La señorita Rita Maestre. O señora, o señoro, o... en fin, conjuguen ustedes las
diversas posibilidades, porque desconozco sus tendencias y estado civil, y ya se
imaginan lo que me preocupa el tema.
Tampoco es que me preocupe el tema
del juicio que ayer tuvo lugar, por el que a la señorita Rita le podría caer un
año de cárcel. El tema es el asalto a la capilla de la Universidad Complutense
en 2011. Capilla católica, evidentemente; si hubiera sido de cualquier otra
confesión, la señorita Rita no habría estado en la calle cinco años, en espera
de juicio, ni hubiera sido ensalzada por parte de la prensa, ni hubiera -entre
tanto- accedido al arrejuntamiento madrileño en calidad de concejal. Caso de
haber sido mezquita, ya le hubieran hecho comprender lo improcedente de su
actuación con la suavidad, generosidad, liberalidad y progresismo de que los
musulmanes hacen gala por término medio.
Digo que el tema del asalto
tampoco me preocupa, puesto que para el señor arzobispo de Madrid, don Carlos
Osoro, lo ocurrido es una cosa de juventud. Comprendo que el señor
arzobispo debe perdonar, pero si me preocupa que lo haga porque asaltar capillas
sea cosa de juventud. Crudo lo tiene la institución eclesiástica, si un
arzobispo considera que lo normal es que la juventud -hoy en día, en que la
juventud suele llegar hasta más allá de los treinta años, y la niñez hasta más
allá de los veinte, según la prensa, radio y etc.- asalte las
capillas.
Sobre todo, porque -lo decía ayer El
País- en el referido asalto se corearon cánticos como “vamos a quemar la
Conferencia Episcopal”, “el Papa no nos deja comernos las almejas”, “menos
rosarios y más bolas chinas”, “contra el Vaticano poder clitoriano”, “arderéis
como en el 36” y “sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios”.
Y
además, todo esto -según la señorita Rita- sólo fue “una protesta pacífica y
legítima”. En mi modesta opinión, es algo discutible que amenazar con
quemar la Conferencia Episcopal o profetizar que arderéis como en el
36, sea algo pacífico. Pero aquí -como suelen- saldrán los giliprogres con
lo de la libertad de expresión, siempre que las burradas las expresen ellos. Si
a mi se me ocurriera decir que a los profanadores de capillas habría que
mandarlos a la hoguera -ya que de fuego hablan ellos- me llamarían de
todo.
Pero es que, además del curioso pacifismo de amenazar con quemar
-como en el 36-, resulta que el sacerdote Rafael Hernando, que estaba en
la capilla el día del asalto, fue empujado para apartarlo de la puerta. Lo cual
es algo menos pacífico que berrear cánticos furciales.
Lo que si me
preocupa -tampoco en demasía- es que la señorita Rita declarase ante el juez que
“No creo que eso atentara contra esa libertad. No ceo que estuviera
cometiendo un delito. Tan solo era una protesta como tantas otras”. Porque
ahí está el problema -nada nuevo, y ayer mismo comenté otro caso, el del
concejal que recibió su propia medicina-; en que estos niñatos se creen con
derecho a hacer lo que les salga de las narices, por el simple hecho de existir,
y que los demás deben reírles las gracias y dejarse acosar, pegar, o -ellos lo
dicen- quemar. Como en el 36, y ya ven que la fecha y la referencia que
supone no la traigo a colación yo -fascista, ultra, retrógrado, carca y todo
eso- sino ellos.
Todos estos niñatos, gilipollas con máster, malcriados llorones y pedigüeños, se creen con derecho a todo, como si descendiesen del mismísimo testículo izquierdo de don Carlos Marx, que ya se sabe que justifica cualquier aberración.
Y también me preocupa -lo justito, vaya; lo justito
para traerlo a este comentario- que ninguno de los múltiples y subvencionados
grupos, grupitos y grupetes de progres y tolerantes antifascistas, dijera
esta boca es mía -suya- cuando lo normal hubiera sido que gentecitas -diminutivo
cariñoso, conste- como los del Movimiento -o meneíllo- contra la Intolerancia
hubieran puesto a parir a la señorita Rita por la falta de respeto hacia las
creencias ajenas.
Perdón, a caer de un burro; que lo de parir, tratándose
de una señorita -señora, señoro....- que acostumbra conseguir lo que quiere
mostrando las tetas, puede malinterpretarse.