Zapatero dice que con la crisis no puede pensar en el adelanto electoral, advertía en titulares La Gaceta de ayer.
Lo declaraba Rodríguez, por lo visto, para dar a entender lo mucho que le ocupa y preocupa el tema económico, al que quiere dedicar todos sus esfuerzos. Incluso -digo yo- los que lleva guardados desde hace seis años.
Andan los peperos pidiendo unas eleccioncitas por el amor de Dios, quizá incluso convencidos de buena fe que don Mariano va a ser en algo distinto a don José Luis. Para mi, que cada día estoy más convencido -aunque muchos años ha que lo aprendí- de que nuestra España no va a salir de unas elecciones, la convocatoria o no convocatoria adelantada es indiferente. El único cambio, si gana el PP -obsérvese el condicional- será que acaso el nuevo Gobierno haga recuperar algo la confianza extranjera. No porque la merezca, que ya se verá que no, sino porque ya no puede caer más.
Desde mi punto de vista, la frase citada de Rodríguez da la clave: con la crisis no puede pensar en el adelanto electoral.
Y no porque esté muy ocupado o preocupado -todo lo que lleva sin estarlo desde antiguo- sino porque en esta circunstancia la bofetada de las urnas puede ser morrocotuda.
Tiene que esperar a ver si la casualidad -no la actividad- hace que la situación mejore; a ver si se encadenan tres meses en los que sea posible maquillar la realidad del paro; a ver si el señor Pérez logra hacerse pasar por un partido de oposición, a ver si los nuevos beneficios a la banca -que cada vez cobra comisiones y gastos más abusivos- le garantizan buenos créditos -condonados, ya se entiende- de cara a la campaña electoral que ya ha empezado aunque sea ilegal hasta dos semanas antes de las elecciones.
Tiene que esperar a ver si se produce algún milagro, para que el cabreo de la gente se remanse, y para que los que empiecen a cabrear al personal sean los del PP allí donde haya ganado.
Y para eso necesita ganar tiempo, estirar la legislatura hasta donde sea posible. No puede pensar en el adelanto electoral.