Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 4 de diciembre de 2008

SOBRE LA SUERTE DE LOS TERRORISTAS.

Suerte consistente, según el señor Presidente del Gobierno, en que «los asesinos de Ignacio Uría pueden estar seguros de que correrán la misma suerte que sus antecesores y, por ello, pasarán el resto de sus vidas en la cárcel», tal y como recoge -textualmente- La Razón.
Y aquí está la prueba gráfica:




SOBRE LAS TORTURAS AL ABUELO.

Pues no, miren ustedes, no es el abuelo de Zapatero, apellidado, por cierto, Rodríguez. Ha habido en el mundo más abuelos que el de Zapatero, cosa perfectamente normal porque no todos somos hermanos y -por lo menos algunos- tampoco somos primos.
El abuelo torturado es el del señor Obama, que lo fue por los británicos durante los enfrentamientos para la independencia de Kenia, informa Diario Ya.
Menos mal que, aunque los socionecios -o neciatas, a elegir- dicen que Obama es clavadito a ZP, es bastante improbable que los USA bombardeen Londres en venganza por aquella afrenta. O que en Estados Unidos tienen suficientes medios parta evitar que un presidente psicópata meta a su país en un lío.

SOBRE LA NÓMINA, OTRA VEZ.

Mi camarada Arturo -a quien ustedes ya conocerán; y si no, en Facultad de Falange y otros muchos sitios pueden conocerlo, como manda el Evangelio, por sus obras- me hace algún interesante comentario sobre la entradilla referente a la nómina de Franco que publiqué días atrás.
Entre otras cosas, me refiere que él vió una de las nóminas de verdad, y que el sueldo de Capitán General lo pasaba al Colegio de Huérfanos; cosa que -comenta Arturo- para el del panfleto eso ni se puede soñar: sería como arrancarse un diente con las manos desnudas.
En su día vi lo que parecía una fotocopia de una nómina de Franco, y creo recordar que no ascendía ni por asomo a lo que dicen. No sé si sería real o no; el hecho es que tenía tanto parecido con la realidad como la que saca este panfleto que comenté. Quizá la tenga aún en casa, entre los papeles antiguos, pero sin tiempo de buscarlo.
Lo que no llegan a comprender -lamentablemente los necios circundantes tampoco- es que todo el que está sujeto a nómina está trincado por Hacienda irremediablemente, y el que tiene que justificar sus gastos -ahí es nada, una mesita de 350 ptas.- no tiene posibilidad de hacer mangas y capirotes.
Otra cosa que nunca van a entender es que los números son lo más inexacto del mundo en manos de un prestidigitador estadístico. Porque si el IPC ha subido un 950%, -como dicen a la hora de calcular el supuesto sueldo actualizado de Franco-, la mesita de marras costaría hoy el equivalente de unas 330.000 pesetas. Y si mi madre, con su sueldo de entonces -unas 20.000 ptas- podría haber comprado unas 57 mesas de aquellas, para comprar hoy esas 57 mesas habría que ganar casi 19 millones de pesetas, esto es 114.000 euros.
O -al hilo del comentario de mi camarada Arturo- disponer de partidas inagotables para fondos reservados, cuyos gozadores no tienen que justificar ante nadie. No como la mesita de Franco.

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