Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 8 de julio de 2013

SOBRE LA JUSTICIA QUE FUNCIONA.

"España ha demostrado ser un país serio, en el que si perseveras, la justicia funciona".
 
Esto es lo que dice el ciudadano británico Keith Rule, tras conseguir -luego de cinco años de pleitos- la devolución de 53.434 euros que había dado como anticipo para la adquisición de una vivienda que no se llegó a construir. La historia la cuenta El País, y les recomiendo la lectura para hacerse con el cuadro.
 
El caso es que, tras buscar legislación aplicable a su caso, logró encontrar una Ley que protegía sus derechos y que surge -como dice la norma en su propio texto- por "la justificada alarma que en la opinión pública ha producido la reiterada comisión de abusos, que, de una parte, constituyen grave alteración de la convivencia social y, de otra, evidentes hechos delictivos".
 
Dicha Ley exige al promotor la devolución del dinero y obliga al banco donde se ingresan esas cantidades a garantizar que se dedican a la construcción de las viviendas prometidas.
 
Una ley perfecta para garantizar que promotores sinvergüenzas no nos van a estafar ¿verdad? Ahora, con tanto desahucio, con tanta hipoteca leonina, con los intereses usurarios, con tantas buenas gentes como se están quedando sin hogar, esta Ley es un soplo de aire fresco.
 
Tiene, sin embargo, un defecto. Grave. Muy grave. Es la Ley 57/1968.
 
Si, eso es: de la época de Franco. Cuando la justicia funcionaba.

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