Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 23 de abril de 2024

SOBRE LA CASILLA DE LA IGLESIA, OTRA VEZ.

Decía hace unos días, a cuento de que Facebook me avisaba de que tenía un recuerdo, el cual resultaba ser el de un artículo que escribí años antes sobre marcar la famosa casilla de la declaración de la renta que destina cuartos a la Iglesia Católica, que todo lo que escribí hace años seguía vigente y, por tanto, continuaba mi negativa a sufragar a la institución eclesiástica.

Hoy me encuentro con una noticia que recoge infovaticana.com, que se refiere a un comunicado de la archidiócesis de Tarragona justificando la presencia del vicario general Joan Águila en un acto republicano y comunista. El comunicado dice -copio el entrecomillado-: 

«La Iglesia de Tarragona, a través del Vicario General del Arzobispado, ha pedido perdón por el papel de la Iglesia en el franquismo, mostrando especialmente la proximidad a las víctimas y recordando que, al hablar de Memoria Histórica, se las incluye a todas y supone la voluntad de curar heridas, reconociendo el sufrimiento de tantas personas afectadas». 

Y sigue: «la historia del siglo pasado muestra que la Iglesia Católica sufrió persecuciones, juicios arbitrarios y asesinatos (...) por considerar que eran partidarios de los sollevados».

Y aún más: «con la quema de iglesias, monasterios y conventos, el patrimonio cultural e histórico de la Iglesia se vio gravemente afectado, con pérdidas irreparables» (...) «esta represión fue ejercida por grupos llamados comités, miembros de partidos y sindicatos radicales (sin especificar ninguna sigla), que aparentemente no dependían de las autoridades republicanas y actuaban al margen de toda ley».

Vamos, que según la archidiócesis de Tarragona, los que fueron asesinados lo fueron por provocar, porque qué es eso de ser católico y de derechas, y que bien asesinados estaban porque se podía deducir que eran partidarios de los sublevados. Y las iglesias, monasterios, conventos -y los colegios que desasnaron a tanto futuro rojo de mierda, y las bibliotecas y los museos-, fueron quemadas por particulares, nada que ver con el Gobierno, ni con los partidos de izquierdas, que ya sabemos que eran todos ellos beatíficos, unos auténticos hermanitos de la caridad y de los tiros a la barriga.

Por lo tanto, archidiócesis de Tarragona considera que pedir perdón a los republicanos, comunistas y otros izquierdistas -o sea, a los hijos de puta rojos de toda la vida- es «una cuestión de justicia, que ayudará a la Iglesia católica a recuperar su dignidad y que, sin duda, le acercará más al Evangelio».

Perfecto. La culpa de todo la tuvieron los que no se dejaron matar y se sublevaron, y los que se dejaron matar sin resistencia y dejaron mal a los comités radicales.

Más claro el agua. El agua de borrajas. O el agua de fuego, que deben haberse pimplado a conciencia.

Más clara, la vergüenza ajena que siente cualquier persona decente ante estos pastores traidores, que confraternizan con el enemigo que asesinó a sus antecesores; más clara, la náusea ante estos curas que venden a los que murieron por no renegar de Cristo; ante estos obispos canallescos, que callan como putas y asienten a toda bellaquería.

Más clara, la ocasión de ese cura Paco, que seguirá perdiendo excelentes ocasiones de disciplinar a los bellacos que traicionan, no ya a su Patria, que se da por hecho, sino a su Dios.

Y yo sigo siendo católico, apostólico y español. Porque me da la gana, no porque la institución eclesial me merezca el menor respeto. Sigo siendo católico, apostólico y español, y no caigo en la estupidez de las iglesias nacionales, pero al Obispo de Roma, traidor a España -que es la pieza fundamental de la Cristiandad- y traidor a Cristo, que le vayan dando.



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