Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 4 de noviembre de 2011

MI CAMPAÑA ELECTORAL.

Cuando en las lejanas elecciones generales de 1982, aquellas que ganó Felipe González -Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo- más que por méritos propios por deméritos contrarios, todos estuvieron de acuerdo en afirmar que había sido un gran triunfo del sistema democrático, dada la alta participación.

Ni que decir tiene que, en la loa y alabanza de las bondades del sistema, tanto contaron los votos al triunfador PSOE, a la hundida UCD, a la probona AP o -como fue mi caso, y lo digo porque el voto secreto es un derecho, pero no un deber- a Solidaridad Española, partido creado exprofeso para que se presentara el Ilustrísimo señor D. Antonio Tejero Molina.

Lo bueno de ir sumando años -si es que tiene algo de bueno- es que uno acaba viendo muchas cosas y -al menos algunos- recordándolas. Mi recuerdo de aquellas elecciones que Calvo-Soltelo preparó para perderlas, es nítido en cuanto a la conclusión: participar es algo que le da réditos al sistema, que lo alimenta, lo amamanta y, al cabo, lo justifica. La no participación se puede leer de muchas formas; pero todas ellas, invariablemente, devienen en una interpretación: que no interesa el tinglado.

Llegados a este punto, mi duda ante unas elecciones siempre es la misma. No tengo nunca ninguna acerca de a quien votar, sino si merece la pena votar. ¿Hay en estas elecciones una candidatura que merezca dejar de lado el repudio al sistema?

Cuando la respuesta es afirmativa, voto; cuando es negativa, me niego a hacerme cómplice.

¿Voy a votar al PP que mantendrá la Ley del aborto, que legalizó en su anterior apoltronamiento la píldora abortiva del día siguiente, que financia abortos en clínicas concertadas, que mantendrá las autonomías como están, que propone adaptar el derecho de familia a las nuevas realidades sociales, que subvenciona a homosexuales para celebrar que están orgullosos de ofender a los que no lo somos, que va a terminar de definir al trabajador como simple mercancía?

¿Voy a votar al PSOE que se empeña en revivir la guerra civil que perdieron, y en ganarla por Decreto, que subvenciona a los Sindicatos para que traguen la crisis en silencio y buena armonía con el Gobierno; que hace apología del asesinato desde el BOE, con el aborto y la eutanasia; que baja sueldos y congela pensiones mientras los políticos se suben el sueldo y la cuantía de todas sus prebendas?

¿Voy a votar a los comunistas antediluvianos, que como modelo y guía tienen a Fidel Castro o a Hugo Chávez, y como ejemplos cualificados a los indignos quincemierderos?

¿Voy a votar a UPyD, que aprueba el aborto, que contempla la permanencia de la Educación para la Ciudadanía siempre que sea por consenso, como si lo bueno y lo malo fuera cuestión de votos?

Pues no; no voy a votar a ninguno de ellos.

En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí nuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa.

José Antonio Primo de Rivera.
Discurso de la Fundación de Falange Española. (29 de octubre de 1933)

¿Hay ahora algo que sea menos malo? Creo que no, y la única forma de hacerlo saber es no participar en su fiesta tabernaria.

Puedo pecar por desinformación, y si alguien conoce una candidatura nacional que presente listas en Madrid y que se me haya pasado, le ruego me lo comunique.

Por supuesto, esta es mi opinión. No voy a censurar a nadie porque piense otra cosa y decida votar a unos o a otros, a los de acá o los de acullá. Cada uno es cada uno y tiene sus cadaunitos, que parafraseaba un antiguo compañero de Universidad a propósito de la sentencia orteguiana.

Pero yo, repito, no quiero ser cómplice.

(Véanse los argumentos, en este mismo sentido, del Catedrático Javier Paredes.)

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