Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 10 de enero de 2009

SOBRE OTRO EXPEDIENTE A GARZON.

Que ya debe llevar unos cuantos, y sería bueno que algún amigo de la estadística hiciera recuento. De expedientes, y de sanciones, que no creo que vayan parejas, y no por la inocencia del puñetero, dicho sea en su primera acepción, ya que la Academia no cataloga el vocablo como lucidor de puñetas, y de la segunda no tengo noticia ni falta que me hace.
El caso es que al señor Garzón le han empapelado por dejar sueltos a unos narcotraficantes turcos, ya que al pobre se le pasó la fecha para prorrogar la prisión preventiva.
Hay que entenderlo: el pobre Garzoncillo estaba muy liado preguntando si era verdad que el Excelentísimo señor Don Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado, había fallecido, cosa que -como se sabe- se ha mantenido oculta.
Y apuesto a que el instructor lo entiende así. ¿Ustedes no?

SOBRE EL ACENTO DE LA MINISTRA ALVAREZ


Del que -según ADN- la diputada del parlamento catalán Montserrat Nebrera ha afirmado en una tertulia radiofónica que "tiene un acento que parece un chiste".
A lo cual, el PSOE exige que doña Montserrat se disculpe, entendiendo que esta afirmación es un insulto a los andaluces.
Evidentemente, los andaluces tienen un acento; los catalanes otro; los vascos otro y los gallegos también. Y los extremeños, aragoneses, valencianos, canarios, murcianos... En fin, que todos tenemos un acento u otro, de la misma forma que tenemos una estatura u otra y una u otra circunferencia tripera. Y eso no puede ser motivo de crítica, porque todos tenemos por qué callar en estos sentidos.
Pero lo verdaderamente lamentable de lo dicho por la señora Nebrera, no es sólo que se meta con el acento andaluz -del cual algo me cae, todo hay que decirlo- sino que no encuentre otros motivos más serios para criticar a doña Magdalena.
Porque si doña Montserrat hubiera dicho que doña Magdalena no sabe hablar, se pasma, se colapsa, se atraganta y se ataruga -todo ello cierto y demostrado- nadie le podría llevar la contraria, ni exigir disculpas, ni extrapolar la frase al resto de los andaluces.
Esto es lo lamentable: no el acento andaluz o el catalán, sino que una ministra carezca de la menor capacidad oratoria, y una diputada -aunque sea autonómica- no sepa darse cuenta de ello.


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