Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 16 de mayo de 2019

SOBRE LA DECEPCIÓN DE VOX.

Artículo previamente publicado en 


O, mejor dicho, la decepción con VOX. Porque son muchos los que, teniendo esperanzas de un resultado en torno -como decía una de las encuestas de ultima hora- a los 70 escaños, consideran que la obtención de 24 ha sido decepcionante. Y son muchos los que ahora afirman que volverán a votar al PP, porque hacerlo a VOX no sirve para nada.

Son los seguidores intelectuales del señor Casado, ese Presidente del PP que acusa a otro partido de haberle quitado votos, como si el voto fuera de los partidos y no de los votantes. En ellos ha calado la idea -tan difundida por la cadena radiofónica de la Conferencia Episcopal- de que ha habido cientos de miles de votos otorgados a VOX que a esta formación no le han valido de nada, puesto que no se han transformado en escaño, y que emitidos a favor del PP le hubiera dado casi veinte diputados más.

Son personas que no votan por principios, por ideas, sino que votan en contra de otro. En España -ignoro si en el resto del mundo, pero hay síntomas de que también-, no se vota a favor de alguien, de algo, sino en contra de otro. La derecha vota contra el socialismo; la izquierda, contra el PP. Y todos ellos -al parecer- en contra del fascismo. Esto de estar contra el fascismo es el bálsamo de fierabrás que cura todas las corrupciones, todas las ilegalidades, todas las incapacidades. Estar contra el fascismo legitima a cualquier ladrón, a cualquier corrupto, a cualquier vividor, a cualquier sinvergüenza, a cualquier tonto; es decir: a cualquier político del sistema.

Estas personas -las decepcionadas con los resultados de VOX respecto a las encuestas- no son capaces de entender que los votantes de VOX no lo hemos hecho por ir en contra de unos, sino por creer que sus propuestas eran las mejores. O en algunos casos -quizá muchos- por entender que eran lo suficientemente menos malas como para merecer un voto de confianza.

No entienden, por tanto, que los votos a VOX no han sido para que no ganen los otros, sino para afirmar una forma de entender la vida y la sociedad: con estas propuestas podemos empezar a hablar; con el resto no tengo nada que ver y no quiero hacerme cómplice. Y que, en consecuencia, la mayor parte de los que hemos votado a VOX, no hubiéramos votado al PP de ninguna manera.

Tampoco entienden una razón que, matemáticamente, es muy sencilla: si unos 700.000 votos a VOX no han valido para nada -en su opinión-, tampoco han valido para nada más de un millón de votos al PP. Si esos votantes peperos, en vez de elegir un partido corrupto, cobarde, pusilánime, sin principios ni valores, hubieran votado a VOX, ese millón de papeletas se hubiera traducido en muchos más escaños para este y hubiera dejado al PP como está. Y sin votar con la nariz tapada.

Ahora bien: nos queda pensar en si este resultado de 24 escaños es tan malo como dicen los desencantados. Dejando a un lado esas referidas encuestas que le daban en torno a 70 diputados a VOX, -encuestas que habría que ver si no estaban hinchadas para provocar esta decepción- pasar de nada a 24 no puede ser considerado mal resultado de ninguna forma.

¿Me puede alguien decir cuánto tiempo hace que no tiene España, representada en el Congreso, alguien que la defienda de la politiquería al uso?. Se lo puedo recordar fácilmente: desde la primera legislatura de este sistema (1979-82), cuando la coalición de Fuerza Nueva y FE-JONS obtuvo un escaño que ocupó Blas Piñar, y se quedó a poco de obtener el segundo, que hubiera sido para Raimundo Fernández Cuesta. Desde entonces, los intereses de España, nuestra forma de entender España, ha estado ausente del Parlamento.

Ya se que me dirán que no tiene comparación posible aquella Unión Nacional con este VOX. Anteriormente he afirmado que VOX era lo menos malo, y no tengo empacho en repetir que VOX no es lo nuestro. Sin embargo, creo que -pese a no ser lo nuestro- es lo suficientemente parecido para tenerlo como opción que merezca la pena.

Sobre todo, si se trata de elegir entre VOX y un partido corrupto, pusilánime, cobarde, que en su eterno viaje al centro ya va por unas propuestas cercanas al socialismo de hace 20 años. Creo que fue Rodríguez Zapatero el que dijo que el PP siempre acababa donde había estado el PSOE unos años antes.

Probablemente, lo único en lo que Zapatero acertó.




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