Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 30 de diciembre de 2008

SOBRE LAS DECLARACIONES DE PEPIÑO.



Que, según La Nación, afirmó en el programa de Intereconomía TV, El gato al agua, que el es contrario al aborto.


Lógico.






SOBRE LAS NOVEDADES DE HACE UN LUSTRO.

La televisión, la radio, la prensa, repite con machaconería digna de mejor causa que gracias a la llamada Ley de Memoria Histórica, los hijos y nietos de exiliados pueden ahora adquirir la nacionalidad española.
Seguramente habrá mucha gente a la que le parezca bien; algo así como la reparación de una injusticia. Y así podria ser en algún caso que no voy a discutir, si no fuera por un pequeño detalle.
Mi familia materna marchó a Argentina en los primeros años cincuenta del pasado siglo. Mi abuelo tenía allí un sobrino que le convenció de las mejores condiciones económicas que podría lograr, y allá se marcharon todos, no como exiliados, sino como emigrantes. En los primeros sesenta volvió a España una parte de la familia, pero otra quedó allí, donde ya tenía hecha su vida. Detalles familiares aparte, el hecho es que una prima mía, hija de mi tía española y de su marido argentino, permanece allí. Y se da la circunstancia de que, hace cuatro o cinco años, y en vista de la situación que en Argentina se vivía entonces, me pidió información sobre la posibilidad de que su marido viniera a trabajar a España.
Y, ¿saben ustedes qué descubrí? Pues que hace esos cuatro o cinco años, cualquier hijo o nieto de español tenía derecho a solicitar la nacionalidad española, sin más trámite que pedir una partida de nacimiento de su ancestro correspondiente, en el juzgado del lugar donde hubiera nacido el padre o abuelo.
Esto era referido a los emigrantes, y en ningún sitio se hacía referencia a "exiliados". Por dos razones evidentes: la primera, que desde los años sesenta todos los llamados exiliados pudieron volver a España sin ningún problema -conozco casos personalmente-, y la segunda, porque, por muy "exiliados" que fueran, seguramente ninguno había perdido la nacionalidad española.
Sin Memeces histéricas ni otras gilipolleces.

Publicidad: