Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 17 de abril de 2012

SOBRE LA SEÑORA FERNÁNDEZ.

Que es la presidenta de Argentina por parte de consorte difunto, y que decidió ayer trincarle YPF a Repsol.

Vaya por delante que Repsol es una multinacional que de española sólo tiene, a estas alturas, el origen y parte -acaso ni siquiera mayoritaria- del accionariado. Por lo tanto, no es de recibo la postura de algún energúmeno cruzado de imbécil que reclama la intervención militar. Como si el caso afectara a la Soberanía Nacional, en vez de a una multinacional capitalista, y como si tuviéramos Ejército, Armada y Aviación.

Pero vaya por delante, también, que cuando Repsol compró YPF, a Argentina le vino de perlas, porque sin esa inversión aún estarían sin descubrir parte de los yacimientos encontrados, y no digamos ya de su puesta en explotación. Los detallitos sobre comisiones y trinques -véase el blog de mi camarada Rafa España- son otra historia.

Lo que ha hecho el Gobierno argentino es un simple robo a particulares, y como tal hay que verlo. Es una muestra más de la absoluta inseguridad jurídica en que se mueven los inversores extranjeros -que no es privativa de Argentina, ni mucho menos, y en España tenemos buenos ejemplos- y en la poca seriedad de los países gobernados por advenedizos, ladroncetes y tiranuelos de segunda, movidos por el interés momentáneo de su posición política y no por la visión de Estado.

Bien hubiera hecho doña Cristina Fernández en meterse antes en otras cosas, para dotar a su administración de la mínima seriedad. Por ejemplo, para conseguir que su país sea un receptor serio y solvente de correspondencia, pues actualmente -y desde hace muchos años- Correos no admite el envío de giros, al no poder dar seguridad de su llegada. Lo mismo pasa con los paquetes postales: se envían sin ninguna garantía de entrega.

Pero, dicho que Repsol es una empresa multinacional y que el tema corresponderá a los Tribunales Civiles Internacionales, también hay que decir que España no puede dar la callada por respuesta. Va en ello la dignidad nacional, mucho más importante que los intereses económicos, y no podemos tolerar que lo mismo que en la época zapateril era una ganga secuestrar barcos españoles, ahora sea un juego expropiar a empresas españolas.

Así es que, de entrada y a falta de conocer las medidas prometidas por el Gobierno del señor Rajoy, propongo que se aconseje a las empresas españolas que tengan inversiones en Argentina -BBVA, Banco de Santander, Telefónica...- la salida de aquél país; y que, caso de existir alguna deuda por parte de Argentina, se reclame el pago inmediato.

Y, por supuesto, que España exija a la Unión Europea -no ruegue, ni proponga, ni plantee; que exija- el bloqueo total y absoluto de las importaciones argentinas.

Me duele decirlo -hace pocos días pudieron ver mi recuerdo de la guerra de las Malvinas-, no sólo porque nací en Argentina, sino porque allí tengo familia y buenos amigos; pero, dejando a un lado mis sentimientos personales, España necesita sentar -con serenidad y sin histerismos, pero sin debilidad ni condescendencia- su lugar en la política internacional. Lástima que haya sido la inepta señora Fernández la que haya dado lugar al asunto.

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