Aniversario del
fallecimiento de mi camarada Luis Tapia Aguirrebengoa, Coronel de Infantería,
Caballero Legionario, miembro de la Junta Nacional de Juntas Españolas y
principal creador de la Declaración Programática de aquél movimiento en el que
me siento orgulloso de haber militado en un tiempo en que los demás abandonaron
el frente o se dedicaban a la lucha interna por purezas indefinibles.
En fin, un tiempo
hermoso, donde parecía posible aún poner freno a la miseria moral que empezaba
a adueñarse de España y que hoy campa a sus anchas.
En aquél tiempo
–1989, 1990, 1991- mi Coronel Luis Tapia Aguirrebengoa era, para todos
nosotros, ejemplo claro y firme, inteligencia precisa, honor personificado en
su estampa de caballero español.
Fue Luis Tapia,
además, vigía del futuro que senos venía encima. Cuando ahora salen los cuatro
idiotas y los tres memos de guardarropía rasgándose sus escasas vestiduras al
ver dónde nos han traído las pertinaces bajadas de pantalones ante los
separatismos, me enorgullece poder decir que ya entonces, hace –ahí es nada- un
cuarto de siglo, ya nosotros las veíamos venir; ya teníamos claro a donde
íbamos a ir a parar, y donde nos estaban metiendo los papanatas y los
mamarrachos.
Así lo escribió mi
camarada Luis Tapia Aguirrebengoa, maestro muy querido, en el número 10 de EJE,
de marzo 1990 -páginas 6 y 7- referido entonces al separatismo vasco, pero con
referencias al catalán, y así tengo el gusto de ofrecérselo a quien guste
leerlo y comprobar que todo esto de hoy, esta maraña de cobardías y suciedades,
ya la avisamos hace tiempo.
AUTODETERMINACIÓN,
IMPOSIBLE.
por Luis TAPIA
AGUIRREBENGOA.
Dice el punto
primero de la Síntesis Ideológica y Programática de Juntas Españolas que España
es una unidad histórica irrevocable. Y que, en cuanto entraña una grave
contradicción, propugnamos la revisión del articulo 2- y la supresión del
Titulo VIII de la vigente Constitución española, que admite el termino nacionalidades
referido a las comunidades regionales, puesto que no existe en nuestro
territorio mas nación que España, síntesis de peculiaridades regionales,
culturales e idiomáticas que es preciso respetar, descentralizando al máximo la
organización administrativa del Estado, con un único e insoslayable límite: la
soberanía nacional reside únicamente en el estado de la nación española, y
cualquier traspaso de competencias de este a las autonomías habrá de ser
revocado y derogado a todos los efectos.
Se trata de una
profesión de amor a España y de una declaración de propósitos que podrían ser
asumidas por cualquier partido u organización política que no contenga en su
ideario el virus separatista. La Constitución debe ser reformada sin tardanza
para arrancar de su texto cuanto respalde cualquier veleidad nacionalista.
Así sucede que
casi desde los comienzos de la instauración democrática, y mas aun en las últimas semanas, la autodeterminación se ha convertido en un tema muy delicado
que ha originado enfrentamientos dialécticos y puede ser causa de graves
tensiones. Todo comenzó en esta ultima fase con una desdichada sesión del
Parlamento Catalán, seguida por una iniciativa nacionalista vasca en la que se
proclama que el pueblo euskaldún tiene derecho a la autodeterminación, haciendo
alusión al autogobierno, aunque se omita, púdicamente, el termino
independencia, que ha estado en la mente de todos ellos, desde que Sabino
Arana, en las postrimerías del siglo XIX, enarbolo la bandera de la secesión.
Hay quienes se
extrañan cuando, ante tan intolerable pretensión, nos escandalizamos los que, desde
las entrañas, nos nace el amor a España. Y los mas extrañados, por lo que hemos
oído y leído, son quienes creen que todo es posible dentro de la legalidad de
un estado democrático, incluso la separación de una región o territorio, por el
simple ejercicio del voto popular.
Siempre resulto
inquietante jugar con el término, que, con el actual o parecido enunciado,
nació cuando el romanticismo abrió en el siglo pasado la caja de Pandora de los
nacionalismos, y aun ahora, en las postrimerías del siglo XX y del milenio,
resulta extraño y confuso su significado. ¿Que es autodeterminación? ¿Que
pretenden sus partidarios? Mal que les pese a algunos, autodeterminación es
secesión o independencia, y los que la exigen abogan por un Estado propio,
escalando estadios autonómicos intermedios de autogobierno, representados por
los modelos autonómico, de autonomía profunda, que es a la que aspiran ahora
los nacionalistas vascos y catalanes, federal, en el sentido disgregador no
unificador, y confederal, hasta recibir el ultimo impulso que lleve a la
separación total. Puede ser que aun se tarden años, diez, quince, una
generación, pero siguiendo el actual camino vamos derechos hacia la
disgregación nacional, cuando Europa y el mundo marchan en la dirección
contraria, la del abatimiento de muros separadores y barreras fronterizas,
creando superestados que conservan las variedades y peculiaridades de las
naciones que los constituyen.
No nos quepa la
menor duda, los nacionalistas españoles, solo pretenden romper España, aquejados
de la enfermedad del cantonalismo y el enfrentamiento, a la que tan propicia es
nuestra individualista sociedad.
Nosotros, los
hombres y mujeres de Juntas Españolas no comprendemos como aun quedan quienes
creen que todo se reduce a una mera y beneficiosa descentralización
administrativa, de la que somos partidarios, cuando los propósitos separatistas
se presentan tan claros. El derecho a la autodeterminación -ha dicho un
portavoz nacionalista- es la opción a constituirse, por propia y libre
decisión, en estado independiente, o a separarse del territorio de un estado
por elección mayoritaria de la población. Aunque, como antes se ha dicho,
puede ser que todavía no este el fruto suficientemente maduro, y que el
desenlace sea a plazo medio. A este respecto, Arzallus cifraba en una
generación el tiempo que podían aguardar para alcanzar la independencia.
Mientras tanto, continuaran las presiones, las escaramuzas dialécticas, la
petición de mas libertades políticas, la escalada en el campo de las transferencias,
pues mucho es lo alcanzado hasta ahora, pero aun quedan importantes
aspiraciones que arrancar al débil estado español. He aquí algunas: en
Cataluña, la catalanización lingüística, la reorganización territorial y la
asunción de competencias y despliegue de los Mossos d'Esquadra; en el
Pals Vasco, el despliegue de la Ertzaintza, simultáneo al repliegue de
las fuerzas de seguridad del Estado, la transferencia de medios y facultades de
la administración de justicia, la sustitución de la escuela publica estatal por
la escuela publica vasca, y, a mas largo plazo, la creación de un ejercito
vasco, con mandos autóctonos, para caso de una invasión extranjera (¿la
española?) y la autorización de un banco nacional vasco. Y no piensen que
estas son exageraciones, que no somos dados a ellas, se trata de una denuncia
formulada en la prensa de Bilbao, por Adolfo Careaga, ex diputado a Cortes.
Semejantes
pretensiones son como querer forzar las leyes y el sentido de la Historia, pues
ni el País Vasco ni Cataluña fueron nunca independientes, y la
autodeterminación no aparece como formula política en la Constitución, ni podrá
contemplarse nunca, pues cualquier reforma al respecto seria como legislar la
propia autodestrucción del Estado. Y el alegato nacionalista de que la firma de
la Carta de las Naciones Unidas lleva implícita el reconocimiento por España de
este derecho, no es valido por referirse a los pueblos en vías de
descolonización, y ni el País Vasco ni Cataluña fueron nunca colonias.
Garaicoechea, ha dicho, también, que va a trasladar las aspiraciones vascas al
Parlamento Europeo y al seno de la Alianza libre europea, que reúne a las
diversas organizaciones nacionalistas del continente, lo cual es algo así como
recurrir al Archipampano de las Indias, ya que ni el primer organismo, ni menos
el segundo tienen facultades para hacer nada en favor de su desdichada causa.
De todos modos, no
puede ignorarse la gravedad del tema, cuyos resultados atentan contra la unidad
de España, pues las actuales aspiraciones de autodeterminación pueden tomar la
forma de una explosión nacionalista incontrolada, cuando agotada la capacidad
negociadora del Estado, hechas por este todas las concesiones posibles en el
elástico marco constitucional, maltrecha la soberanía española y preparada la
sociedad española a aceptar lo inaceptable, se alcance el techo de la unidad
nacional.
Se llega así al
aspecto mas delicado del problema, el de la unidad de España, incuestionable en
los limites actuales del territorio nacional; nada ni nadie puede alterarla, no
siendo válidas las urnas, ni supuestas reformas constitucionales para lograrlo.
España ha existido a través de los siglos por voluntad de muchas generaciones
de españoles, que la construyeron y sostuvieron, a veces con muchos
sacrificios, y la determinación de una minoría de una cierta época carece de
fuerza y de derecho a romperla mediante el cauce democrático del voto o el
cauce bélico de la violencia. Es ineludible deber de todos los españoles
defenderla, y el Ejercito, pieza básica de la unidad, aplicara, sin duda, toda
su fuerza y toda su pasión en el cumplimiento del mandato que el pueblo español
le tiene confiado; varios Capitanes Generales así lo han proclamado. En
principio, bastara con la disuasión de su presencia, pero si fuera necesario,
recurriría a otros medios. Los españoles, incluidos los secesionistas, deben
estar convencidos de que así se hará.
Procuremos entre
todos que no sea necesaria la intervención del Ejercito; unámonos, para ello,
en un frente común ante los separatistas; no persistamos en el error cometido
en los comienzos de la transición democrática, cuando se dio a los
nacionalismos unas alas que ahora va a ser muy difícil cortar con
procedimientos pacíficos. El punto de arranque del nuevo camino esta, sin duda,
en la reforma constitucional, y Juntas Españolas aboga por ella. Hagamos lo
imposible para lograrla.