Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 14 de agosto de 2010

SOBRE UN NUEVO RETO ANIMALISTA.

Reto que algunas almas sensibles -tanto, al menos, como los que han logrado prohibir las corridas de toros, pero no las salvajadas callejeras- se han propuesto conseguir.
Reto que aquí pueden encontrar razonado y explicado y que, si la imágen no les permite enterarse bien, pueden descargar de este enlace.

SOBRE LA GENERACION PERDIDA.

Hasta ahora, en España, generación perdida fue aquella que, habiendo sido educada para ser reemplazo natural de los que ganaron la guerra, fue luego postergada de los puestos de responsbailidad en aras a la tecnocracia y -en parte- al opusdeísmo sociológico y económico. Que, habrá que decirlo para quien no tenga claras algunas ideas, nada tiene que ver con el Opus Dei como fenómeno religioso.
Ahora, según Steven Kapsos, economista de la Unidad de Tendencias de Empleo de la OIT -lo cuenta Minuto Digital- generación perdida es el “grupo de jóvenes desanimado que, después de una larga y frustrada búsqueda de empleo, se excluye del mundo laboral”. Y que en España se halla en torno al 40%, triplica la mundial, y es la más alta de la UE.
Y eso, claro, por la crisis. Si tenemos en cuenta la cantidad de jóvenes antecrisis que no han logrado mas que algún trabajo basura, contratos de unos meses, unos días, incluso -palabra que los he visto- unas horas, apaga y vámonos.
Sin embargo, esto es algo que no le preocupa a los jóvenes; al menos, en su gran mayoría. Esa gran mayoría que es capaz de enfrentarse a la Policía por la hora de retreta en el botellón del pueblo -oigan, que no exagero, que hace poco lo comenté- pero se les da una higa no tener trabajo ni posibilidad de hallarlo.
Mientras sigan pagando la fiesta papá, mamá o tito Zapatero, no hay de qué preocuparse.
Cojonudo.

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