Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 19 de febrero de 2009

SOBRE EL ARREPENTIMIENTO DEL CHULO COBARDE.

El animal que hace algo más de un año -concretamente en Octubre de 2007- agredió a una chica en un tren, siendo grabado por las cámaras de seguridad. Fulano que ahora se disculpa con que estaba borracho y drogado.
Creo que no tengo que decir mucho más de lo que en su día comenté. Si acaso, reafirmarme en que ni la borrachera ni la toxicomanía pueden ser atenuantes ni eximentes en ningún delito, sea cual sea.
Y repetir una vez más el consejo, a plumíferos y telebasureros, de la lectura del DRAE. Porque en el caso que comento, no hay ni puede haber racismo, habida cuenta de que la víctima no es de raza diferente a la del agresor.

SOBRE EL TONTO ANONIMO.

El que se ha debido esforzar al máximo para escribir, como comentario a mi entrada sobre el rojo Bermejo, lo siguiente:
* * *
Anónimo dijo...
¡ Qué fuerte !
Pensé que la gente que opinaba como tú estaba ya en la prehistoria.
por supuesto que mi comentario es anónimo. Os tengo más miedo que al diablo.
Amuéblate la cabeza, chaval.
* * *

Algo habrás hecho para temer al diablo y a la gente que piensa; porque la gilipollez y la cobardía -más que evidentes en tu anónimo caso- no son motivo para tener miedo. Sólo lástima.
Mi cabeza, anonimín, animalico, tiene los suficientes muebles para que no me pareca bien un Gobierno que roba, que prevarica, que miente y que fracasa cotidianamente.
A ti, pequeño idiota desconocido, te parece muy bien que los ministros incumplan la ley, ¿no es eso? Y tu te llamarás demócrata ¿no?
¿O lo que te parece mal es que le llame rojo al rojo Bermejo? Porque entonces, el que tiene pocos muebles en la cabeza eres tu, dado que fue él mismo el que se definió así a poco de ser nombrado Ministro.
Por otra parte, cagurrín innombrado, la gente que opina como yo está en la prehistoria. Y en la Historia. Y, lo principal, en el futuro. Los que no están en ningún sitio son los tontolabas como tú, que no tenéis ideas, sino antipatías.
Anda, pequeño gilipollas, métete otra raya, encalómate otra litrona, fúmate otro canuto y vete a tomar por culo.

SOBRE EL TRABAJO DEL ROJO BERMEJO.


El rojo Bermejo -él se autotitula, y no le vamos a llevar la contraria-, declaró ayer que no piensa dimitir porque tiene que trabajar por este país.
No lo dijo -cómo lo iba a decir, si es rojo y sinvergüenza, condiciones por otro lado complementarias- pero uno piensa que lo mismo en su no-dimisión hace algo de peso lo de poderse gastar doscientos cincuenta mil euros en remodelarse un pisito, o poderse ir de caza a las fincas del Patrimonio Nacional.
Estos socialistas -o rojos, que se lo llaman ellos- piensan que el dinero público no es de nadie, pero que el Patrimonio Nacional es suyo. Ya lo demostró Felipe González usando el Azor -y ordenando el traslado forzoso de un funcionario que se permitió el choteo de pedir que lo pusieran en lista de espera para lo mismo-; o Corcuera y Barrionuevo trincando los fondos reservados para regalarle joyas a las queridas esposas. O queridas y esposas, vaya usted a saber, y cómo cambia una simple conjunción -copulativa, vaya por Dios- una frase.
O el propio rojo Bermejo, pasándose por el arco de la canana la obligación legal de tener licencia de caza, papelín -y tasa- que por ejemplo a mí me exigen para renovar mi permiso de armas, aunque maldita la intención de cazar que tengo.
Piensa uno, también, que acaso el rojo Bermejo no dimite, pero no porque quiera trabajar por estepaís, sino porque si dimitiera tendría que ponerse a trabajar. Y eso ya no, ¿verdad, rojillo?


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