Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 24 de septiembre de 2014

SOBRE LO QUE YA SABIAMOS ACERCA DEL ABORTO.

Es decir: lo que ya sabíamos los que tenemos uso de razón incluso en época electoral. Que no somos muchos, a lo que se ve.
 
De ahí puede venir el asombro, la irritación, el malestar y el -modestísimo- cabreo de cierto personal a quien cabría suponerle algo más de capacidad intelectual que la que vienen demostrando desde hace décadas.
 
Me refiero, evidentemente, a la retirada de la llamada Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada, de la que tanto se han alegrado socialistas, comunistas, asesinos y guarros en general. Renuncia a cumplir lo prometido de la que Rajoy espera obtener réditos electorales para el próximo año. Y es que los tontos son tontos siempre, nunca descansan.
 
Los supuestos y autotitulados provida se sienten ofendidos y traicionados, y prometen -véase La Gaceta- que "la retirada de la 'ley Gallardón' no le saldrá gratis al Gobierno", porque "es una bofetada a cientos de miles españoles que hace sólo 48 horas salieron a la calle..."
 
Por mi parte, realmente sólo tengo que repetir lo que llevo diciendo bastantes años: que el PP nunca ha sido antiabortista; que la ley ahora retirada era prácticamente igual de nefasta que la que pretendía sustituir; que los niños nonatos estarían igual de amenazados; que asesinar a los hijos sería igual de fácil, y que para llegar a una ley similar a la de Felipe González no necesitaba el PP y sus votantes las alforjas de veinte años de titubeos y de negar en los mítines lo que pagaba en el BOE y sucedáneos locales.
 
También tendré que repetir lo que llevo diciendo alguna que otra década, y es que los que se llaman provida (pro-pocas-vidas) profesionalmente, siguen emperrados en votar con las anteojeras del burro voluntario, que son las más difíciles de quitar. Porque no será que no se les ha dicho en multitud de ocasiones que el PP no iba a  retirar las facilidades abortivas; que, en todo caso, las mantendría como estaban; que no tenían intención de enfrentarse, no digo ya a socialistas, comunistas y genocidas en general, sino a sus propios dirigentes y a sus propios votantes.
 
Porque a ver si nos vamos enterando -a ver si se van enterando los que lo hayan menester- de que el PP no es un partido que mantenga los principios éticos de la civilización occidental -que es cristiana se pongan como se pongan- ni los principios morales del catolicismo, ni ninguna otra cosa que el relativismo que les de votos, y sillones, y presupuestos con los que mangonear y satisfacer a sus amos. A ver si se van enterando de que el PP no es el defensor de unos ideales, sino de unos intereses.
 
Y a ver si los que se dicen católicos -incluyendo, y en primera fila, a la Iglesia- se enteran de una puñetera vez de que si quieren la inspiración católica de las leyes, el PP no es, ni será, ni ha sido nunca, su opción.
 
Por cierto: la dimisión de Gallardón no me da frío, ni calor, ni me afecta, ni me importa. Es una dimisión inútil y, además, injusta, puesto que está claro que lo que ocurre es que le han dimitido. Nadie puede nombrar un Ministro en un plazo de tres horas si antes no lo tiene más que pensado, hablado y preparado; y eso indica que en Gallardón han cortado la cabeza política de un acojone gubernamental en pleno. Porque -entérense, sobre todo políticos y periodistas- en España las decisiones del Gobierno son solidarias. Ningún Ministro puede legislar por su cuenta, y todo proyecto de ley que pase al Parlamento tiene que estar refrendado por el Gobierno en pleno. Es entonces cuando, si un ministro no está de acuerdo con esa decisión conjunta, debe dimitir.
 
Entérense de esto, sobre todo, los autotitulados provida, que ahora andan molestos, ofendidos y cabreados. Pero, cuando toque la lotería de las urnas el próximo año ¿van a ser consecuentes?
 
No me respondan: se perfectamente que -lo mismo que en los últimos casi cuarenta años- no lo serán; que volverán a su mal menor, a su votar con la naríz tapada. Pero, coño, uno acaba pensando que, después de tanto tiempo, es que les gusta.
 
 

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