Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 4 de octubre de 2017

SOBRE CIERTAS DECLARACIONES.


Ya se que con estos comentarios acerca de lo que dicen cuatro -o seis, u ocho, que los gilipollas abundan- analfabetos minimizo el problema, lo dejo al nivel de la anécdota; pero es que lo serio ya lo tengo comentado veinte veces y -como gracias a Dios sigo siendo persona normal- no me apetece repetirme.

Empezaré por don Juan Tardá, que escribió Felipe VI digno de Felipe V. Y se quedó tan ancho, quizá porque en su obnubilación se ha olvidado de que, al final, Felipe V se las dio todas juntas a los partidarios del Archiduque Carlos de Austria, quien -por si el Tardá tampoco lo sabe- había renunciado a sus pretensiones sobre la Corone de España. ¡Ay, Juanito, si fuera verdad, y un Felipe VI se pusiera al frente de las tropas para meter en vereda a todos los traidores!. Pero eres tan tonto, que incluso das ideas.

Luego, la concejal pepera de Palamós (Gerona) -lugar donde, por cierto, se impidió atracar a uno de los ferrys que el Gobierno ha contratado como alojamiento de los policías y guardiaciviles destacados al Frente de Catalunlla-, concejal de nombre Vanessa Mányik, que abandona el PP porque está decepcionada y en desacuerdo con la brutalidad de las cargas policiales. 

Pues imagínese, doña Vanessa, la decepción de sus votantes al oírla a usted. Y prepárese para brutalidad cuando tomen el poder los anarcoguarros actuales, que van a dejar pequeñitos a los ácratas de 1936 y siguientes. Si sobrevive a la democratización, viene y me lo cuenta. Porque si Catalunlla se separa de España, lo que le espera es una guerra civil entre los burgueses catetos y los anarcoguarrocomunistas; esos a los que los mismos paletos burgueses han amamantado -antisistema, okupas...- para usarlos como fuerza de choque en sus algaradas antiespañolas.

A continuación, la señora, señorita o lo que guste ser Marta Torrecillas; esa que se quejaba de que la Policía le había roto los dedos de la mano derecha, cuando en los vídeos posteriores aparece con la izquierda vendada. Como, sin duda, quería tener sus cinco minutos de fama -o su catapulta a algún carguito futuro, que miren donde ha terminado la Colau desde sus comienzos de tiorra y esta mengana ya es concejal de algún pueblo- ha añadido también que los agentes le hicieron tocamientos sexuales. Desde luego, doña Marta tiene un muy alto concepto de sí misma, o acaso se echó la siesta y soñó cosas peregrinas, de esas que a todos nos ofrece el subconsciente cuando no lo controlamos.

Y para terminar el pastel, la guinda de la Unión de Guardias Civiles, que afirmaba ayer en un comunicado: La situación en Cataluña se parece más a la de la Alemania nazi que a la que se pueda ver en cualquier otro país en el que impere un sistema democrático.

Ignoro si esta Unión de Guardias Civiles es representativa, o si es de donde -por ejemplo- salen esos guardias que se acaban haciendo diputados podemitas. En cualquier caso, lo mismo deberían pensar que ya está bien de volver a matar a Hitler; de volver a profanar el cadáver de Mussolini; de seguir luchando contra Franco; de seguir asustando -que viene el coco- con la mentira del fascismo, cuando cualquier persona no iletrada sabe perfectamente que las tácticas empleadas por los separatistas catalanes, perfectamente representados por los anarcoguarros, son de manual comunista. Dénse una vueltecita -sin gastos pagados y sin tratamiento VIP a cargo de sus gobiernos- por Cuba o por Venezuela; o lean ustedes -supongo, aunque a veces no lo parezca, que sigue vigente la obligación de saber leer y escribir que estableció el Duque de Ahumada- a Hemingway o a Koestler, por sólo citar extranjeros de lo más democrático y antifascista. O al socialista Arturo Barea, que a pesar de vivir de ello y -como buen socialista- haber ejercido de censor, no puede evitar que se le escapen muchas y jugosas perlas.

En España, los nazis son pocos y, salvo excepciones, más dedicados al simple folclore que a la actividad política seria. Eso, si dejamos a un lado los que son simplemente bestias que se apropian de símbolos que les son ajenos. En España, los fascistas -si los hay-, son simplemente estudiosos muy lejos de tener seguidores. En España, los nacionalsindicalistas -o sea, falangistas, dicho sea para ignorantes- somos pocos y, desgraciadamente, mal avenidos. En España hay, eso sí, muchos patriotas engañados y manipulados por la prensa -toda-, los partidos -todos-, y la mala educación recibida en las infinitas leyes con que esta democracia ha considerado oportuno castigar su intelecto. Patriotas que no saben a donde acudir, ni qué hacer, ni cómo darle forma a sus aspiraciones.

Sin embargo, el comunismo -vaya esto no sólo para esta unión de guardias civiles sino para periodistas y mamarrachos de cualquier pelaje, que hay que ver cómo siguen luchando contra Franco en, por ejemplo, la episcopal COPE, tan silenciosa ante el hecho de que en Barcelona las iglesias cierren por huelga- lo tienen ustedes en el hemicirco y en los ayuntamientos de ciudades como Madrid y Barcelona.

En fin, amigos; ya se que esto son anécdotas, pero es en ellas en donde se nota y se mide a qué clase de gentuza hay que hacer frente. Los otros, los del Gobierno, ya los tengo definidos ampliamente y para qué cansarles más.

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