Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 22 de octubre de 2011

SOBRE OTRO ANIVERSARIO - Luis Tapia Aguirrebengoa

Aniversario de la muerte de mi Coronel, mi camarada, mi maestro, Luis Tapia Aguirrebengoa.

Desde que conocí su fallecimiento, vengo explicando anualmente a quien no tuviera la fortuna de conocerle -para quien le conociera es innecesario- el ejemplo de hidalguía, de esfuerzo, de sacrificio y de camaradería que nos legó. Se me hace difícil no repetirme, porque pocas palabras bastan para definir a mi Coronel: un hombre de honor.

Por eso, hoy quiero dejarles con un artículo que escribió mi camarada Luis para el primer número de EJE, y que -salvo el retoque de un par de frases que se referían a aquella actualidad- les transcribo tal y como salió de sus manos, de su inteligencia y de su bien hacer:

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ENTRE EL PESIMISMO Y LA ESPERANZA

Entre el pesimismo y la esperanza, vive nuestro ánimo inquieto, pues podría suceder que el ser de España estuviera otra vez en muy grave peligro, como ocurriera en otros momentos depresivos de nuestra historia. Entonces, cualquier solución volvería a ser válida para salvar a la Patria, si ésta es aún salvable.

Caminamos en esa dirección, como si hubiéramos perdido el sentido de la orientación y la fuerza de resistencia necesaria para detenernos y rectificar la orientación. Van muy mal las cosas de España, aunque muchos no quieran reconocerlo; todos los logros conseguidos en el próximo pasado se han malogrado: la empresa integradora del Alzamiento, la reconstrucción nacional de la paz de Franco, la reconciliación y la convivencia de las dos Españas, el desarrollo material y el milagro económico de los años sesenta, la seguridad ciudadana, el triunfo sobre la miseria de las clases humildes, el respeto de los otros pueblos, la confianza de nuestros aliados naturales y de nuestros hermanos de América, la auténtica libertad, y, lo que es más grave todavía, la unidad de la Patria. Todo nuestro patrimonio espiritual, cultural y material se está dilapidando.

Estamos asistiendo a la decadencia, la degradación y la destrucción de la nación, y ya nos queda poco tiempo para rectificar, pues, como dijo Julián Marías, España va a decidir entre la salvación y la anulación como pueblo. Pero, ¿es factible aún esta disyuntiva, o todo está ya cumplido?. Ciertamente, es válida esta inquietud, pues mucho tendrían que cambiar las cosas y la actitud de esta generación para que España entre en el siglo XXI por otro camino que no sea el de la liquidación nacional; sólo el genio de este pueblo, corno ya ocurrió en el tránsito del XIX al XX, podría hacer el milagro.

Pero, un pueblo cuya unidad es constantemente atacada carece de futuro. Y esto es lo que está ocurriendo aquí y ahora. El pronunciamiento nacionalista de las regiones se generaliza, en un ridículo viva Cartagena; los líderes políticos de esta tendencia disgregadora hacen públicos sus propósitos sin que nadie les salga al paso, ni aún los que por mandato constitucional tienen la obligación de velar y defender la unidad nacional; las comunidades autonómicas establecen sus oficinas consulares en Bruselas y Estrasburgo, y buscan que las instituciones europeas reconozcan su realidad nacional; las formaciones nacionalistas y regionalistas se agrupan a nivel del Estado para conseguir una nutrido representación que haga valer sus derechos en el Parlamento europeo; alguna autonomía está creando su propio ejército nacional, a costa del caudal de todos los españoles; la confusión de lenguas está llegando a límites intolerables; los presupuestos de algunas comunidades alcanzan y rebasan el techo del billón, y las competencias de éstas siguen aumentando, superando con creces a las que corresponden o los miembros de un estado federal.

Esto en el campo de la estructuración política y territorial, que es más bien un descoyuntamiento nacional, pues si pasamos a los campos de las relaciones exteriores, la economía y la defensa es igualmente estremecedor.

Entonces, si todo está tan mal, y no parece vislumbrarse una salida digna, ¿para qué seguir batallando, sin esperanza?, os diréis muchos de vosotros. Si esto es lo que nos aguarda, ¿qué hacemos aquí, en la primera línea de la defensa nacional?, ¿no será mejor retirarse de ella y llorar desconsoladamente la próxima muerte de la Patria? No; pues, aunque tan sólo quedara un resquicio de esperanza, debemos aunar fuerzas, los que seguimos amando a España, como lo hace los afines de Francia, Italia y otros países europeos, cuyas fuerzas mucho más aglutinadas que las nuestras representan un ejemplo a seguir. Unidos, todavía podemos hacernos escuchar, como ellos, consiguiendo despertar con nuestra llamada a los españoles desconcertados que están esperando que alguien reavive sus espíritus. Todo es cuestión de avanzar codo a codo, hombro con hombro, en este páramo de confusiones que es, hoy por hoy, nuestro pueblo.

En la convocatoria de las próximas elecciones europeas está, sin duda, la primera respuesta a nuestros deseos de una convergencia de las fuerzas nacionales, hasta ahora tan dispersa en grupos y corpúsculos, todos admirables por su lealtad a la causa de España, pero, algunos simplemente testimoniales. La Unión Nacional es nuestra esperanza y nuestra meta.

Luis Tapia Aguirrebengoa

EJE, 1 MAYO 1989




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