Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 14 de junio de 2009

SOBRE LA HIPOCRESÍA.

La hipocresía de todos los estamentos más o menos gubernamentales, político-liberales y sindicales del sistema, con el caso del emigrante boliviano al que una máquina de su trabajo amputó el brazo.
Todos hablan de desgracia, de esclavitud, de que se aprovechan de los sin papeles, de que es inhumano dejar a un herido a cientos de metros del hospital. Y todos, evidentemente, tienen razón.
Pero ninguno ha dicho lo mas obvio: que esto no es más que la ultima consecuencia del capitalismo, en el que -como dejó dicho José Antonio- al empresario no le importa que se le muera un trabajador, porque tiene cientos esperando a la puerta.

SOBRE LAS SANDÍAS.

Y no me he vuelto loco, ya verán ustedes lo que quiero decir.
Resulta que -cuenta El Mundo- una vecina onubense llamada Juana Orta González ha sido detenido por colaboración con ETA, cosa que ha extrañado porfundamente al vecindario porque la susodicha siempre ha sido una persona "muy conocida por su activismo ciudadano y su compromiso con el ecologismo".
Lo que yo no comprendo es la extrañeza, porque las coincidencias entre ecologistas y energúmenos son bien conocidas, y la lo definió extraordinariamente Le Pen: los ecologistas son como las sandías; verdes por fuera y rojos por dentro.
¡Ah, claro! ¿Cómo iban a saberlo, si Le Pen es un facha y no hay que escuharlo?
Pues ahí está. Aunque lo haya dicho Le Pen.

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