Es decir: lo que ya sabíamos los que   tenemos uso de razón incluso en época electoral. Que no somos muchos, a lo que   se ve.
  De ahí puede venir el asombro, la   irritación, el malestar y el -modestísimo- cabreo de cierto personal a quien   cabría suponerle algo más de capacidad intelectual que la que vienen demostrando   desde hace décadas.
  Me refiero, evidentemente, a la   retirada de la llamada Ley Orgánica de Protección del Concebido y los   Derechos de la Embarazada, de la que tanto se han alegrado socialistas,   comunistas, asesinos y guarros en general. Renuncia a cumplir lo prometido de la   que Rajoy espera obtener réditos electorales para el próximo año. Y es que los   tontos son tontos siempre, nunca descansan.
  Los supuestos y autotitulados   provida se sienten ofendidos y traicionados, y prometen -véase La   Gaceta- que "la retirada de la 'ley Gallardón' no le saldrá gratis al   Gobierno", porque "es una bofetada a cientos de miles españoles que   hace sólo 48 horas salieron a la calle..."
  Por mi parte, realmente sólo tengo que   repetir lo que llevo diciendo bastantes años: que el PP nunca ha sido   antiabortista; que la ley ahora retirada era prácticamente igual de nefasta que   la que pretendía sustituir; que los niños nonatos estarían igual de amenazados;   que asesinar a los hijos sería igual de fácil, y que para llegar a una ley   similar a la de Felipe González no necesitaba el PP y sus votantes las alforjas   de veinte años de titubeos y de negar en los mítines lo que pagaba en el BOE y   sucedáneos locales.
  También tendré que repetir lo que llevo   diciendo alguna que otra década, y es que los que se llaman provida   (pro-pocas-vidas) profesionalmente, siguen emperrados en votar con las   anteojeras del burro voluntario, que son las más difíciles de quitar. Porque no   será que no se les ha dicho en multitud de ocasiones que el PP no iba a    retirar las facilidades abortivas; que, en todo caso, las mantendría como   estaban; que no tenían intención de enfrentarse, no digo ya a socialistas,   comunistas y genocidas en general, sino a sus propios dirigentes y a sus propios   votantes. 
  Porque a ver si nos vamos enterando -a ver   si se van enterando los que lo hayan menester- de que el PP no es un partido que   mantenga los principios éticos de la civilización occidental -que es cristiana   se pongan como se pongan- ni los principios morales del catolicismo, ni ninguna   otra cosa que el relativismo que les de votos, y sillones, y presupuestos con   los que mangonear y satisfacer a sus amos. A ver si se van enterando de que el   PP no es el defensor de unos ideales, sino de unos intereses. 
  Y a ver si los que se dicen católicos   -incluyendo, y en primera fila, a la Iglesia- se enteran de una puñetera vez de   que si quieren la inspiración católica de las leyes, el PP no es, ni será, ni ha   sido nunca, su opción.
  Por cierto: la dimisión de Gallardón no me   da frío, ni calor, ni me afecta, ni me importa. Es una dimisión inútil y,   además, injusta, puesto que está claro que lo que ocurre es que le han dimitido.   Nadie puede nombrar un Ministro en un plazo de tres horas si antes no lo tiene   más que pensado, hablado y preparado; y eso indica que en Gallardón han cortado   la cabeza política de un acojone gubernamental en pleno. Porque -entérense,   sobre todo políticos y periodistas- en España las decisiones del Gobierno son   solidarias. Ningún Ministro puede legislar por su cuenta, y todo proyecto de ley   que pase al Parlamento tiene que estar refrendado por el Gobierno en pleno. Es   entonces cuando, si un ministro no está de acuerdo con esa decisión conjunta,   debe dimitir.
  Entérense de esto, sobre todo, los   autotitulados provida, que ahora andan molestos, ofendidos y cabreados. Pero,   cuando toque la lotería de las urnas el próximo año ¿van a ser   consecuentes?
  No me respondan: se perfectamente que -lo   mismo que en los últimos casi cuarenta años- no lo serán; que volverán a su mal   menor, a su votar con la naríz tapada. Pero, coño, uno acaba pensando que,   después de tanto tiempo, es que les gusta.
  



