Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 1 de septiembre de 2015

SOBRE LA "AGRESIÓN" A CATALUNLLA.


Que, como ustedes bien saben, no tiene nada que ver con Cataluña.

La agresión española a Catalunlla se produce -según el señor Más y sus compinches- cuando la Guardia Civil -en funciones de Policía Judicial y bajo órdenes de un juzgado sito en Cataluña- encuentra -digo encuentra, no sólo busca- documentación que demuestra que su partido, a lo largo de décadas, ha estado recibiendo comisiones por los contratos que, desde el Gobierno autónomo, concedía.

En España existen -desde siempre, no desde el advenimiento de la memocracia- unas leyes y un posterior desarrollo normativo, que establece la forma y requisitos en que deben tramitarse los contratos de las Administraciones Públicas. Existen, precisamente, para evitar que estos contratos de adjudiquen a dedo, favoreciendo a parientes, amigos o cómplices. Cómplices, porque no respetar esas normas en la adjudicación es un delito de prevaricación. Cuando, además de adjudicar contratos fuera de las normas establecidas, se percibe un beneficio por ello, el delito entra de lleno en el cohecho.

Y el señor Mas, y sus compinches de partido, de coaliciones, de listas, semilistas y mediotontas, de iniciativas y de leches, entienden que España les maltrata porque los jueces ya no tienen más remedio que sacar a la luz su mierda, porque ya rebosa.

Pero -aunque cierta ministra socialista dijera aquello de que el dinero público no es de nadie- resulta que cuando el partido del señor Más presupuestaba una obra o servicio por encima de su valor real, a cambio de que de ese beneficio extraordinario, el beneficiario ilícito regalara el 3% -palabras de don Pascual Maragall, no mías- al partido que gobernaba en la autonomía catalana, había unos perjudicados. Por un lado, los empresarios que -con la Ley en la mano- tenían derecho a competir justamente contra los cohechistas.

Y por otro, y fundamental, los ciudadanos que pagan impuestos. Y que no son sólo los residentes en la Catalunlla imposible de Mas y sus tontolabas, sino todos los de España.

Así es que ¿quien agrede a Cataluña y a España? ¿Quien aplica -lastimosamente tarde- la Ley, o quien roba a manos llenas a sus propios ciudadanos, a los que emboba con promesas de independentismo aldeano mientras le hunde la mano en el bolsillo?

Esa es la agresión auténtica contra Cataluña: la de quienes llevan décadas estafando, prevaricando, cohechando y robando a los catalanes, y ahora quieren llevarlos al suicidio histórico del separatismo para que no caiga sobre ellos el peso de la Ley.



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