición está recogida -para los habituales no hará falta decirlo, pero siempre puede caer por aquí algún cabestro como el del otro día- en una novela: Las cuatro plumas, de Alfred Edward Woodley Mason, publicada por primera vez en 1902, en la que se han basado varias películas.
Me llega -por Blas de Lezo- noticia de que se ha puesto en marcha cierta operación relacionada con este tema. Transcribo literalmente:



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Se ha iniciado la "operación Plumas Blancas", por cobardía frente al enemigo, para ser enviadas al JEME y al JEMAD por sus actitudes acobardadas ante la ministra Chacón en su decisión de eliminar, no sólo la vidriera de la Academia de Infantería de Toledo, sino los escudos, no importa su valor artístico, de todas las otras Academias Militares (un millón de €). Es muy duro llamar cobarde a un militar pero viendo lo que está sucediendo en España, ya es hora de que cada palo aguante su vela. Se pueden enviar a infodefensa@mde.es "a la atención del JEMADa y el JEME por cobardía frente al enemigo".
Por si no hay gallinas en el entorno que puedan prestarnos sus plumas, se incluyen dos en "adjuntos".

Blas de Lezo
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Y el que suscribe, sin que sea obstáculo para la remisión personal, contribuye desde aquí a la difusión de la campaña, si bien con una apreciación de matíz hacia lo que señala el ilustre amigo y camarada que emplea como pseudónimo el nombre de Blas de Lezo, aquél augusto medio hombre -como le llamaban sus soldados- por el motivo de que, no habiendo dado nunca ocasión para recibir plumas blancas, en el combate se había ido dejando la mitad de su cuerpo físico y engrandecido en igual forma el espiritual.
Y el matíz, amigo Blas de Lezo, es que pienso que estos señores, soñorones, señoritos , jemes y jemades y jeleches, ni siquiera son cobardes. Son algo peor: esbirros burócratas.




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