Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 29 de enero de 2014

DIGAN LO QUE DIGAN (SOBRE BLAS PIÑAR).

Blas Piñar fue mi primer Jefe Nacional.

Era Presidente de Fuerza Nueva, pero a los militantes nos gustaba más llamarle Jefe, y así lo hacíamos todos los que pusimos nuestras ilusiones en aquella agrupación de esperanzas de los últimos años 70. En mi caso particular, desde que un buen día de 1977 me acerqué a Núñez de Balboa 31 y sin encomendarme a nadie me afilié.

Tenía el conocimiento básico de lo que entresacaba de la revista del mismo nombre, que llevaba algunas semanas leyendo, y el rechazo visceral a la patulea canallesca que se había apoderado de la antaño tranquila y sosegada vida española.

Ayer, día de su fallecimiento, comentaba la prensa -creo que El País, pero no guardé el enlace porque el plumífero que escribía no tenía idea de nada, como es habitual- que Blas Piñar no era falangista; que había obtenido un escaño solitario en un parlamento en contra de cuya existencia estaba, lo cual no era lógico; que había terminado por admitir la Constitución; que había terminado con un pensamiento más cercano al catolicismo de derechas que al franquismo o falangismo.

No se si Blas Piñar era o no era falangista. Estoy seguro de haber visto fotos suyas con camisa azul en actos de esos años 77 a 81, y estoy seguro de haberle oído citar a José Antonio en muchísimas ocasiones. Esto -me dirán los falangistas megahiperpuros- no significa nada. Esto -diré yo, que tengo tanto derecho a hablar como los hipermegapuros- me enseñó a mí a llevar esa camisa azul, y a leer a José Antonio, cuyas Obras Completas adquirí en la librería de Fuerza Nueva.

Sin Blas Piñar y la FN de aquellos años 70 finales, mucha gente como yo no habría encontrado sitio a donde ir, ni donde usar útilmente el asco que nos producía la situación. Sin Blas Piñar y aquella FN, mucha gente como yo no habría encontrado quien le enseñara y le guiase. 

Cierto que los falangistas superpuros -esos que no conocen a nadie más tan digno como ellos- siempre le achacaron a FN su franquismo. Ellos -los que  todavía siguen dilucidando al cabo de casi cuarenta años quien es más puro y lava más blanco- eran y son antifranquistas, renegando de las mejores obras del Régimen de Franco que fueron hechas por falangistas, y renegando de las muchas generaciones que Franco quiso que pudieran acceder al pensamiento de José Antonio.

Sin la voluntad de Franco, el pensamiento falangista habría desaparecido por completo, y -al menos así lo veo- Blas Piñar y FN -y cuantos en sus filas militamos-, rendían a Franco el tributo de agradecimiento por el engrandecimiento de la España ruinosa de la monarquía alfonsina y la república criminal. Y por la transmisión del ideario joseantoniano que -lo repito- muchas generaciones pudieron conocer porque a Franco le vino en gana.

Y sin Blas Piñar y FN, todos los que no habíamos tenido ocasión de conocer a José Antonio -porque a nadie se le imponía, y solamente se facilitaba a quien quisiera- hubiéramos seguido sin conocerle. Sin Blas Piñar y su liderazgo, muchos no habríamos tenido la ocasión de conocer a tantos y tan buenos camaradas que nos enseñaron, nos guiaron y nos acompañaron y, en parte, aprendieron con nosotros. 

Quien no la viviera, nunca podrá comprender la camaradería de aquella Fuerza Nueva; el ímpetu, la voluntad de sacrificio, de esfuerzo; la alegría del servicio cumplido y de los proyectos por realizar. La disciplina y la fe en el mando -cuando el mando se lo ganaba a pulso, claro está-, y la hermandad entre todos. Aquello fue una escuela de doctrina, de pensamiento y de vida, y quien no lo entienda así es que no entiende nada.

Blas Piñar -dicen- obtuvo un escaño en un parlamento en contra de cuya existencia estaba. ¿Y qué? ¿Creían en este parlamento los batasunos, los separatistas del PNV, de CiU? ¿Creía el PSOE que acababa de abandonar el marxismo-leninismo? ¿Creía la UCD? En aquél parlamento no creía nadie. Pero Blas Piñar lo declaraba con honradez, en tanto que los demás callaban como... Bien, ya ustedes saben.

Blas Piñar obtuvo un escaño solitario. Cierto. Cierto también que Unión Nacional estuvo a pocos cientos de votos de alcanzar el segundo, que hubiese correspondido a Raimundo Fernández-Cuesta. Y cierto, igualmente, que aquél escaño solitario representaba la voluntad de algo más de 300.000 españoles, lo cual -para la población del momento- podría fácilmente corresponder a un 1,5 ó 2 por ciento del censo a nivel nacional. ¿Qué partido regional -PNV, HB, CiU- ha alcanzado nunca esa representatividad, aunque en la traducción a diputados les corresponda una decena?

Blas Piñar -dicen- había terminado por admitir la Constitución. ¿Y quién no? Cualquiera que quiera participar en la vida pública tiene que admitirla; tiene que aceptar que ese es el marco que hay, y jugar según las reglas establecidas. La diferencia es que los politicuchos al uso se derriten hablando de una Constitución que ni aplican ni respetan, y Blas Piñar siempre dijo que había que cambiarla. Lo mismo que ahora dicen todos, con tres décadas largas de retraso.

Blas Piñar estuvo siempre en contra de esta democracia. ¿Y quién está a favor hoy, cuando ya no sólo los que entonces venteábamos el futuro, sino hasta los más lerdos, la han conocido en lo que es? La diferencia está en que Blas Piñar -y los que estuvimos con él- lo dijimos siempre, a cara descubierta y con argumentos y razones. Sin ocultarnos, sin engañar, sin trapichear con la fe de quienes iban a elegir en las urnas, aunque las urnas no nos gustaran por lo que tienen de mascarada y de falsedad. Blas Piñar lo dijo muy claro en la campaña del referéndum sobre la ley de Reforma Política, que fue la primera vez que lo oí hablar, y cuyos argumentos -tan distintos de los que berreaban los demás- tanto coincidían con mi sentir íntimo. En este enlace pueden descargarse aquella intervención.

Que había terminado con un pensamiento más cercano al catolicismo de derechas que al franquismo o falangismo, dicen. La Falange, sin desear un Estado confesional, reconoció siempre la importancia de la Religión Católica y declaró que la misma inspiraría las Leyes. Franco, creador de un Estado confesionalmente católico hasta que la Iglesia quiso lo contrario, también tuvo como inspiración el catolicismo. En ocasiones, lamentablemente, incluso el clericalismo, que tantas piedras tiró tras la cara del Régimen.

Pero es que lo que resulta meridianamente claro para cualquiera que conozca algo de Historia, es que España ha de ser católica o no será. Que el distanciamiento entre el catolicismo y España está trayendo la destrucción de la Patria y -ya se verá- acaso el de la Iglesia. 

Que Blas Piñar -dicen- clamaba contra la destrucción de España que se seguiría de la implantación de los partidos políticos, de las autonomías, de la Constitución del 78... Pero ¿es que no está claro hoy la razón que tenía entonces al decirlo? ¿Es que los rojos -se lo dijo él- de Zapatero no han abierto la puerta al genocidio del aborto, a la aprobación de estatutos de autonomía cada vez más rencorosos y destructores? ¿Es que los separatistas no han utilizado las autonomías para crecerse y multiplicar el proselitismo merced a la mentira, al totalitarismo bananero y al tiro en la nuca?

Digan lo que digan -que lo dirán de uno y otro lado- Blas Piñar fue la cabeza visible de la reacción nacional frente a la traición de Suárez y sus compinches, frente al travestismo de Fraga y sus cómplices. Fue la voz de la España profunda y verdadera en un tiempo en que serlo no era fácil, ni cómodo ni bien pagado, y mantuvo hasta el final la bandera con honradez. 

Se que el ritual sólo adjudica la invocación final a quien ha caído en acto de servicio, y habrá quien me lo censure. Pero pienso que toda una vida de continuo servicio bien lo vale. Blas Piñar, ¡Presente!


Publicidad: