Porque espero que a estas alturas, nadie -al menos nadie de mis habituales- habrá tenido la menor duda, desde el principio, de que ETA y sus cómplices se presentarían a las elecciones.
Tampoco nadie habrá abrigado la menor duda de que, una vez perpetrado el paripé de costumbre, los separatistas del PNV, los rojos del PSOE, la hez del resto de separatismos, los tragadores oficiales peperos, los jueces designados por los partidos, y los progrepijos varios, acabarían donde han acabado. Donde acaban todos los que no tienen vergüenza, ni palabra, ni sensatez, ni conocimiento.
En fin: en la mierda de unas elecciones manchadas de sangre; lo único posible en un sistema político consensuado entre traidores y asesinos.