Porque estupidez, señor
fiscal, es la torpeza notable en comprender las cosas. Se
me ocurren otras muchas palabras para calificar la cortedad de falsario del
plumífero de El País que, acaso por no tener capacidad para más, persiste en la
repetición de tópicos, estereotipos, medias verdades, mentiras completas y
gilipolleces sin cuento, aunque con cuenta. Corriente.
Ayer, el capullo
paisano que sigue viviendo cojonudamente contra Franco, titulaba su vómito así:
El
desprecio de Franco a José Antonio. Y subtitulaba: Una carta de
María Santos Kant, novia desconocida del líder falangista, y la respuesta del
dictador español refleja el desprecio de este por su rival
político.
Apenas habían pasado cuatro días del fusilamiento. José
Antonio Primo de Rivera empezaba a ser El ausente. Entonces, el 24 de noviembre
de 1936, María Santos Kant, desconcertada, se armó de cuajo para dirigirse en
una carta ni más ni menos que a Francisco Franco.
Ahí es nada: a
cuatro días de ser asesinado, José Antonio empezaba a ser El
Ausente. Ni puta idea de nada, ni siquiera de lo que critica, pero el
plumífero amarillo larga, por si algo queda. Por supuesto, como buen cenutrio,
no entiende que si José Antonio era El Ausente, es porque no estaba entre
sus falangistas, pero nadie creía que hubiera muerto. Asesinado. Cuando la
certeza se impuso, dejó de ser El Ausente y fue ¡Presente!. Pero pedir al
bellotero de El País que entienda -o se acerque mínimamente- a la mística
falangista es como pedir naranjas al alcornoque.
Pero, además, esa
señorita María Santos Kant, sólo cuatro días después del asesinato, ya pregunta
por José Antonio a Franco. Portentosa celeridad si se tratase -como el plumilla
insinúa- de que la noticia era de dominio público y Franco la quiso ocultar.
Pudiera bien haber ocurrido que esta mujer, harta de oír los infinitos rumores
que corrieron sobre el paradero de José Antonio, quisiera cerciorarse con
información oficial y coincidiese con la fecha.
Y la información oficial
llega a vuelta de correo, el 1 de diciembre: El Sr GENERAL FRANCO me encarga
manifieste a usted que recibió su carta del 24 actual referente al Sr. Primo de
Rivera. El Sr. General no sabe directamente nada relativo a la suerte de dicho
señor, porque las emisoras rojas aseguran haberlo fusilado y no es creíble lo
digan sin que sea ello verdad, pues el mentir en este asunto no tendría para
ellos utilidad. Sintiendo no poderle dar mejores noticias, usted disponga de su
affmo….
Respuesta que el estúpido de El País comenta como escueta
y ambigua, en la línea del más puro Franco siempre provisto de claroscuros y una
baraja de ases en la manga. Respuesta, más bien, oficial, plumilla
amarillento; como requiere el asunto. No se trata de correspondencia amistosa o
familiar, sino de una petición a la máxima autoridad del Estado, contestada en
el típico lenguaje administrativo. Franco manda contestar -a alguno de sus
colaboradores- que no sabe nada directamente. Las radios rojas dicen que
lo han fusilado, y a 11 días del hecho no hay confirmación, porque las radios
rojas también habían dicho -desde julio a finales de septiembre, y cada dos o
tres días-, que habían tomado el Alcázar, o que habían recuperado Talavera.
¿Tendría Franco que haber escrito una carta afectuosa y de su puño y
letra, señor plumífero? A una persona desconocida, de la que usted mismo dice
que María Santos Kant podía ser una de tantas enfebrecidas fans del soltero
de oro, abogado de éxito y diputado con porvenir. “Alguien que en mitad de la
confusión se autocondecorara como la novia de José Antonio”, comenta
Gibson.
Y si el plumífero paisano no ha sido capaz de encontrar
rastro de la existencia real de esa persona, me contará cómo la iban a
investigar -para juzgar si merecía una respuesta mas concreta, caso de haberla-
en una semana y en medio de una guerra. Cierto que el plumífero, como buen
tontolaba, afirma que no ha encontrado información ni en Google, ni en los
índices onomásticos. Y claro: lo que no está en Google no existe, ya se
sabe. Así es un periodista de El País: capaz de buscar en Internet para afirmar
que no hay noticia de la existencia de alguien nacido a primeros del siglo XX.
Con un par.
Pero esta respuesta es la prueba del desprecio de
Franco hacia José Antonio. Esto, y el fracaso de los intentos de canje y las
negociaciones emprendidas para salvarle, en las que discreta pero vagamente,
se mezcló Franco. Sin duda -para el gilipollas amarillo- Franco tenía que
haber ido a Alicante en persona ¿no?.
Y, por supuesto, si no lo hizo fue
porque a Franco le vino al pelo la muerte de José Antonio. Lo dicen
historiadores tan imparciales como Stanley G. Payne, así es que no hay mas
vueltas que darle, ¿verdad, paisanillo?. Nada nuevo bajo el sol. Lo mismo han
dicho todos esos falangistas hiperauténticos, megapuros e incontaminados. Todos
esos siempre dispuestos a tirar de navaja trapera contra sus iguales, y
convenientemente camuflados ante el enemigo, al que dan la razón para que no se
moleste. Hablemos mal de Franco para que los rojos nos dejen vivir para
pelearnos entre nosotros, es su lema, al cual los rojos hacen eco, faltaría
más.
Mal conocen a José Antonio esos falangistas. Por supuesto, los
periodistas amarillos y los historiadores que siguen viviendo cojonudamente
contra Franco no tienen ni idea, y se les da una higa mientras les paguen sus
panfletos. Ya se sabe, y lo escribió Ángel Palomino: ellos siempre han estado
seguros de que la URSS se acabaría comiendo a Europa, y entre la dacha y el
gulag, no hay color. Ni siquiera un cuarto de siglo después de desmoronarse
-sola- la entelequia del socialismo real.
Pero José Antonio -entre
otras muchas enseñanzas no asequibles a gilipollas- nos marcó nítidamente el
camino del servicio y del sacrificio. Mal le conoce quien piense que, con España
en guerra o acosada por el extranjero, se iba a rebelar contra la autoridad del
Generalísimo. Hubiera, probablemente, disentido en algunas decisiones, y hubiese
tratado de guiarlas según su criterio. Hubiese tratado de influir -no con el
peso de sus escuadras, sino con el de sus razones- en la regeneración española.
Y hubiera servido a España sin reticencias, sin condiciones y sin cortapisas. Y
sin anteponer la politiquería partidista al interés nacional.
Total, que
el escritorzuelo paisanillo no saca a relucir mas que refritos de todos los
resabiados precedentes, aunque a su panfleto amarillo se las haya conseguido
vender como novedad basada en documentos recién encontrados. Es lo que tiene ser
editor o director de periódico sin saber leer: que cualquier mindundi se la
cuela.
Otro detalle demuestra qué clase de sujeto es el plumífero: llama
a José Antonio Primo. No Primo de Rivera. Esto también
suele ocurrir en ciertos casos. Cuando no se tiene educación. Cuando no se tiene
puñetera idea de la Historia de España. O cuando se tiene tal desconocimiento de
la genealogía propia, que se desconoce la existencia de apellidos
compuestos.
O cuando concurren las tres cosas a la vez.