Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 18 de diciembre de 2008

SOBRE LA RETIRADA DE ESTATUAS Y ESCUDOS EN SANTANDER.

La de la estatua de Franco, que el Ayuntamiento pepero de Santander ha realizado hoy para -comenta Público- evitar que la plaza Mayor se convierta en un lugar de peregrinación de nostálgicos franquistas y de neonazis.
Lo cual, si la lógica no miente -y no suele hacerlo, porque ni es socialista, ni es becaria inculta de periodicucho peripatético-, indica que hay franquistas en número suficiente para que se note su presencia.
También dice el periódico público -en minúsculas, que es calificativo-, que el acuerdo municipal incluye, también, la retirada de un escudo de la II República situado justo frente a la estatua.
Pues veamos: el escudo de la II República lo pondría -es un suponer, porque la otra posibilidad es que lo pusiera el franquismo- la propia República. Y ha seguido estando ahí, en la plaza Mayor de Santander, desde entonces. Frente a la estatua de Franco. Sin que nadie lo haya quitado durante los 40 años de gobierno de Franco.
Esta es la diferencia entre un estadista y unos mediocres resentidos.
Por cierto, que los hijos públicos titulan Franco se cae del caballo. Y no, cabrones, no se ha caído del caballo. Lo habéis tirado -en estatua- 33 años después de muerto, olé vuestros riñones. ¡Qué poquita guerra nos vais a dar cuando empecemos!



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