Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 15 de noviembre de 2010

El indito, la jamona y el jamón de Jabugo. (Por Eloy R. Mirayo)

La ministra de Asuntos exteriores de España, doña Trinidad Jiménez, hace unas pocas fechas, con motivo de visitar al presidente de Bolivia, don Evo Morales, en el lecho del dolor por una intervención quirúrgica, como todos ya sabemos, además de mostrarle lo mucho que deseaba su curación, le hizo entrega de un sabrosísimo jamón de Jabugo, para que su convalecencia, le resultara más grata.
Antiguamente, a los indios, se les llevaba abalorios: collares con cuentas de vistoso colorido, espejos de mano que, cuando en ellos se veían reflejados, casi siempre los tiraban, saliendo a continuación corriendo como alma que lleva el diablo, asustados de ver una cara tan fea, coronada con una cabellera sucísima y mal peiná. También solían llevarles bebidas alcohólicas, “con el fin de alegrarles su perra vida”, a cambio de alguna fruslería a la que ellos hacían poco caso, cómo por ejemplo, el oro o la plata, según donde estuviera establecida la tribu en cuestión.
Ahora, no; nada de fruslerías. Ahora, para ganar la amistad del indio, se le lleva un jamón de Jabugo (mira que si es vegetariano). Más adelante, se les enviran una cuantos millones de euros en créditos (¿quienes se quedarán con la comisiones?), que nunca pagarán.
Bromas aparte, la señora ministra ha tenido muy mala suerte al coincidir su nombramiento, casi al unísono con la crisis de Marruecos y el Polisario, por el asuntillo del Sahara (que fue español), una papeleta difícil de resolver. Pienso que a la señora Jiménez, en este caso, y en todos los que se le planteen de aquí al final de la legislatura, le ha ocurrido lo que le ocurrió a un individuo que conocí por casualidad. A ese individuo de mi historia, bancario de profesión hasta que le echaron por fusión empresarial, le colocaron a trabajar en La Remonta. El primer día de trabajo, hubo de poner al alcance del garañón, una jaca de pura raza española, de preciosa estampa.
El buen hombre, como la señora Jiménez, sin saber qué hacer, no hizo absolutamente nada, así que, por escasa preparación de ambos, ni la jaca ni el Polisario, pudieron arreglar su problema.

SOBRE LOS CAPRICHITOS.

Los de las señoras Ministras socialistas que desvela La Gaceta: mandar a los conductores del Paque móvil a por bombones, a recoger a las amigas para llevarlas de copas, a llevarles modelitos para cambiarse en sesiones fotográficas, a llevar a su cocinera a la compra, u ordenarles correr al límite del vehículo pero sin hacerse cargo de las multas posteriores... En fin, léanse la información completa, si gustan, porque no tiene desperdicio.
Todo ello lo han contado los conductores recientemente despedidos del Parque Móvil, y parece ser que La Gaceta -en su obligación de contrastar las fuentes- se puso en contacto con los diversos Ministerios para preguntar sobre el tema.
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Sólo responde Economía: “La vicepresidenta tiene la obligación de ir siempre en coche oficial y con escolta. Por seguridad”. A los pocos minutos, uno de sus conductores habituales contacta con LA GACETA: “Mi nombre es Óscar Moreno y niego rotundamente que la señora Salgado me haya mandado nunca a por bombones”. Desde Embassy, no obstante, confirman que es cliente habitual de la pastelería. “Cuando no viene ella, envía a alguien a comprar”
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Esto desvela el asunto. Parece claro que los conductores despedidos era contratados temporales, a los que su circunstancia laboral obliga a tragar lo que les echen con tal de conservar el puesto de trabajo. O incluso son engañados con promesas de mantener el puesto aunque se termine el contrato, para que transijan con lo que sea. Esto es: chantaje y extorsión.
Además de engaños y -al menos rozándola- prevaricación. Conozco el caso de cuatro personas que fueron "convencidas" de hacer horas extras hasta en sábados y domingos -sin cobrarlas- con la promesa de prorrogarles el contrato de seis meses que era, por definición legal, improrrogable. Agarrándose a la desesperación de la gente, se la puede obligar a hacer muchas cosas; esto es, esclavizarla.
Y esa es la idea de los socialistas, a lo que se ve. Porque en la administración hay mucho mindundi con un sentido absolutamente patrimonial de los servicios públicos, y abundan quienes, por ejemplo, mandan conductores oficiales a pagar recibos en el banco, o a llevarle documentos a una notaría, o a facilitarle gestiones a los amigos. Puedo dar nombres a quien no me crea. Pero habría que suponerle a los socialistas, los parias de la tierra, famélica legión, un poco más de honradez y decoro.
Y el ejemplo definitorio es el del señor ex-Mnistro Caldera, el que era tan demócrata y tan tolerante, y tan generoso y tan amigo de los pobres, que dotó de papeles a todo inmigrante ilegal que tuviera un bonobús caducado en su poder. Los referidos conductores que le sufrieron lo describen: “nos ha tratado siempre con la punta del pie. Si tenía que decirnos algo, utilizaba a un escolta como intermediario para no dirigirse a nosotros”.
En estos detalles se retrata la gente. Y el retrato de estos sociatas de pan pringao parece uno de los bodrios de Picasso, porque no se puede tener más deforme el alma.

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