Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 26 de noviembre de 2016

SOBRE FIDEL CASTRO Y LOS CANALLAS.

Cada vez que uno cree haber llegado al fondo del asco sobre la naturaleza humana, hay un nuevo brote de mezquindad, un nuevo salto en las cotas de desvergüenza, una nueva canallada, que eleva estratosféricamente los límites de la abyección.

Es de auténtica vergüenza ajena -como para pedir la baja en el género humano- el espectáculo de la cobardía, de la iniquidad, de la incapacidad, la de esos cabestros que festejan la muerte de Fidel Castro. Los que no han tenido los santos cojones de luchar contra él, ahora se revuelven, como perro cobarde, a ladrar al difunto que ya no les puede responder.

Esto -lo de la cobardía ladradora- ya lo comenté en este mismo diario (1) hace unos diez años, cuando Fidel Castro cayó enfermo y los vociferantes cubanitos yanquizados se lanzaron a las calles de EEUU para celebrar que la natural caducidad de la condición humana parecía querer quitarles a su enemigo de en medio. Léanlo -si gustan-, más abajo, si no desean seguir el enlace.

Pero lo que ya clama al cielo -o al limbo, en este caso- es la alegría con que en la cadena de la Conferencia Episcopal Española han celebrado la muerte de un ser humano, llegando al extremo -doña Cristina López Schlichting- de dar cuenta, con particular regocijo, de una conversación con un amigo suyo, cubano, que la invitaba a compartir una botella de ron para festejar el óbito de Fidel Castro.

Esto, evidentemente, recuerda a todos aquellos hijos de la gran tarasca que presumían de haber brindado con champán por la muerte de Franco, al que la referida doña Cristina ha mencionado profusamente en su programa, razón por la que la referencia a Franco que hice en el comentario antes citado tiene hoy particular vigencia. 

Este particular tipo de cabestros, cobardes, sinvergüenzas, cabrones lisos o con pintas, abunda sobremanera; los que quieren que los demás -en este caso la muerte- les quite a sus enemigos de encima sin tomarse la molestia de combatirlos de frente para -eso sí- ocupar su puesto.

A mi, Fidel Castro siempre me ha caído bien, cosa que a poca gente que me conozca le puede extrañar. Lo pueden comprobar en los párrafos a que les remití antes, y en estos otros (2) que también copio más abajo. Y precisamente por las razones que en ellos explico: porque -equivocado o no, y yo creo que sí, pero es lo de menos- hizo lo que creyó que tenía que hacer, y se mantuvo fiel a ello. No fue un traidor a sus ideas; a las ideas de los que habían muerto por lo que él decía.

También porque Fidel Castro supo tenérselas firmes con el lucero del alba, y buena prueba de ello es la tercera cita que les traigo, en este caso de mi sección de La Nación (3) en el año 1996, que pueden igualmente leer más abajo.

Creo que con eso basta para explicar por qué Fidel Castro me ha parecido siempre mucho mejor enemigo -en lo ideológico, quiero decir- que los mamarrachos como Zapatero, Sánchez, Iglesias, el difunto Carrillo o la señora López de la COPE.

Por supuesto -tampoco esto le va a extrañar a nadie que me conozca y que conozca mi forma de pensar- en este diario no se va a brindar, ni se va a festejar, ni se va a manifestar alegría de ningún tipo. Aquí les ofrezco la última autocita del día: lo que escribí cuando falleció Santiago Carrillo Solares (4).

Precisamente porque -como termino el último párrafo que pueden leer al final si gustan- ser falangista obliga a mucho, lo que se dice hoy en esta "Libre Opinión" es que Fidel Castro descanse en paz.

* * * * * 


(1)
SOBRE FIDEL CASTRO.
http://milibreopinion.zoomblog.com/archivo/2006/08/01/sobre-Fidel-Castro.html
01/08/2006

Que se halla enfermo de cierta consideración, según parece.
Creo que nadie, a estas alturas, va a considerarme pro-castrista, comunista o cualquier otra cosa similar. Pero las imágenes de los exiliados cubanos en EEUU, entusiasmados hasta el paroxismo, no dejan de parecerme de un singular patetismo.
El mismo patetismo ridículo, indigno, de los antifranquistas que nunca movieron un dedo contra Franco, hasta que se murió -de enfermedad y en un hospital de la Seguridad Social- por obra de la natural caducidad humana.
Nada puede manifestar mejor la incapacidad, la impotencia, la indignidad y la falta de gallardía.


(2)
SOBRE CUBA.
http://milibreopinion.zoomblog.com/archivo/2007/04/03/sobre-Cuba.html
03/04/2007

A mi -lo tengo escrito- Fidel Castro me cae muy bien, aunque no puedo ser mas opuesto a su comunismo trasnochado y caduco. Pero admiro su hispánica terquedad de querer mantenerse en lo que siempre ha sido; de no venderse a los charlatanes ni ceder a las amenazas. Hizo su revolución y -aunque a mí me parezca equivocada- la mantiene. 
Sólo el pueblo cubano tiene derecho a seguir ese camino o modificarlo. Ni Moratinos, ni Bush, ni yo. Los cubanos, con su cara y su cruz, su aquiescencia o su oposición. Y con su hacer frente a las consecuencias de su actitud.
Lo que realmente me da asco, es la actitud de los traidores que le piden a los demás que echen a Fidel Castro para colocarlos a ellos. Me recuerdan demasiado a otros cabestros que aquí hemos conocido demasiado bien.


(3)
Nº 236
Del 11 al 24 de diciembre de 1996

Sobre la dignidad
"Franco tuvo la dignidad de no someterse a Estados Unidos y negarse al bloqueo de Cuba."
Lo ha dicho, en El Vaticano, Fidel Castro, ídolo de todos los liberales y demócratas, y particularmente de los de la prensa y televisión españolas.
A mí, para qué decir lo contrario, Fidel Castro me cae bastante bien como persona, independientemente de que, en lo ideológico, seamos enemigos irreconciliables. Me cae simpático por su terquedad de la mejor línea hispánica; por su testarudez; por no dar su brazo a torcer y mantenérselas tiesas contra el poderoso imperio yanqui. Me cae bien por indómito, por no apearse de una burra que, aunque sea equivocada, es la suya.
El hombre que reconoce la dignidad del comportamiento de su enemigo, merece ser combatido con respeto. Y, desde mi punto de vista, Fidel Castro se ha ganado el respeto de cuantos pensamos de forma diametralmente opuesta. Si este hombre no se hubiera alistado bajo las banderas equivocadas, la historia de la última mitad de este siglo habría sido bien distinta. Y mejor.



(4)
martes, 18 de septiembre de 2012
SOBRE EL OBITO. 
http://mi-libre-opinion.blogspot.com.es/2012/09/sobre-el-obito.html

El de Santiago Carrillo Solares, hijo de un Wenceslao socialista al que repudió, genocida protegido por los garzones de este muladar, delator de cientos de compañeros a los que prefirió hacer mártires para vivir a su costa.

El genocida Carrillo -dicen- celebró la muerte de Franco -de enfermedad y en la cama de un hospital de la Seguridad Social que José Antonio Girón creó bajo el mandato del Caudillo- brindando por ella. Con las burbujas debió tragarse la vergüenza -ya, ustedes perdonen, no la tuvo jamás- de que su enemigo se muriese de viejo.

Yo, que soy falangista por la gracia de Franco -como cualquiera que lo sea y que tenga menos de 90 años-, no voy a brindar con champán. Ni siquiera con agua del grifo. Precisamente porque ser falangista obliga a mucho.


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